De Dinant a Mons y de Lieja a Waterloo, toma nota de todo lo que te espara al viajar a Valonia: monumentos, gastronomía, cultura, tradiciones…

Más de mil quinientos castillos y palacios aristocráticos existen en Valonia, la segunda región turística de Bélgica tras Flandes y Bruselas, que quizás conocen menos los españoles a pesar de su agitada historia. Por estas tierras repletas de bosques, que constituyen hoy el gran pulmón verde belga, los ejércitos de Napoleón sufrieron su más angustiosa derrota en Waterloo y también nuestros famosos Tercios de Flandes la cruzaron entre los siglos XVI y XVII. Todavía hoy su huella sigue presente en algunas de sus ciudades.

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Dinant, la cuna del saxofón

A solo unos 15 kilómetros de la vecina Francia, Dinant surge en el curso del río Mosa como la mejor postal de Valonia. No hay más que admirar una línea de edificios neoclásicos y su colegiata del siglo XVI que se despliegan por una estrecha franja entre el río y el peñón Bayard, donde se erige la ciudadela medieval, para comprobar que estamos en una ciudad de reducido tamaño pero con gran encanto.

 

Foto de Thomas Bormans en Unsplash

 

Normalmente se divisa desde el puente dedicado a Charles de Gaulle, que resultó herido en este punto durante la I Guerra Mundial. Este puente está repleto de saxofones que recuerdan la figura de Adolphe Sax, el inventor de este instrumento musical que cuenta también esta ciudad con un Centro de Interpretación que analiza su carrera profesional.

El rico patrimonio de Dinant ha sobrevivido a muchos conflictos, desde la primera batalla de cierta relevancia en 1466 hasta los enfrentamientos entre alemanes y franceses en la I Guerra Mundial. Sus iconos siguen siendo la ciudadela construida en 1048 a la que se puede acceder en teleférico o subiendo 400 escalones y la Colegiata de Notre Dame, la emblemática iglesia gótica reconstruida hace cien años.

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Desde este templo se extiende la larga calle de la ciudad en paralelo al río donde resulta casi imprescindible probar las Couques de Dinant, en el número 72 de la Rue Grande. Estas galletas están elaboradas con harina y miel y son muy duras por lo que resulta más recomendable esperar a que se deshagan en la boca. Otra opción es navegar por el río Mosa en una barca eléctrica que permite admirar las bellezas naturales de los alrededores desde una posición privilegiada. No es necesario disponer de licencia para pilotar estas pequeñas embarcaciones y parten muy cerca del puente Charles de Gaulle.

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Le Doudou, la fiesta ritual de Mons

Mons, capital de la provincia de Hainaut, está a solo una hora en tren de Bruselas y fue capital cultural europea en 2015. En la apuesta cultural de esta histórica ciudad destaca su fiesta más ritual, Le Doudou, catalogada como Patrimonio Mundial de la UNESCO, que se se celebra el Día de la Trinidad (57 días después de Pascua) desde hace más de 650 años. Para conocer esta emotiva tradición se puede visitar el Museo Doudou, situado a la espalda del Ayuntamiento y muy cerca de su magnífico campanario o “belfry”, con sus 365 peldaños, 87 metros de altura y 49 campanas.

 

Foto de Aleksandr Kadykov en Unsplash

 

En el museo podrás comprobar el fervor popular en una procesión muy emocionante para los habitantes, cientos, que bajan las reliquias de Sainte Waudu, fundadora de la ciudad, empujando el Carro de Oro. Por último se desarrolla la gran batalla entre San Jorge y el Dragón, apoyados por sus aliados, casi casi como si fuera un enfrentamiento de gladiadores entre una nube de jinetes, cantantes, músicos y muchos curiosos.

Las albóndigas de carne en Lieja

Todo el que visita Lieja no abandona esta histórica ciudad sin probar el boulet a la Liégeoise, las tradicionales albóndigas de carne que se pueden degustar en la vieja plaza del Mercado. Sólo a unos pocos metros sorprende la enorme plaza vacía de Saint Lambert, donde se levanta el Palacio de los Príncipes Obispos. Aquí se encontraba la vieja catedral que quedó reducida a escombros. El nuevo templo levantó se erigió en una manzana muy cercana con el nombre de Saint Paul y es una más de las seis colegiatas históricas que se alzan hoy en este conjunto urbano: Sainte-Croix, Saint Denís, Saint-James, Saint-Barthélemy –que exhibe su famosa pila bautismal en bronce del siglo XII- y Saint-Jean l’Evangéliste.

