Ya conoces la Praga monumental e imperial: ahora, vas a conocer la Praga alternativa, cotidiana, sorprendente. ¿La suma de ambas? Una de las ciudades más alucinantes del mundo.

TGV Lab para Visit Czech Republic.
Texto: Carmelo Jordá. Imágenes: Carmelo Jordá, Archivo Tu Gran Viaje, Shutterstock, Visit Czech Republic.

En los alrededores del Castillo de Praga hay algunos miradores desde los que toda la ciudad queda a nuestros pies. Las torres, la bellísima curva del Moldava y, por supuesto, los puentes que unen las dos orillas. Todo tan maravilloso que si lo pusiéramos en una postal que reconoceríamos con sólo verla: la Praga de siempre, tan hermosa, conocida pero siempre digna del reencuentro.

 

 

A nuestros pies, sin embargo, los tejados rojos de Malá Strana -la Ciudad Pequeña, uno de los cinco municipios diferentes que se unieron en el siglo XVIII para formar Praga- nos invitan a adentrarnos en un barrio distinto, con su propio carácter. Nos animamos a recorrerlo pero no sin antes parar en El Buey Negro, una auténtica taberna checa decorada del modo más tradicional en la que, pese a estar a tiro de piedra del Castillo, es mucho más fácil encontrar a sus clientes habituales de la ciudad que a turistas.

 

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Cervezas rubia y negra en El Buey Negro, una taberna con todo el sabor de lo auténtico.

 

Refrescados y alimentados por la cerveza nada mejor que descender por la calle Nerudova, la vía principal del barrio y homenaje a su hijo más ilustre, el conocido escritor Jan Neruda. Los palacios barrocos de imponentes fachadas se mezclan con las embajadas y las tiendas curiosas: de material artístico, de marionetas de madera, de juguetes… El barrio guarda secretos que van desde la maravilla barroca de la Iglesia de San Nicolás -una de las más impactantes de Praga- a la curiosidad religiosa del Niño Jesús de Praga y su relación con España, pasando por algo mucho más cercano que el barroco: el interesante Museum Montanelli, que es una institución privada que muestra el arte más contemporáneo.

 

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La casa de los Dos Soles, en la que nació Jan Neruda.

 

De la lucha por la libertad a Instagram

A sólo unos minutos encontramos otro arte más callejero y urbano al que las modernas redes sociales han dado una segunda juventud quizá aún más brillante que la primera: el Lennon Wall nació como homenaje espontáneo tras la muerte del beatle, se convirtió rápidamente en una colorida forma de protesta contra la dictadura comunista y ha acabando siendo uno de los lugares más instagrameados de la ciudad.

En una mañana soleada la pared devuelve a las cámaras y los móviles todo el esplendor de sus pintadas ultrasaturadas, los turistas posan alegres y en pareja y chicas monas vestidas de influencers ejercitan sus mejores poses para imágenes que en sólo unos minutos estarán en las redes sociales o vídeos que quien sabe si llegarán a Tik Tok. ¡Vaya sorpresa se llevaría Lennon si alguien se lo contase!

A unos pocos pasos del Lennon Wall está el famoso Puente de Carlos, pero vamos a hacer un esfuerzo por evitarlo -al menos por ahora- para disfrutar de un delicioso paseo por las orillas del Moldava. Entre árboles bellísimos de otoño y algunas esculturas llamativas llegamos a otro museo de arte moderno, que confirma definitivamente que esta zona de Praga respira otro aire más actual y cosmopolita.

 

 

Se trata del Museum Kampa, una notable colección de arte, sobre todo del siglo XX, creada a partir de la pasión de una pareja de inmigrantes, Jan y Meda Mládek, que antes de volver a Praga tras la caída del comunismo fueron reuniendo desde el exilio los mejores trabajos de alguno de los artistas más destacados de Chequia y Centroeuropa: František Kupka, Jindřich Chalupecký o Jiří y Bela Kolář son quizá los más destacados. Instalado en un viejo molino a orillas del río que se restauró y reformó para albergarlo, continente, contenido y ubicación hacen del Museo Kampa una exquisita e inesperada sorpresa en la (quizá no tan) vieja Praga.

Ciudad vieja, ciudad nueva

En la otra orilla del Moldava encontraremos la Ciudad Vieja, la Ciudad Nueva -que no les engañe el nombre: se creó en el siglo XIV- o la Praga judía… con sus rincones más que conocidos por los viajeros de todo el mundo. Pero hoy vamos a elegir otros puntos que nos remiten a esa ciudad moderna que también es la capital checa, tan europea siempre, tan lujosa y mundana cuando quiere.

En la misma Plaza de la Ciudad Vieja, por ejemplo, arranca la calle Parizska, sorprendentemente tranquila, con sus edificios hermosos de finales del XIX, muchos de ellos con puertas de exquisita decoración modernista. Es el barrio judío, pero no es la imagen que muchos podemos tener de la barriada de callejuelas modestas: el viejo gueto se demolió en el siglo XIX para crear esta zona más lujosa que ahora está llena de tiendas en las que podemos comprar las mejores joyas, probarnos la moda más exclusiva o paladear los bocados más exquisitos.

Esa Praga gozosamente capitalista contrasta de una forma casi violenta con el interesante Museo del Comunismo, a sólo unos minutos de paseo. Se trata de una colección privada que muestra cómo era la Checoslovaquia comunista, cómo intentaron los praguenses liberarse en su tristemente famosa primavera y, para los más estetas, esa estética un tanto kitsch en algunas ocasiones, grandilocuente en otras y pobre en todas que fabricaba el comunismo.

 

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Un Stalin groseramente dorado en el Museo del Comunismo.

 

En el museo verán las imágenes de las manifestaciones en la Plaza de Wenceslao, que aún hoy sigue siendo un vibrante punto de encuentro. Lejos ya de las protestas, las mayores aglomeraciones pueden generarse en los cafés, las terrazas o, como no, en la entrada del Primark.

 

A la orilla del Moldava

Nuestro recorrido por esta otra Praga puede terminar a orillas del Moldava, de nuevo disfrutando las vistas y sobre todo de lo mucho que ofrece una zona como Náplavka, en la que se ha concentrado buena parte del ambiente más joven y dinámico de la ciudad. En los viejos muelles del río hay cafés, bares y restaurantes a veces sobre el agua, hay conciertos, proyecciones de cine, puestos de libros, un conocido mercadillo de granjeros los sábados… es una zona ideal para pasar una mañana y quizá sentirse un poco menos turista y un poco más ciudadano de Praga, que es una forma excelente de ser ciudadano del mundo.

 

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La Casa Danzante de Gehry, icono de la Praga más moderna.

Un poco más arriba, siguiendo la corriente del Moldava, la sucesión de edificios históricos se ve interrumpida abruptamente por la Casa Danzante, el edificio de Gehry que se ha convertido en otro de los iconos de la ciudad. Se dice que la idea original era un homenaje a Fred Astaire y Ginger Rogers y algo de eso se ve en las formas sinuosas y como en movimiento de su fachada. Yo, en cambio, veo en ella más bien una representación de como la propia Praga danza con el viajero, llevándolo de acá para allá, descubriéndole sus muchos encantos a un ritmo especial, como bailando, con una gracia que muy pocos lugares tienen, como sólo esta ciudad única sabe hacer.


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