En la esquina más oriental de esa Cantabria infinita que nos tiene enamorados aguarda una ciudad repleta de estímulos y propuestas con las que llenar un fin de semana. Bienvenid@s a Castro Urdiales, Grandes Viajer@s.
Patrimonio, gastronomía, playas, naturaleza… Castro Urdiales, acariciada por el mar Cantábrico y abrazada por prados de un verde tan infinito como la Cantabria a la que pertenece, está repleta de razones para perderse por ella en cualquier momento del año y disfrutar a tope de ella. Castro Urdiales -o Castro a secas, como la llaman quienes la conocen- es una ciudad elegante, de gran calidad de vida y, sobre todo, marinera.
Las aguas del Cantábrico han modelado durante siglos su carácter y fisionomía: basta pasear por sus playas urbanas, por su paseo marítimo o contemplar a la ciudad desde el parque de Cotolino o lo alto del cerro de Santa María para comprobar cómo Castro se abre al mar.
Castro Urdiales monumental
Es precisamente en este cerro donde están algunos de los más imprescindibles lugares que ver en Castro Urdiales: el faro, el castillo, la iglesia de Santa María de la Asunción, la ermita de Santa Ana y el puente medieval, al que también se conoce como puente romano, y que conectaba la ermita de Santa Ana, levantada en lo alto de una roca, con el cerro. Hoy, tras avatares de todo tipo -guerras, derribos, tormentas- solo se conserva un arco, bajo el que se ha construido una piscina que embalsa a través de la piedra un entrante del mar, cuyo volumen de agua varía de acuerdo con la marea, conviertiéndose en todo un espectáculo cuando llega la pleamar.
Sobre la ciudad reina el Faro de Castro Urdiales, una construcción del siglo XIX adosada al Castillo -uno de los pocos que se conservan en Cantabria-, construido a mediados del siglo XII y que, junto a la iglesia de Santa María de la Asunción, formaba el perímetro defensivo de la zona vieja de Castro Urdiales que cerraba la muralla (que estaba diseñada de tal modo que, en caso de ataque, los castreños podían refugiarse en el cerro y escapar por el mar). Hoy, en el castillo, se realizan exposiciones y eventos culturales de todo tipo.
La iglesia de Santa María de la Asunción es, probablemente, el monumento más conocido de Castro Urdiales. De arquitectura rotunda, fue levantada entre los siglos XIII y XV, y está considerado el monumento gótico más importante de Cantabria. La explanada que se abre ante su portada principal es escenario de todo tipo de celebraciones, y bajando por ella se accede a las calles del centro histórico de la ciudad, la Puebla Vieja.
La Puebla Vieja de Castro Urdiales
La Puebla Vieja la forman un dédalo de calles y callejuelas de gran sabor marinero. Vías estrechas de cuyas fachadas cuelgan las ropas de los pescadores, y donde numerosos bares y tabernas hacen que pasear por ellas sea toda una experiencia gastronómica, especialmente las mañanas de los sábados y de los domingos, cuando los castreños salen a tomar el aperitivo y las barras se llenan de gente y de exquisitos pinchos, en los que los frutos del mar son los protagonistas.
Toma nota de algunas sugerencias: la tortilla de La Fuente, que tiene fama de ser la mejor de España; el taco de bonito y las gildas, de El Figón de Rosa, una de las tascas tradicionales con más sabor de todo el Cantábrico; o las espectaculares rabas de La Goleta. Además, cuando pasees por la Puebla Vieja, no dejes de visitar el conjunto arqueológico de Flavióbriga, en un pequeño solar cubierto, y cuyas excavaciones han rescatado una artajea -una alcantarilla romana- y un pozo cartesiano.
Las joyas arquitectónicas de Castro Urdiales
Desde siempre, Castro Urdiales ha sido una ciudad próspera y de alto nivel de vida. Una de sus épocas de esplendor transcurrió de la mano con el desarrollo industrial del Cantábrico, a caballo entre los siglos XIX y XX, y de aquellos años nos ha quedado el aire señorial y elegante que respira la ciudad, y que se hace muy patente en varias zonas: la avenida Menéndez Pelayo (que sigue el tramo urbano de la antigua carretera N-634), a la que se asoman preciosos ejemplos de la arquitectura regionalista cántabra en forma de espectaculares chalets construidos en los primeros años del siglo XX; en la avenida de la Playa, que bordea la playa de Brazomar y entre cuyas construcciones como el chalet de Sotileza; en el paseo de Ocharán Mazas; en la plaza que se abre ante la calle de la Ronda, donde se ubica el parque de la Música, con maravillas como el Edificio Bristol, o la plaza del Ayuntamiento, donde se levanta la famosa Casa de los Chelines.
Y no hay que olvidar, en la entrada de la ciudad dirección Santander por la N-634, el cementerio de La Ballena, uno de los mejores -y más teatrales- ejemplos de la arquitectura funeraria española, diseñado por el arquitecto Alfredo de la escalera a finales del siglo XIX, y donde sus calles caen en pendiente, dando todo el protagonismo -y toda la paz- de un Cantábrico que es el marco perfecto.