Bucólica, melómana, deliciosamente alemana: así es Bayreuth, la ciudad que mantiene por todo lo alto el legado de Richard Wagner y que es una visita imprescindible en Tu Gran Viaje por la Franconia alemana.
La tarde es simplemente perfecta, de un clima idílico –primeros albores de la primavera, cielo azul moteado de nubes altas, la chaqueta colgando del brazo-, idónea para pasearme por las calles -también idílicamente alemanas, centroeuropeas: altos árboles de hoja caduca que dan sombra a callecitas desiertas, a las que se asoman algunas casas de dos plantas de las que sale, quedamente, el sonido de la vida doméstica: rumores de electrodomésticos, entrechocar de platos, frases que no entiendo ni comprendo- que rodean la estación abandonada de Tregbast, el pueblo de Franconia en el que espero un tren que, tras haberme llevado a Bayreuth, me devuelva a Bayreuth. Digo bien: estoy varado en Tregbast, un desierto, pequeño y bucólico Tregbast, esperando que otro tren me lleve de regreso a la ciudad. Una hora más tarde –y un interminable convoy militar entre medias- estoy saludando a mi anfitrión, el viejo conocido Frank Nicklas, la persona al cargo de la oficina de turismo de la ciudad y que siempre me recuerda a un entrenador argentino de fútbol cuyo nombre soy incapaz de traer a la mente.

La tarde, digo, es idilícamente primaveral, así que Bayreuth luce como si absolutamente todo estuviera dispuesto única y exclusivamente para mi visita, rápida y ráuda. Hace tres o cuatro años, en pleno bicentenario del nacimiento de Richard Wagner, pateé la ciudad de arriba a abajo, viendo todo lo que se podía ver –los jardines del Eremitage, el Nuevo Palacio y sus jardines, la Friedrichstraße, las calles del centro de la ciudad, tranquilas y reposadas, el campanario.. Una visita que, si quieres, puedes leer aquí-, y lamentando no poder acabar de empaparme del legado del genial –y controvertido- compositor en su casa familiar, Wahnfried (entonces, en plenas obras para acoger un futuro museo Wagner que, sí, hoy me espera en plenitud), el teatro de Festivales (ante el que también podré maravillarme) y el teatro del Margrave, el teatro barroco que es, además de la auténtica joya de la corona de la ciudad, Lugar Patrimonio de la Humanidad y que sigue –ay, me lamento ante el amigo Nicklas- cerrado por una reforma que, esta vez sí, estará lista para abril de 2018. Una cita que anoto, ya, en el calendario de mi teléfono.

El Museo de Richard Wagner
De todo ello hablamos mientras ponemos rumbo al -ahora sí, completamente remodelado y en perfecto estado de revista tras cinco años de obras- Museo de Richard Wagner (48, Richard Wagner Strasse. Abierto todo el año de martes a domingos, de 10h a 17h; en julio y agosto, abierto toda la semana de 10h a 18h. Entradas: 8€, adultos; 6€, estudiantes; de septiembre a junio, a partir de las 16h, entrada reducida: 6€; y entrada combinada para los Richard Wagner Museum / Franz-Liszt-Museum / Jean-Paul-Museum, 11€).

El museo está formado por tres edificios, el principal de los cuales, Wahnfried, fue el hogar familiar de los Wagner en la ciudad, y se encuentra amueblado con el mobiliario original de la época –alrededor de 1880-, y donde destacan el piano, que le fue regalado a Wagner por la casa Steinway, la biblioteca familiar, que Wagner trasladó desde Dresde, y en la que hay obras firmadas por Goethe o los hermanos Grimm, y el sofá donde fue encontrado muerto Richard Wagner (y que fue traído desde Venecia). Tras la casa se encuentra la tumba sin epitafio del genial compositor – ¿para qué, decía él en vida, si todos sabrán quién está enterrado bajo ella? La casa de Siegfried Wagner, uno de sus hijos, es otro de los edificios del complejo: una bella residencia de la década de los Treinta del siglo pasado en la que la viuda de Siegfried vivió hasta su muerte en 1980 y que conserva todo el mobiliario y distribución original de la época de su construcción, y que había estado cerrada al público hasta ahora.

Y el tercer edificio del complejo es el Nuevo Edificio –la sonoridad siempre literal del idioma alemán-, un coqueto museo que es obra del arquitecto berlinés Volker Staab. En el Nuevo Edificio están, además de la tienda del museo, diferentes exposiciones temporales pero te encantará la permanente, en la planta inferior, dedicada a glosar la historia del Festival de Bayreuth (ese del que te hablamos en su día aquí) y que exhibe vestuario y equipamiento empleado en las diferentes ediciones del festival que albergan la colección permanente (libretos originales de las óperas de Wagner, objetos de su vida cotidiana, vestuarios, maquetas de los montajes operísticos, instrumentos originales de Richard Wagner…), diferentes exhibiciones permanentes sobre la vida, obra e influencia de Richard Wagner en la cultura alemana y también en Bayreuth… Un básico imprescindible para cualquier amante de la música que visitan cada año más de 40.000 wagnerianos