 

Foto de Quentin Grignet en Unsplash

 

El Museo Curtius es otra visita recomendable para comprender mejor la historia de la región y disfrutar con su magnífica colección de armas y, si te encuentras con fuerzas, la Montaña de Bueren asombra a cualquiera con sus 374 peldaños que conectan el centro de la ciudad con la antigua ciudadela de Lieja. La escalera impresiona sobre todo desde abajo ya que parece interminable, casi tanto como la atrevida estación ferroviaria que diseñó Santiago Calatrava en 2009.

 

Foto de Selina Bubendorfer en Unsplash

 

Nivelles, una parada del Camino de Santiago

En Nivelles, ya a 35 kilómetros de Bruselas, se puede comprobar como muchos de los tercios de Flandes se instalaron en esta ciudad de callejuelas, donde se producía y se consumía la cerveza, ya una bebida muy popular en suelo europeo, aunque los soldados españoles preferían el vino. Todavía hoy se puede ver la Casa de Galicia, del siglo XVII, una de las más importantes de este barrio cervecero medieval, que forma parte del Camino de Santiago, pero su monumento más importante es la Colegiata de Santa Gertrudis.

 

 

En este impresionante templo destaca el “Djan d’Nivèle”, que toca las horas con su martillo dando la bienvenida a sus visitantes, la nave de más de 100 metros de longitud y su hermosa fachada exterior. Desgraciadamente casi nada quedó en pie del resto del viejo conjunto urbano pues Nivelles fue asediada y ocupada durante las guerras del siglo XVII.

Durbuy, la joyita valona

Para muchos, Durbuy es el destino con más encanto de Valonia. Ubicado en un bello meandro del Ourthe, adquirió el título de ciudad en 1331 cuando la villa estaba amurallada y protegía a sus 400 habitantes en un enclave de dos hectáreas, por lo que algunos la consideran “la ciudad más pequeña del mundo”. Hoy resulta una delicia pasear por su pequeño centro histórico, un laberinto de calles peatonales adoquinadas con restaurantes, tiendas donde probar su afamada mermelada artesanal, hoteles tentadores y viejos edificios que fueron el refugio de dos órdenes religiosas.

 

Las mejores ideas y planes para viajar a Valonia | Tu Gran Viaje

 

Todo un seductor entramado a la sombra del Castillo de los Condes de Ursel, reconstruido en 1731 sobre las ruinas de una fortaleza del siglo XI en un promontorio que domina el río. A solo unos pasos te asombrará el anticlinal de La Roche-à-Frêne, gran símbolo de la ciudad, una gran roca con forma de A gigante que se muestra desafiante ante el conjunto urbano con una base de agua y un juego de fuentes que crean un espectáculo visual muy elegante. Se le conoce popularmente como el Anticlinal de Omalius.

Cruzando el puente de la ciudad, desde el que se toman las mejores fotografías del castillo que defendía el valle, se halla el Parque Les Topiaires, el jardín de arte topiario más grande del mundo con 49 esculturas vegetales, entre las que destaca el elefante, la más grande, y una colección de bojes única en Europa. El recinto, de 10.000 metros cuadrados, es muy hermoso y a él suelen acudir las parejas de recién casados para captar las mejores fotos de su enlace. También es posible tomar un picnic en su terraza con la mejor vista del jardín y de la ciudad.

Waterloo, el fin de la “era Bonaparte”

El viaje por tierras valonas puede concluir en el campo de batalla de Waterloo, el último Cuartel General de Napoleón, el Panorama y el nuevo museo inaugurado en 2015 para seguir al ejército y las fuerzas francesas en su último enfrentamiento, el 18 de junio de 1815, que supuso el final de la “era Bonaparte” y el destierro final del militar a la isla de Santa Elena.

 

Imagen de Ben Kerckx en Pixabay

 

Hay que subir los 226 escalones de la gran colina del sitio donde el león, símbolo holandés y británico, mira al horizonte desafiando el poder francés. Este monumento, a 40 metros de altura, fue erigido en el lugar donde cayó herido el Príncipe de Orange antes de ser nombrado rey de los Países Bajos. Su construcción se alargó tres años y se utilizó la misma tierra del campo de batalla. Desde lo alto de la colina se contempla una magnífica vista de todo este escenario bélico.

 

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