La región italiana de la Toscana es una de las regiones más bellas del mundo, con un estilo de vida del que, simplemente, no querríamos salir. Y si lo vivimos en un palazzo, menos aún…
Il Salviatino (Florencia)
Il Salviatino es un trozo de paraíso renacentista enclavado sobre las colinas de Fiesole, pero es tal la frondosidad que cuelga sobre el palazzo que no cuesta nada olvidar que a apenas unos minutos está el joyero de Florencia. El hotel, de cinco estrellas y 45 habitaciones, fue construido sobre una lujosa villa italiana del siglo XV, que en su día fue la residencia de verano de la conocida familia Salviati.
Desde su apertura se ha colocado en lo más alto de los rankings más prestigiosos, gracias a estancias únicas como la Suite Affresco, de 73 metros cuadrados y decorada con unos espectaculares frescos del pintor italiano Domenico Bruschi (1840-1910); las preciosas Green House Suites, construidas en el antiguo invernadero de esta villa italiana del Siglo XV, o la Suite Ojetti, que con 110 metros cuadrados y una terraza con espectaculares vistas de la campiña toscana, está considerada como una de las mejores suites de Florencia.
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Palazzo Galletti (Florencia)
La reacción más lógica al entrar en el vestíbulo del Palazzo Galletti fiorentino es la de sentirse transportado en el tiempo. Pasear desde el Duomo y la iglesia de la Santa Croce -la misma en la que Stendhal se sintió desmayar y donde nació, consecuentemente, el síndrome al que da nombre el escritor- y, cinco minutos más tarde, abrir la puerta, subir las escaleras y hacer el check in en un altar del siglo XVII, reconvertido en mostrador de recepcion, es encontrarse ya en pleno Renacimiento.
El palazzo Galletti fue construido en el siglo XIX, y hoy podemos disfrutar de este refinado hotel con cuatro suites y siete habitaciones amplias y en las que no falta un detalle, nombradas como los astros y planetas, y hay frescos de artistas florentinos que velan nuestro descanso en algunas de las habitaciones. La hora del desayuno es también muy especial: se sirve en la espectacular cocina, decorada con antiguedades del siglo XV.
Reserva al mejor precio en el Palazzo Galletti con Tu Gran ViajePalazzo Niccolini al Duomo (Florencia)
En el palazzo Niccolini, no es difícil sentir el síndrome de Stendhal cuando abramos la ventana de nuestra suite y encontremos, a treinta metros, la cúpula de Brunelleschi de la catedral de Florencia. Mármoles en los baños, techos altos decorados con frescos…
Como la catedral a la que se asoma, pasaron dos siglos desde que comenzó a construirse el palazzo hasta que se finalizó a mediados del siglo XVII, dando como resultado una auténtica obra de arte donde un busto recuerda a Miguel Ángel en la fachada del palazzo que da al Duomo, los frescos que decoran muchas de las habitaciones osn obra de grandes pintores florentinos del siglo XVIII como Gaspero Nannucci o Gennaro Lando.
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Palazzo Mannaioni (Montaione)
En Mannaioni, un pueblecito medieval toscano con todas las estampas tópicas que asociamos a la región -ritmo pausado de las calles, monumentos en cada esquina, un silencio solo roto por el tañir de las campanas-, está este palazzo Mannaioni, un edificio histórico del siglo XVI con 47 habitaciones en las que las vistas del paisaje toscano son inolvidables. El restaurante del hotel está en la antigua prensa de aceite, y se organizan talleres de cocina toscana para los huéspedes que lo deseen.
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Palazzo Vecchietti (Florencia)
Este lujoso palazzo del centro de Florencia, en plena Via degli Strozzi, cuenta con catorce habitaciones que rinden homenaje a las figuras artísticas italianas más importantes. Fue construido a comienzos del siglo XV por los Vecchieti, una de las familias más poderosas de Florencia –Dante la citó en La Divina Comedia-, y en sus muros colgó una de las obras más célebres de Botticelli, San Agustín en su estudio…
Las habitaciones más “modestas” tienen como mínimo cuarenta metros cuadrados, y sus dos apartamentos son auténticos palazzos en miniatura en los que no falta detalle alguno. Pero lo mejor tal vez sea la Sala Vespucci, donde se sirve el desayuno en una monumental mesa ovalada, con la chimenea de mármol del siglo XVII templando un momento que puede ser mágico, con el sol florentino entrando por los grandes ventanales. Todo un lujo renacentista.
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Palazzo Ravizza (Siena)
Situado dentro de las murallas renacentistas de Siena, una de las poblaciones más decididamente bellas de la Toscana, el Palazzo Ravizza se conserva tal y como era a finales del siglo XIX, cuando fue restaurado. Ubicado muy cerca de la Piazza del Campo, donde cada verano se celebra la célebre Corsa del Palio, la legendaria carrera de caballos en la que compiten entre sí los diecisiete contrada (barrios) de la ciudad, el Palazzo Ravizza es el único hotel en el centro de la histórica ciudad de Siena con aparcamiento privado, y su exuberante jardín es uno de los lugares más especiales del centro de la ciudad, al que dan varias habitaciones; las que dan a la parte interior son más grandes y elegantes, gracias sobre todo a los murales del siglo XIX que las decoran.
