Pura vida: así se define es el país líder en turismo sostenible a nivel mundial. Con la cuarta parte de su territorio protegido, en Costa Rica es imposible no encontrar un plan ecológico y elegante que se ajuste a nosotros.
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Costa Rica alberga cerca de un millón de especies, las cuales representan el 4% de la biodiversidad del planeta. Por eso, el país es una de las más completas colecciones de tesoros naturales del mundo, repartida entre el mar Caribe y el océano Atlántico.
Ecosistemas acuáticos ideales para descubrirlos con nuestros propios ojos, playas de arenas negras y blancas como las de Esterillos, Jacó, Hermosa o Boca Barranca, recortadas por la silueta de volcanes y parques naturales.
De los puentes colgantes de Monteverde, la cuna del quetzal (el ave del trópico), a las playas del bosque del parque nacional de Manuel Antonio, sin olvidar esas estampas icónicas del turismo sostenible que son el volcán Arenal o el desove de las tortugas marinas en las playas del Parque Nacional Tortuguero.
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Experiencias a las que rodean resorts e instalaciones del máximo nivel, como el Kura Design Villas, en el parque nacional Bahía Ballena: cualquiera de sus seis lujosas cabañas son el lugar idóneo para olvidarse de todo, y sus impresionantes vistas de la jungla de Uvita de Osa invitan al relax. Además, no hay tv (pero sí Wi-Fi).
Costa Rica alberga importantes yacimientos arquelógicos. El más destacado es el Monumento Nacional Guayabo, en las faldas del volcán Turrialba, que estuvo habitado desde el siglo IV a. de C. hasta la llegada de los españoles, y cuyo sistema de acueductos, construido hace setecientos años, aún funciona.
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Además, diseminadas por el país, encontramos perfectas esferas prehispánicas de piedra de todos los tamaños, cuyo significado simbólico se desconoce. Un rico legado cultural envuelto, todavía, en el misterio.