No hay modas ni caprichos de jeques árabes que puedan derrotar una verdad inmutable: la Costa Azul es -fue, y será- uno de los lugares más glamourosos del mundo, uno de esos escasos vórtices del universo donde la vida, simplemente, es mejor, y Niza, su ciudad más importante, es el espejo perfecto para contemplarse reflejado en él.
Y es que, en cualquier viaje a Niza, pasear por la Promenade des Anglais o las callejuelas de la vieja Niza una mañana cualquiera de otoño es hacerlo bajo una luz por la que artistas de todas disciplinas -de Cartier Bresson a Graham Greene, de Mick Jagger a Orson Welles– han mostrado su rendido enamoramiento; y tú, también.
Pasea sin prisa por entre los puestos del Mercado de las Flores y compra un racimo de lavandas, unos jabones artesanales o un poco de queso; sube a lo alto de la Colina del Castillo para otear un horizonte de yates y Mediterráneo bendito; mira al cielo en la plaza Massena y contempla las siete estatuas colgantes de Jaume Plensa…
Los placeres de Niza
En tu gran viaje a Niza, piérdete por el dédalo de callejuelas de este centro histórico de la ciudad y, con un poco de suerte, toparás con la puerta del restaurante Oliviera (y si no fuera así, toma nota de su dirección: 8 bis rue de Collet). No te inmutes ante el aparente desorden del local, simplemente entra y déjate recomendar por su propietario y chef, Nadim Beyrouti, las exquisiteces de temporada -siempre regadas con abundante y excelente aceite de oliva. Ten la seguridad que siempre recordarás y recomendarás la experiencia gastronómica del que probablemente sea el mejor restaurante de la ciudad (y eso es mucho decir, lo sabemos).
Para dormir, date un baño mitómano y artístico en el Windsor Hotel (11 rue DalPozzo). La sombra de sus buganvillas y las obras de arte de las habitaciones velarán el mejor de los sueños, el de los enamorados de Niza, donde la vida es (más, pero mucho más) bella. Y es que pocas cosas conocemos en Tu Gran Viaje más efectivas para reconciliarse con todo que un viaje a Niza…