Hay islas mágicas, únicas y diferentes a todas las demás. Y, luego, está Fuerteventura: un lugar de cuento, una puerta a un universo diferente a este y donde todo -el océano, los sabores, el viento- se conjuga para regalarte una de las experiencias viajeras más intensas que podrás vivir jamás. Así es el verano en Fuerteventura, Gran Viajero.

 

 

Una sinfonía de colores

Desde el avión que nos lleva a Fuerteventura se adivina el carácter de la isla. Fuerteventura está pintada de mil tonalidades de ocres, marrones, amarillos y grises: tierra volcánica atravesada por senderos y caminos y salpicada de pueblecitos, calderas, conos y granjas sobre la que, de cuando en cuando, asoman su perfil morros y volcanes extintos que, muchos de ellos, besan las aguas del Atlántico, marcado aquí por más de 320 kilómetros de litoral entre los que se esconden algunas de las mejores playas que verás jamás -no por nada llaman a Fuerteventura “la playa de Canarias”. Parajes y sensaciones para todos los paladares viajeros.

Un lugar ideal para comenzar a disfrutar de viaje a Fuerteventura es el parque natural de las Dunas de Corralejo. En el norte de la isla, en cuanto pongas pie sobre ellas notarás la magia: las dunas -que se extienden por más de 2.500 hectáreas y acarician el mar formando una sucesión de playas que supera los ocho kilómetros de largo- son de arena organógena (de polvo de caparazones marinos) y tu paseo calmado sobre ellas, con el rumor del viento -si lo hay- como única banda sonora, y mientras dejas perder la vista en la inmensidad de las dunas y del océano, adornado por la cercanísima isla de Lobos -otro paraíso natural también protegido, y al que puedes llegar en ferry desde Corralejo en solo quince minutos-, hará descender tus pulsaciones, ahuyentará cualquier síntoma de estrés y te reconciliará con el mundo: una sensación con la que Fuerteventura te va a arropar durante todo tu viaje.

 

Dunas de Corralejo. Viajar a Fuerteventura | Tu Gran Viaje
Dunas de Corralejo © Tu Gran Viaje

 

Desde allí, llegar hasta la población de La Oliva es hacerlo bordeando una de las zonas más agrestes de Fuerteventura, el Malpaís de la Arena, un paraje protegido de lava solidificada de casi 900 hectáreas que se extienden alrededor del volcán extinto de La Arena, de 420 metros de altura, y que es una sucesión de antiguos cráteres, lomas y planicies donde la lava es la caprichosa protagonista. De muy fácil acceso es el Calderón Hondo, en cuya cima hay un mirador desde el que contemplar su cráter, de setenta metros de profundidad.

 

Malpaís de Arena, Fuerteventura | Viajar a Fuerteventura | Tu Gran Viaje
Malpaís de Arena © Tu Gran Viaje

 

Ya en La Oliva, que fue la capital de Fuerteventura hasta mediados del siglo pasado, cuando se trasladó la capitalidad a Puerto del Rosario, aguardan dos de los puntos históricos más interesantes de la isla: la Casa de los Coroneles, un complejo de mediados del siglo XVII en el que residía el Coronelato, la institución que durante siglos fue la máxima autoridad de la isla, y la iglesia de Nuestra Señora de La Candelaria, de finales del siglo XVI. Y todo ello, con la vigilancia de un auténtico monumento natural, la montaña de Tindaya, con sus más de trescientos grabados prehistóricos y el proyecto de Chillida.

 

Iglesia de Nuestra Señora de La Candelaria © Tu Gran Viaje
Iglesia de Nuestra Señora de La Candelaria © Tu Gran Viaje

 

La otra escala imprescindible del norte de Fuerteventura es El Cotillo, un encantador pueblo de pescadores que conserva todo su sabor, donde están algunas de las mejores playas de la isla -Los Lagos, Los Charcos, La Concha, Piedra Playa- y muy popular por sus espectaculares atardeceres: contemplar cómo cae el sol sobre el océano desde el Castillo del Tostón -una fortaleza del siglo XV a un paso del pueblo-, con El Cotillo a tu derecha y Piedra Playa a tu izquierda, es un espectáculo que no te puedes perder. Y para seguir disfrutando de tanta belleza y tanta paz, nada como la terraza colgada restaurante El Mirador, y paladear un riquísimo cherne a la plancha con mojo y papas y una cerveza fría escuchando el rumor de la marea.

