Bogart nunca estuvo en Casablanca, pero eso sólo hace más grande la leyenda de la ciudad más importante de Marruecos, repleta de estímulos y secretos viajeros que aguardan en las calles de su medina, en sus avenidas art-decó, en la futurista Casablanca Marina, en el paseo marítimo de La Corniche… 




Casablanca es un caleidoscopio viajero donde conviven fusionados el Marruecos más tradicional y el más cosmopolita, y la suma de ambos resulta inolvidable por lo sorprendente y auténtica. Pasear por Casablanca es toparse con un barbero afeitando a sus clientes en una callejuela típica de la medina, y recrearse en las lujosas fachadas art decó que se asoman a las avenidas y bulevares que no desentonarían en París o Marsella, o de una imponente puesta de sol degustando un cóctel en La Corniche, el mítico paseo marítimo, repleto de espectaculares villas, cafés y terrazas en la playa, que se extiende desde la mezquita de Hassan II (la segunda más grande del mundo y que además está abierta a los no musulmanes) al faro de El Hank.

 

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Toda la vida de Casablanca pasea por su calle principal, el bulevar Mohammed V, donde está el Cinema Rialto, el histórico restaurante Le Petit Poucet y, sobre todo, el Mercado Central, un hervidero de vida en cuyas terrazas vas a disfrutar de los mejores pescados y mariscos de la toda la ciudad, traídos desde el cercano muelle.




Muy cerca, está la medina, la mágica y laberíntica medina, donde  cabe todo Marruecos: artesanos y comerciantes, llamadas a la oración, aromas de los hammams… y, por supuesto, su famoso Zoco de las Aceitunas. Perderse en las callejuelas laberínticas de la medina es la mejor manera de entender el carácter de la ciudad.



La mejor puerta de entrada a Casablanca es la puerta de Marrakech, dominada por su torre del reloj. Recorriendo la medina encontraremos La Sqala, la vieja fortaleza portuguesa, marcada por grandes cañones que apuntan al mar. Hoy, es un estupendo restaurante de cocina tradicional marroquí, famoso por sus ensaladas y su tajiné de pescado. Y también hay un Casablanca cultural en la Loft Art Gallery (rue Al Kaissi, 13) o en el Les Trasculturelles des Abattoirs, el antiguo matadero, reconvertido en un moderno centro de exposiciones

Y, desde luego, no se puede viajar a Casablanca sin ir al bar de Rick.  En los muros de la Medina que bordean el océano, su espíritu espera en el elegantísmo Rick’s Café (rue Sour Jdid, 248), donde camareros vestidos de smoking y fez sirven una estupenda cena amenizada por un pianista que, cuando se le solicita, interpreta As time goes by… 

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