Viena para principiantes

Del Ringstrasse al palacio de Belvedere, del Café Sacher a la noria del Prater: toma nota de todo lo que tienes que hacer en tu primer viaje a Viena.

Viena, la vieja ciudad imperial enclavada en el corazón de Europa, ha protagonizado en los últimos tiempos un magnífico cambio de “look” y se ha convertido en un moderno icono arquitectónico del siglo XXI, liberal, joven e incluso atrevido, con sus bares y playas de moda junto al Danubio.

 

 

Si ya la capital de Austria era un atractivo destino centroeuropeo, con su rico patrimonio museístico y arquitectónico, brillante en los palacios de la familia Habsburgo, con ricas e intensas historias de la emperatriz María Teresa o la princesa Elisabeth de Baviera, la popular Sissi, ahora lo es mucho más con sus nuevos distritos. El barrio francés o el de Ottakring son dos buenos ejemplos de ese cambio urbano.

 

 

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La primera visita a Viena debe empezar por su catedral de San Esteban. En el centro de la capital austriaca se alza la torre sur de la catedral gótica de San Esteban, con 137 metros de altitud, llamada “Steffl”, donde cada piedra de este símbolo de Viena tiene su historia.

 

 

Además de admirar esta imponente y maravillosa construcción podemos subir sus 343 peldaños hasta la atalaya del Steffl y disfrutar de la maravillosa vista, o subir en ascensor a la Pummerin, la campana más grande de Austria, en la torre norte.

 

 

Muy cerca, por las calles cercanas al gran templo, puedes detenerte en la Figarohaus, la casa donde vivió Mozart, o darte una vuelta por el barrio de los anticuarios, aunque lo más habitual es tomar la calle Graben, la vía más cara de Viena, para dirigirte al Hofburg, el palacio de invierno de los Habsburgo.

 

 

La Viena imperial

Por este distrito de Hofburg ya no se ven las carrozas aristocráticas, y sus palacios se han convertido en oficinas, embajadas o residencias privadas, pero sigue siendo el área más distinguida de Viena. Muchos de los visitantes se acercan al palacio para admirar el Museo Sissi, donde se puede contemplar la increíble colección de vajillas y platería de la familia imperial. Recorriendo el museo descubrirás las múltiples facetas de la atractiva emperatriz, una mujer extraordinariamente inteligente que poco tuvo que ver con la imagen de dulce princesa que nos dejó el cine a través de Romy Schneider.

 

En sus salas se pueden admirar objetos personales suyos, como la bata, la sombrilla, los abanicos, los guantes… así como el traje que llevó la última noche de soltera. Todo un universo de una emperatriz aburrida de la vida de la corte –de ahí sus constantes viajes al extranjero- y preocupada hasta límites insospechados por su aspecto físico. Para muestra, un botón: Pasados los treinta años, decidió llevar velo para ocultar su rostro y nunca volvió a ser retratada. En el museo se puede admirar, sin embargo, el famoso retrato de la emperatriz pintado en 1865 por Franz Xaver Winterhalter, en el que viste de gala luciendo estrellas de diamantes en el pelo (su cabellera le llegaba al suelo y empleaba tres horas diarias para su cuidado).

La Ringstrasse, el Anillo de Viena

Al lado de la entrada al museo dedicado a la emperatriz se encuentra la afamada Escuela Española de Equitación. Si te gusta el mundo ecuestre, disfrutarás con el ensayo y los espectáculos de equitación que protagonizan los caballos lipizzanos, todo ello en el entorno barroco de este palacio que conecta con la Rinsgtrasse, “el gran escaparate de Viena”.

 

 

Así se presentó la Avenida del Ring (Ringstrasse) el 1 de mayo de 1865 cuando el emperador Francisco José y su esposa inauguraban solemnemente esta arteria que rompía con las murallas defensivas de una ciudad históricamente asediada por turcos.

 

 

Atrás quedaban más de siete años de intensos para transformar lo que había sido una zona estrictamente militar en el bulevar de moda. Una etiqueta que sigue manteniendo en la actualidad, cuando los turistas que llegan a Viena se quedan pasmados ante la riqueza arquitectónica de este pasillo o, como muchos dicen, de este museo vienés al aire libre que combina una gran variedad de estilos: desde el templo griego que sirvió de modelo para el Parlamento, al toque neo-renacentista, visible en la Ópera de la Corte, la Universidad, la Bolsa o los dos Museos paralelos de la plaza de María Teresa, pasando por el neobarroco del Burgtheater y el neogótico de la Iglesia Votiva, con su popular mosaico de la Virgen de Guadalupe, que convoca a los turistas mexicanos de la ciudad, o el imponente Ayuntamiento, que nos recuerda a la Grand Place de Bruselas.

 

 

Los imprescindibles museos de Viena

Viena concentra museos de todo tipo. Si te gusta el arte y las ciencias naturales, tu cita es en la plaza de María Teresa, con la estatua dedicada a la emperatriz de 1888, el monumento de los Habsburgo más grande de Viena. En esa plaza se alzan los edificios de dos museos históricos más grandes de la ciudad, el antiguo Kunsthistorisches Hofmuseum (Museo de la Historia del Arte de Viena), con una rica colección de obras de Rubens, Rembrandt, Durero o el mismísimo Velázquez, y el Naturalhistorisches Museum (Museo de Historia Natural), que atesora 20 millones de objetos y seres vivos de la historia de la Tierra y la variedad sensacional de la naturaleza gracias a que los Habsburgo coleccionaron bajo este techo desde insectos hasta pterosaurios, pasando por piedras preciosas y minerales.