El Festpielhaus
En pocos lugares es Alemania más bella que en la Colina Verde de Bayrehuth. La mañana se ha levantado fresca pero el cielo, despejado, y la geometría de los jardines que ascienden por la colina hasta la entrada principal del mítico Festpielhaus, arropa al viajero para mecerle relajadamente… El Festpielhaus es único en el mundo: no es solo una de las salas de ópera más grandes del mundo sino que, probablemente, sea la que mejor acústica tiene. Empero, el contraste entre el pecaminoso sendero y los jardines que lo rodean, y la sala, existe: Wagner decretó que todo estuviera supeditado al disfrute de su obra, así que de ahí la ausencia de comodidades –lujos, más bien- en la platea y palcos de la imponente sala: asientos de madera, la orquesta oculta en un foso bajo el escenario… Wagner destiló en el diseño del Festpielhaus todo lo que aprendió y puso en práctica durante la construcción de la Ópera de Dresde –obra de Semper, y en la que Wagner fue más que un mero consejero- para que la experiencia del espectador fuera, simplemente, mística.

Fue en 1850 cuando Richard Wagner tuvo la idea de interpretar El anillo de los Nibelungos en “tres días y una noche”. La duración de la función se prolonga por quince horas y pensó en realizarla en el marco de una celebración especial. Para cumplir su objetivo contó con la ayuda del rey Ludwig II, que le brindó la oportunidad de completar, 25 años después, el sueño de su vida en la ciudad de Bayreuth: en 1876 El anillo de los Nibelungos se estrenó en el especialmente construido para la ocasión Festspielhaus.
Reserva aquí Tu Gran Viaje a BayreuthAquí se estrenó en 1882 Parsifal, la última ópera de Wagner, compuesta en Wahnfried, su residencia; además de Siegfried y Götterdämmerung, las dos últimas partes del ciclo El anillo de los Nibelungos, que vio aquí también su primera representación integral en 1876. Hoy, en los jardines del Festpielhaus, una exposición permanente recuerda por siempre a aquellos músicos y trabajadores de la compañía que fueron asesinados por el régimen de Hitler.

El mayor museo de cerveza del mundo
En cualquier rincón de Alemania se elabora cerveza, y no iba a ser Bayreuth una excepción. La fábrica de cerveza Maisel’s, inaugurada en 1887, se reconvirtió parcialmente en museo en 1981, y lo hizo a lo grande: el Maisel’s Bier Erlebnis Welt (Andreas-Maisel-Weg 1) es desde entonces el museo de cerveza más completo del mundo: entre otros objetos repartidos en más de 4.500 metros cuadrados de exposición, hay dos inmensas cubas de destilación de cerveza, más de 5.500 jarras y vasos de cerveza (la mayor colección del mundo), más de 500 enseñas de marcas…

Los jardines del Eremitage
La primavera es tímida en los jardines del Eremitage (abierto todos los días de 9h a 18h de abril a septiembre y de 10h a 16h la primera quincena de octubre; cerrado el resto del año. Entradas: 2€50), en esta mañana en que me despido de Bayreuth. El antiguo palacio que el margrave Jorge Guillermo mandó construir a mediados del siglo XVIII como regalo a la margravina Guillermina y que ambos empleaban como residencia de verano, está siendo puesto a punto para la inminente temporada: cuando leas estas líneas, el Eremitage te estará esperando como lo que es, uno de los jardines más espectacularmente bellos de Europa.

Pasajes arbolados, bóvedas naturales, fuentes ornamentales con espectaculares juegos de agua (que puedes ver a las horas en punto). Cualquier tiro de foto es perfecto, pero anota mis preferidos: el del Viejo Palacio con la cueva, las fuentes de los Juegos de Agua, o el templo del Sol, coronado por Apolo, dios de la musas, y que me despide hasta mi próximo gran viaje a Bayreuth.

Guía práctica para viajar a Bayreuth
Dónde comer en Bayreuth
Liebesbier ( Maisel’s Bier Erlebnis Welt. Andreas-Maisel-Weg 1) es más que el restaurante del museo: es el lugar de moda de Bayreuth. Con capacidad para más de 500 comensales en el interior -y otros tantos en los jardines-, hay cerveza de sobra para todos ellos: más de cien referencias artesanales traídas de las cuatro esquinas del mundo (además de las propias, claro). La carta, sin complicaciones: rotundas especialidades locales con ingredientes de kilómetro cero. ¿La especialidad? Las carnes.

El restaurante Eule (Kirchgasse 8) es un clásico desde hace más de cuatro siglos al que peregrinan todos los wagnerianos, que buscan hacerse la foto en el lugar que solía ocupar Wagner para encontrar, además, una carta estupenda, barata y que sacia a cualquiera -la norma en Alemania.

Dónde dormir en Bayreuth
El Hotel Rheingold (Austraße 2) es un establecimiento con todo lo que uno espera de un hotel de una pequeña ciudad alemana: sin pretensiones, impoluto, de atención exquisita y desayuno contundente. Encuentra en este enlace las mejores ofertas para reservar en el hotel Rheingold.
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