Hoy es el Día Internacional del Hot Dog, y es la excusa perfecta para darnos una vuelta virtual por Chicago, la ciudad donde dice la leyenda que nació el perrito caliente.
Fue en Chicago, en la Expo Mundial de 1893, cuando aparece el hot dog por primera vez aunque no fue hasta la Gran Depresión, cuando las calles de la ciudad se llenaron de carritos de comida que satisfacían las necesidades de los obreros machacados por las crisis: por sólo cinco centavos se podía tener una comida completa: un hot dog “con todo”, y ese “todo” era una salchicha entre panes ahumados, cubierta de salsa de tomates verdes, tomate rojo picado, mostaza, pepinillos y apio.
Hoy, aunque la receta ha evolucionado mucho -se añade al perrito incluso trufa negra, o foie-, la receta canónica del perrito caliente se sigue sirviendo en las esquinas de las calles de Chicago: cuando lo pida, sepa que un chicagüense jamás lo pide con ketchup. Una excursión gastronómica típicamente americana es visitar la fábrica Viena Beef Company, que produce más de trescientos millones de perritos al año, y degustar sus especialidades en el restaurante de la fábrica.
No faltan en Chicago lugares -desde camionetas a restaurantes pasando por cualquier lugar abierto al público- donde dejarse seducir por un hot dog, pero los iconos que nunca fallan son Superdawg (6363 N. Milwaukee Ave.), Wiener’s Circle (2622 N. Clark St.), que no hacen olvidar al recientemente desaparecido Hot Doug’s (3324 N. California Ave.), donde los “especiales” del día a veces incluían pato Sauternes con trufa negra y foie gras… ¡Buen provecho!