 

A sólo unos pasos, para los aficionados el arte moderno, el Barrio de los Museos representa otra alternativa con dos iconos muy interesantes, el Museo Leopold y el Mumok. El Leopold es un cubo blanco iluminado con luz natural gracias a sus amplios ventanales, que expone únicamente obras autóctonas, destacando las colecciones de Egon Schiele, Gustav Klimt y Oskar Kokoschka, en tanto que el Mumok, otro cubo gigante de basalto negro, apuesta por los artistas contemporáneos más innovadores.

 

 

Si se prefiere salir del Distrito Uno vienés, dos palacios concentran también la atención del visitante: el Palacio Schönbrunn y el Palacio Belvedere. Los 40 aposentos de Schönbrunn, la antigua residencia veraniega de los Habsburgo, dan testimonio del esplendor de la vida cotidiana de la corte en la época de la emperatriz María Teresa. El edificio fue construido para rivalizar con Versalles, pero pasó también a la historia porque en el salón de los espejos dio su primer concierto Mozart.

 

 

El palacio Belvedere, por su parte, fue construido por Johann Lukas von Hildebrandt como residencia de verano del príncipe Eugenio de Saboya, brillante militar gracias a cuya estrategia fue posible vencer a los turcos en 1683. El palacio es conocido como uno de los edificios barrocos más bonitos del mundo y su interior se encuentra la Galería Austriaca, donde se puede ver El Beso, la famosa pintura de Gustav Klimt, y admirar los trabajos de Egon Schiele y Oskar Kokoschka.

 

 

 

 

 

 

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La renovación del museo Freud

Una de las novedades más recientes que propone Viena a sus visitantes es el nuevo Museo Freud, en el distrito nueve, conocido como “el barrio francés”. Desde 1971, año de la inauguración de este de la mano de su hija Anna, la casa del número 19 de Berggasse ya se había transformado en un lugar de peregrinación para estudiantes del psicoanálisis y enfermos de todo el mundo, pero, tras su renovación en 2020, las estancias en las que Sigmund Freud vivió y trabajo desde 1891 hasta 1938, se han convertido en protagonistas de la exposición en si mismas.

Nada menos que cuatrocientos veinte objetos se exponen en esta vivienda y permiten profundizar mejor en el padre fundador del psicoanálisis, una de las grandes figuras intelectuales del siglo XX. Cartas, libros y primeras ediciones de publicaciones, fotografías, antigüedades y una interesante colección arqueológica se acumulan en todas las habitaciones privadas de Freud que ahora sí son accesibles a los visitantes, casi casi en exclusiva tras la pandemia del covid-19

A los vieneses les encanta este distrito francés porque reina en él un ambiente casi provinciano con cafés, restaurantes de moda, terrazas e isletas con árboles al borde de la calle que se abarrotan de gente cuando el sol se apodera de este distrito diferente al resto de los vieneses. El Liceo Francés y el Estudio Molière se hallan en este barrio de influencia gala, pero no concentran a tantos curiosos como en las pastelerías, panaderías , queserías y restaurantes de este rincón vienés muy de moda últimamente.

Tres delicias reposteras

Por último, un apunte de repostería para los más golosos. Viena es famosa por sus postres y, sobre todo, por sus tartas, entre las que destacan tres: Sacher, Klimt y Demel. La tarta Sacher es tan famosa que los propios austriacos decidieron fijar el 5 de diciembre como fecha para festejar este pastel. Se recomienda degustarla en el Café Sacher, situado en el hotel que lleva el mismo nombre, un ambiente único y una decoración que transporta a otra década observando a sus elegantes camareros y las lámparas de araña que cuelgan de los techos. Su receta original es un secreto bien guardado, sólo conocido por los confiteros de este histórico establecimiento.

 

 

Muy cerca del Hotel Sacher, en el Palacio Todesco, se encuentra el café y confitería Gerstner; que fue proveedor oficial de la familia Habsburgo. El local abrió sus puertas en 1874 gracias a la maestría de sus fundadores, Anton y Barbara Gerstner, especializados en utilizar ingredientes de primera calidad, y hoy mantienen un gran prestigio ya que son muy solicitados para hacer regalos y envíos a todo el mundo. Gerstner elabora piezas propias como la Tarta Klimt, en homenaje al pintor de la Secesión. La tarta está hecha con galleta de nuez, crema de chocolate y mazapán.

 

 

Finalmente, en Graben, a muy pocos metros del Palacio de Invierno Hofburg, abre Demel, un café-repostería fundado en 1786 por el pastelero Ludwig Dehne en el que hay que probar su famosa tarta tan apreciada como la Sacher. Dicen que este era el pastel favorito de la emperatriz Sissi y ahora lo sirve un equipo de camareras vestidas de negro, como si fuera un homenaje a la esposa de Francisco José I que vistió siempre de luto tras la muerte de su hijo Rodolfo.