Y descansar en el jardín, oyendo las notas del piano Steinway del salón de la primera planta, es la mejor manera de prepararse para pasear por una ciudad que le aguanta la mirada a Florencia con una imponente colección monumental: la basílica de Santa María dei Servi, la catedral, el palazzo Salimbeni, la Torre del Mangia…
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Castiglion del Bosco (Montalcino)
Uno de los mejores lugares que hay para sentir del modo más perfecto lo que es el estilo de vida toscano. Castiglion del Bosco es una propiedad en Montalcino, una villa famosa desde hace siglos por sus vinos, enclavada en el corazón del Val d’Orcia que data del silgo XVII y que compuesta por un castillo, una iglesia y una villa, rodeadas de un escenario típico toscano en el que no falta nada: las viñas, los cipreses, las ligeras ondulaciones del terreno…
Hospitalidad toscana a la máxima expresión. Las nueve antiguas casas de campo de la finca han sido restauradas y son hoy villas de lujo, con extensiones que oscilan entre los 225 y los 690 metros cuadrados, cada una con su propio terreno y en las que no falta un solo detalles: desde chimeneas toscanas del siglo XVII a decoración de la famosa interiorista Teresa Bürgisser. El spa es un auténtico refugio de tonos blancos y terrosos, donde se imparten tratamientos holísticos en los que los productos de la tierra -hierbas, flores, agua- son los protagonistas.
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L’Andana, Castiglione della Pescara
En 2004, el célebre chef francés Alain Ducasse abrió L’Andana, en el corazón de la Maremma toscana, y desde entonces se ha convertido en uno de los mejores hoteles rurales del mundo.
L’Andana toma su nombre del camino, flanqueado de cipreses y pinos, que cruza la finca de quinientas hectáreas a pocos kilómetros de Castiglione della Pescara que Ducasse eligió para crear este espectacular capricho toscano en el que no falta de nada para dar forma a una fantasía toscana: un spa, un restaurante, un campo de golf, una capilla privada y, desde luego, la residencia, una villa de los Medici que fue la residencia de verano del Gran Duque Leopoldo II y su corte.
Sus 33 habitaciones son todo un descanso para los sentidos del que no se querrá salir. Y dada la presencia de Ducasse, la calidad del restaurante Trattoria Toscana -el único que el chef tiene en Italia, y galardonado con una estrella Michelín- está fuera de toda duda: cocina contemporánea con guiños a la tradicion toscana, realizada y presentada de un modo elegantemente sencillo, y en lo que era el granero de la propiedad.
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Relais dell’Olorogio (Pisa)
El único cinco estrellas del centro de Pisa es el magnífico Relais dell’Olorogio, uno de los hoteles con más encanto de toda Italia. Asomado a la torre de Pisa, el hotel se levanta sobre una antigua casa torre del siglo XVI -una de las más de tres mil que existían en aquella época- escrupulosamente restaurada en el siglo XIX, donde encontramos veintiuna habitaciones diferentes refinadamente decoradas y personalizadas, dos suites y dos junior suites. La buhardilla ofrece el calor de su chimenea y la biblioteca para las veladas invernales.
En la parte posterior, un jardín romántico para cenar a la luz de las velas en un entorno realmente sugerente. Y es que en Pisa todo es mágico: desde la siempre irresistible piazza dei Miracoli, donde pasear a la sombra de la Torre inclinada es un clásico que no podemos evitar, a los Lungarni de Pisa -las avenidas asomadas al río Arno-, la Piazza delle Vettovaglie, el museo de San Marcos, o la iglesia de San Francisco. Pisa es un museo de arte al aire libre. Y también de arte contemporáneo: en la calle Massimo D’Azeglio se encuentra uno de los mejores y más desconocidos murales de pintor Keith Haring.
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Pero... ¿qué es el Síndrome de Stendhal?
Dijo Stendhal en 1817: “Había llegado a ese punto de emoción en el que se encuentran las sensaciones celestes dadas por las Bellas Artes y los sentimientos apasionados. Saliendo de Santa Croce, me latía el corazón, la vida estaba agotada en mí, andaba con miedo a caerme”. Y eso es el síndrome de Stendhal -también conocido como “síndrome de Florencia” o “síndrome del viajero”-: una enfermedad psicosomática que causa un elevado ritmo cardíaco, vértigo, confusión, temblor, palpitaciones, depresiones e incluso alucinaciones cuando somos expuesto a obras de arte, especialmente cuando éstas son particularmente bellas o están expuestas en gran número en un mismo lugar.
Il Bel Paese