¿Quién podría culpar a la superlativa Praga de tapar con su fulgor otros lugares que, de no estar tan cercanos, coparían el interés de los viajeros? Nosotros, no, desde luego; y por eso es más intensa la satisfacción de descubrir, en un rincón del mapa checo, a Kroměříž.




El trayecto desde Praga en tren atraviesa el corazón de la República Checa hasta dejarnos en la región de Moravia del Este -Moravia es, junto a Bohemia y la Silesia Checa, una de las tres regiones históricas de la República Checa-. De la estación al centro de la ciudad hay que cruzar el Moldova, uno de esos ríos centroeuropeos de nombre mítico que, a nosotros, se nos antoja siempre escenario literario, y en ese corto trayecto no tarda Kroměříž en poner sobre la mesa el por qué de su apodo, la Perla de Moravia. No el único que la adorna; y de todos ellos, el que mejor le sienta es el que le otorga la UNESCO, que la reconoce como Patrimonio de la Humanidad.

 

 

Pero situémonos: la ciudad, fundada en el siglo XII en un cruce de caminos, fue elegida por el poderoso Obispado de Olomuc como lugar para levantar el Palacio del Arzobispo, la residencia de verano del prelado, que durante la Edad Media -y hasta finales del siglo XIX- detentó el poder de la región lo que fue sinónimo, durante todos esos siglos, de ser uno de los hombres más poderosos de Europa.

 

 

Los obispos cumplieron desde los orígenes de la ciudad el mandato de que el reino de los Cielos debe brillar en la tierra de los hombres: y la mejor prueba de ello es esta monumental Kroměříž, que adorna plazas y calles adoquinadas de joyas arquitectónicas del Barroco -entre las que también asoman, de cuando en cuando, sorpresas art nouveau y terrazas ideales para recordar en primera persona porqué las cervezas checas tienen fama, merecida, de estar entre las mejores del mundo.

 

 

La Plaza Grande, la Velké náměstí, es el epicentro del centro histórico de Kroměříž, una gran explanada que sirve de lugar de celebración -desde fiestas navideñas a mercados de la cosecha- y a la que se asoman casonas y palacios medievales y barrocos, entre los que destacan el Ayuntamiento, el Museo de la Ciudad -en cuyo edificio está también el Memorial Max Svabinsky, el famoso diseñador checo: no hay que perderse los cuatro mosaicos que adornan el patio del hotel Octárna, el antiguo monasterio franciscano-, y a la que se asoma ya la principal joya de la ciudad, el palacio arzobispal, el famosísimo Chateau.

 

Foto Zdeněk Urbanovský

 

 

La perezosa luz de la mañana viste sin filtros la panorámica de Kroměříž, que se despereza bajo la mirada privilegiada que regala la cima del torreón del Palacio. La vista, protagonizada por los campanarios de las imponentes iglesias de la ciudad -la de la Asunción, la de San Mauricio, la, la de San Juan Bautista…- es el premio a una ascensión de más de doscientos escalones, y que es tan solo una de las sorpresas que encierra el palacio.

 

 

 

Este Palacio del Arzobispo es un frenesí arquitectónico, digno de película -aquí se rodaron numerosas escenas del oscarizado Amadeus de Milos Forman-, un inmenso palacio con docenas de estancias donde destacan, además de la sala donde se encerró a jugar el zar, su biblioteca -con más de 90.000 volúmenes- su salón de baile de estilo rococó, tan grande que pudo albergar al parlamento del imperio austrohúngaro cuando, durante las revoluciones de mediados del siglo XIX, se refugió en la ciudad.

 

Foto Zdeněk Urbanovský

 

Y mención aparte merece la galería de arte, considerada la segunda pinacoteca más importante de la República Checa y en la que refulge, entre trabajos de Bruegel el Viejo, Van Dyck o partituras manuscritas de Mozart, Haydn o Beethoven, una de las obras más destacadas de Tiziano, El desollamiento de Marsias.

 

© Tu Gran Viaje

 

Estamos en una residencia digna de reyes: no por nada el verano de 1885 acogió al Alejandro II, que se encerró en una sala a jugar al billar durante tres días seguidos, cazó centenares de piezas de caza en los cotos de la ciudad y se relajaba, con una copa de vino que se producían -y producen- en las bodegas subterráneas del palacio, contemplando los espectaculares jardines.

 

© Tu Gran Viaje

 

Estos Jardines del Palacio se diseñaron a comienzos del siglo XVI y que desde entonces se han modificado varias veces, debido tanto a catástrofes naturales -como las inundaciones que anegaron Kroměříž en 1997- como guerras, como la de los 30 años, que asoló la ciudad. Más de 64 hectáreas de verdor con más de 200 especies de árboles, veredas, lagos, templetes e, incluso, un pequeño zoo, que son un prólogo ideal para el broche de Kroměříž: el Jardín de las Flores.

 

 

Si en una coctelera mezcláramos el clasicismo de Versalles, el ancestral gardening inglés y el Renacimiento italiano, el resultado sería el Jardín de las Flores, un mix de lo más ecléctico que es, empero, uno de los jardines más bellos de Europa. Un auténtico laberinto de setos, rosaledas y veredas entre los que se ocultan edificios ornamentales -que ocultan, a su vez, maravillas como un péndulo de Foucault-, inmensos invernaderos en los que crecen las más de 20.000 plantas que se siembran cada año. La arcada, diseñada por Giovanni Pietro a finales del siglo XVII, de 244 metros de longitud y adornada de estatuas de dioses romanos y griegos, es el mejor lugar para contemplar el damero del Jardín.

 

 

Guía práctica de Kroměříž

Cómo llegar: Kroměříž está a unos 272 kilómetros de Praga. Por carretera, la D1 es la mejor opción. Hay estación de ferrocarril pero los trenes a Praga llegan hasta la cercana Hulín, a 10 kilómetros. La compañía privada Leo Express cubre el trayecto en unas dos horas y media. 

Dónde dormir: el hotel Penzion U Kubesa, en la esquina de la Plaza Grande, es un antiguo edificio del siglo XVI reconvertido en hotel boutique. Sus habitaciones, de de aires mid-century, son amplias, bien insonorizadas y equipadas con kitchenette. Información y reservas, en este enlace.

Dónde comer: Maxmilian U Mincovny es una cervecería tradicional en una de las plazas más bellas de Kromeriz, Na Sladovnách. En la carta, gastronomía típica, en raciones contundentes, perfectas en calidad y cantidad para ser acompañadas de cualquiera de las cervezas artesanales de la carta.

 

 

 

 

Tu Gran Viaje a la República Checa