 

El Cotillo © Tu Gran Viaje | Viajar a Fuerteventura
El Cotillo © Tu Gran Viaje

 

Al sur de la muralla: Cofete

Los dos reinos -el de Maxorata y el de Jandía– que antes de la conquista de los españoles se repartían la isla tenían su frontera en una muralla que atravesaba de lado a lado el istmo de La Pared, y que a nosotros nos sirve para arrancar la ruta por el sur de Fuerteventura. En Costa Calma hay excelentes playas y el famoso Oasis Park, un zoológico y jardín botánico que es, además, la mayor granja de camellos de Europa, y un lugar ideal para disfrutar en familia, pero nosotros continuamos más al sur, rumbo a uno de los tesoros más espectaculares de Fuerteventura: la playa de Cofete.

 

Panorámica desde el Mirador del Barranco de los Canarios © Tu Gran Viaje
Panorámica desde el Mirador del Barranco de los Canarios © Tu Gran Viaje

 

Una hora y media de pista sin asfaltar -pero en excelente estado- repleta de curvas -y donde hay de repente regalos como el impresionante mirador del Barranco de los Canarios-, y que cruza el poblado de Cofete, es el peaje que hay que pagar para llegar a uno de los parajes más espectaculares no solo de Fuerteventura, sino de todo Canarias: la playa de Cofete, un arenal virgen de catorce kilómetros de largo que es uno de los mejores lugares del mundo para la práctica del kitesurf -no tanto para el baño: los vientos son realmente fuertes- y sobre el que se yergue, empequeñecida por las laderas volcánicas del macizo de Jandía que caen sobre el océano, un lugar envuelto en la leyenda, Villa Winter, una mansión abandonada que perteneció a un millonario alemán relacionado con los nazis y que despierta desde hace décadas la imaginación de periodistas e historiadores.

 

Playa de Cofete © Tu Gran Viaje | Viajar a Fuerteventura
Playa de Cofete © Tu Gran Viaje

 

Gigantes en las alturas

Y, justo cuando podrías pensar que el verde es inédito en Fuerteventura, las carreteras ascienden hasta el interior de la isla para demostrarte que no, que el verde, en Fuerteventura, también existe. Lo compruebas en el mirador Morro Veloso, que el lanzaroteño César Manrique diseñó en el monte Tegú, uno de los puntos más altos de la isla, y en el mirador de Guise y Ayoze, donde dos estatuas de los últimos monarcas de la isla antes de la conquista reinan en su mirador sobre el Valle de Santa Inés y que sirve, además, de puerta de entrada al bellísimo pueblo de Betancuria.

 

Mirador de Guise y Azoye © Tu Gran Viaje | Viajar a Fuerteventura
Mirador de Guise y Azoye © Tu Gran Viaje

 

Betancuria, la capital histórica de las islas Canarias, descansa entre bancales con un aire reposado que contagia a quien la visita. El pequeño pueblo fue fundado en 1404 por el normando Juan de Bethencourt, y fue el primer asentamiento europeo de Fuerteventura. Sus calles empedradas de construcciones coloniales pintadas de blanco son un paseo precioso en el que sobresalen la Iglesia de Santa María, que fue catedral, y el museo Arqueológico, donde conocer rápidamente la rica historia de Fuerteventura y que es el broche ideal para un viaje repleto de estímulos viajeros: tu viaje a Fuerteventura.

 

Betancuria © Tu Gran Viaje | Viajar a Fuerteventura
Betancuria © Tu Gran Viaje