Viajar a la Costa Blanca de Alicante es una de las opciones preferidas por viajeros de todo el mundo para pasar sus vacaciones de verano y disfrutar de sus playas, sus chiringuitos, sus hoteles, sus pueblos…
Con sus doscientos cuarenta kilómetros de litoral alicantino, viajar a la Costa Blanca se convierte, siempre, en un plan estupendo para disfrutar de las vacaciones de verano. Playas de bandera azul y pueblos con encanto y mucha historia que coexisten, de una manera natural, con grandes desarrollos turísticos en los que caben propuestas de ocio para todos, lugares escondidos y joyas viajeras que, aunque no lo sospecharas, te dejarán sin habla y donde vas a descubrir el más puro dolce fare niente mediterráneo.
De la foodie Dénia a la Calpe romana
Arrancamos nuestro ruta por la Costa Blanca de Alicante en Dénia, destino tradicional de sol y playa, punto de partida para muchos de los ferries que navegan hasta Baleares y, desde hace unos años, un destino foodie de primera gracias al chef tres-estrellas Michelín Quique Dacosta, que imparte su magisterio en el Quique Dacosta Restaurant y a los innumerables restaurantes que se agolpan en una de las calles más “sabrosas” no solo de la Costa Blanca sino de toda España, la carrer de les Monges, donde los tentaciones en forma de “espencat” (verdura asada: pimiento, tomate, berenjena, cebolla), “la llandeta”, el “suquet de peix”, los erizos de mar o las famosas gambas rojas de Dénia a buen seguro harán que detengas tu camino…
Una vez que hemos tomado fuerzas -de las más sabrosas-, seguimos ruta rumbo a Jávea, enclavada en un escenario natural simplemente privilegiado, entre el parque natural del Montgó, el Puig de la Llorença, y el cabo de la Nao, dominando una bahía donde, cuando cae la noche, las luces de los restaurantes y los bares titilean como joyas engarzadas.
Calas, pinares, acantilados y escenarios de leyendas de corsarios jalonan la costa entre Jávea y el siguiente gran punto de la Costa Blanca, Calpe: desde la punta del Arenal -donde se encontraba una de las mayores factorías romanas de garum, la célebre salazón- nos esperan el cabo Negre, la cala de la Granadella y los pueblos de Teulada-Moraira -con su torre del Cap d’Or- y Benissa -con calas como la de La Fustera- hasta llegar a Calpe, a los pies del imponente Peñón de Ifach -que además de ser Parque Natural divide la ciudad en dos- y donde, por encima de su imponente oferta turística, nos interesan atractivos como las playas de La Fossa o Cantal Roig o el yacimiento romano de los Baños de la Reina.
Altea, uno de los pueblos más bonitos de España
Altea es una caja de muñecas en forma de pueblo blanco de callejero intrincado donde el tiempo se ha detenido y la luz del Mediterráneo es más pura que en ningún otro sitio. Casas encaladas de pescadores que se han convertido en coquetas boutiques y restaurantes bio que se esconden en El Fornet, el dédalo de calles del centro de la población que está a la sombra de las dos cúpulas de la iglesia de Nuestra Señora del Consuelo, el emblema de Altea junto con la torre de Bellaguarda, la antigua torre de vigilancia, todo en esta vida cobra sentido: paseando entre sus tiendas, tomando el fresco en sus terrazas, disfrutando de un buen pescado en cualquier restaurante tradicional de la calle Concepción.
Pero hay también un Altea bañado por el mar, al otro lado de la Nacional 322, en el que se alternan playas como La Olla o La Roda, con calas como las de Mascarat o la de la Solsida.
Bienvenidos a Benidorm
Todo el mundo conoce Benidorm. Con dos playas simplemente espectaculares -la playa de Levante y la playa de Poniente, separadas entre sí por un pequeño tramo del casco antiguo-, la capital de la Costa Blanca es mucho más que el templo al hedonismo internacional que todos conocemos: hay un Benidorm para deportistas que nos espera en la Isla de Benidorm, frente a la cala de Mal Pas y a apenas un cuarto de hora de travesía en barco desde la ciudad, y que es ideal para la práctica de de los deportes náuticos, además de ser hogar de varias especies protegidas (la isla es una reserva marina protegida).
Y es que en Benidorm siempre hay un plan idóneo: desde ir de compras en sus mercadillos -el Mercadillo de Foietes; el Mercadillo Pueblo, y el Mercado El Cisne-, puede ser disfrutar de sus parques temáticos y, naturalmente, su oferta de ocio nocturno, con docenas de locales repartidos por el paseo de Levante, el casco antiguo -conocido como “la zona inglesa”-, la calle Esperanto o la Nacional 332.
De Villajoyosa a Torrevieja: playas y naturaleza
Los clásicos nunca mueren porque aguantan impertérritos el paso de las generaciones… ¿Cuántos españoles han pasado sus vacaciones de verano o, incluso, han descubierto el mar lanzándose a las aguas de las playas de Villajoyosa, del Campello, de Alicante, Santa Pola? ¿O en las de Guardamar del Segura, Torrevieja o las de playas de Orihuela Costa? Esta zona de la Costa Blanca sigue siendo el destino preferido del turismo familiar patrio, auténticos hitos veraniegos que son, ya, parte del imaginario colectivo…
Pero este tramo es, también, un escenario para la naturaleza mediterránea más auténtica, esa que ha resistido todos los embates y que se protege y se cuida en el palmeral de Elche -esas más de doscientas mil palmeras incrustadas en la ciudad-, el parque natural del Hondo, las salinas de Santa Ponsa o el parque natural de las lagunas de la Mata y Torrevieja. Estos son los últimos apuntes de un cuadro bañado por la luz más bella del mundo, la del Mediterráneo.