Cada 15 de abril se celebra el Día Mundial del Arte, una fecha proclamada por la UNESCO para honrar la creatividad humana y destacar el papel que el arte desempeña en la promoción del diálogo, la paz y el desarrollo sostenible.
En esta efeméride, es imposible no hablar de una obra que, desde hace siglos, ha cautivado a millones de personas en todo el mundo: La Gioconda, también mundialmente conocida como la Mona Lisa. Pintada entre 1503 y 1519 por el genio renacentista Leonardo da Vinci, La Gioconda es el retrato de Lisa Gherardini, esposa del comerciante florentino Francesco del Giocondo, de ahí su famoso nombre. El cuadro fue adquirido por el rey Francisco I de Francia en 1518, tras invitar al propio Da Vinci a su corte. Así fue como este retrato entró a formar parte de las colecciones reales francesas y, tras la Revolución, pasó al Louvre.
Actualmente, La Gioconda ocupa el lugar de honor en la majestuosa Sala de los Estados, una impresionante estancia donde se celebraban sesiones legislativas durante el Segundo Imperio francés, y que hoy sirve como escenario de una de las colecciones más admiradas del Louvre: la pintura veneciana del Renacimiento. Frente a La Gioconda se encuentra el inmenso lienzo Las bodas de Caná del Veronés, acompañado de obras de Tiziano, Tintoretto y otros grandes maestros.
La Gioconda vive en esta sala protegida por una vitrina climatizada que garantiza su conservación. Y no es para menos: a pesar de su tamaño relativamente pequeño (79 x 53 cm), este retrato pintado sobre una tabla de álamo es una joya artística cuya historia y técnica siguen generando asombro.
Foto: Calvin-Craig
Pero, ¿qué tiene esta obra que la hace tan especial? Además de la enigmática sonrisa que ha inspirado mil teorías, es la técnica del sfumato—característica del genio renacentista—la que da a la pintura esa atmósfera etérea y llena de vida. Con delicadas capas de pintura superpuestas, Da Vinci logró atenuar contornos y contrastes, capturando el instante exacto en que la modelo gira levemente el rostro hacia el espectador. Un gesto simple, pero profundamente humano.
Un fenómeno de masas
La atracción global que despierta la Mona Lisa es gigantesca: se estima que alrededor de 10 millones de personas la visitan cada año. De hecho, el 80% de los visitantes del Louvre acuden principalmente para verla, lo que se traduce en más de 20.000 personas cada día que se agolpan frente a la vitrina para contemplar el misterioso rostro de Lisa Gherardini.
Su fama se consolidó aún más tras el robo ocurrido el 21 de agosto de 1911. Durante más de dos años, La Gioconda desapareció del museo, hasta que un vidriero italiano llamado Vincenzo Peruggia intentó venderla a un marchante de arte en Florencia. El episodio captó la atención de la prensa mundial y elevó la notoriedad de la obra a niveles sin precedentes.
El Louvre, consciente del creciente flujo de visitantes y de la necesidad de ofrecer una experiencia de mayor calidad, ha anunciado que en 2031 la Mona Lisa será trasladada a un nuevo espacio de exposición. El cambio forma parte del proyecto Nouveau Renaissance, presentado por el presidente francés, que también contempla la creación de una segunda entrada al museo para descongestionar el acceso por la icónica Pirámide de Cristal. Además, se prevé que los visitantes deban pagar una tarifa adicional para ver el cuadro, lo cual abrirá un nuevo capítulo en la historia de esta obra icónica y universal.