Se está celebrando en estos días el Smart City Expo World Congress de Barcelona. Una cita ineludible en el ámbito del crecimiento urbano inteligente, al que se están sumando ciudades de todo el planeta. Pero, ¿qué es una smart city, y cómo llegar a serlo?
Si echamos la vista atrás y recordamos cuáles eran y dónde se encontraban las grandes ciudades de nuestra memoria, y cotejamos ese recuerdo con la realidad de hoy en día, la sorpresa sería, probablemente, grande. Por supuesto que megápolis como Londres, Sâo Paulo, Los Ángeles, Tokio o México DF siguen copando los primeros lugares en tamaño, población o riqueza; pero de lo que seguramente no seamos tan conscientes es de que, según Naciones Unidas, once ciudades indias superen los cinco millones de habitantes -en toda Europa lo son seis, entre ellas Madrid y Barcelona-, o que más de ciento cuarenta millones de personas vivan en las diez mayores ciudades de China. Según los datos de otra gran institución, el Banco Mundial, se estima que, en 2030, el 60% de la población mundial viva en ciudades, que cada día la población urbana mundial crece en 180.000 habitantes, y que más de 750 millones de personas viven en áreas urbanas sin viviendas adecuadas ni servicios básicos.
La magnitud de estas imponentes cifras hablan por sí solas: mejorar la calidad de la vida en las ciudades -sean éstas urbes consolidadas o ciudades en crecimiento en zonas poco desarrolladas- es, a la vez que un promesa de desarrollo, un reto más imprescindible que nunca en la historia de la Humanidad. Y a ese reto quiere darle cumplida respuesta el concepto de smart city, un anglicismo que se traduce como “ciudad inteligente”, y que llena espacios en los medios de comunicación -como este artículo- desde hace años. Pero ¿qué es una smart city? Y, más importante aún, ¿cómo se convierta una ciudad cualquiera, una ciudad como la nuestra, en una ciudad inteligente?
¿Cómo ser una smart city?
Congresos y encuentros públicos y privados -que tienen cada año en Barcelona su mayor exponente en el Smart City Expo World Congress, al que acuden más de 9.000 visitantes, 3.000 congresistas, y más de 300 ciudades y empresas de todo el mundo– seminarios y estudios… El concepto de smart city crece cada día pero, en líneas generales, puede decirse que una ciudad es inteligente cuando su desarrollo es sostenible a través de la inversión social y del uso de las nuevas tecnologías, que cuenta y potencia infraestructuras avanzadas, donde las soluciones arquitectónicas están al servicio de la comunidad y se gestionan con atención los recursos naturales, y cuando, en su desarrollo, se implican sus principales protagonistas, los ciudadanos, pero también las administraciones públicas que las gestionan, con el mandato de crear y ofrecer nuevos y más eficientes servicios. ¿El resultado? Simplemente, un lugar donde se vive mejor. Y por eso el mapamundi está repleto de puntos que marcan proyectos novedosos de smart cities que, en más de una ocasión, parecen sacados de una película de ciencia-ficción pero que sirven, también y precisamente por ello, de herramienta de debate, de generadores de ideas y soluciones: ahí están, por ejemplo, los casos de Songdo, en Corea, o Malta Smart City.
Smart Cities en España
En el caso de España, son cuarenta y nueve los municipios que forman parte de la RECI -Red Española de Ciudades Inteligentes-, y que siguen el mandato de desarrollar un modelo de gestión sostenible y mejorar la calidad de vida de los ciudadanos, incidiendo en aspectos como el ahorro energético, la movilidad sostenible, la Administración electrónica, la atención a las personas o la seguridad. Y es que en nuestro país, con ciudades cuyos tejidos urbanos se han consolidado a lo largo de los siglos e incrementos estables de población, las iniciativas tienen base más real y plausible y, por lo tanto, despiertan mucho mejor nuestro interés y expectativas. Y con garantías reales de éxito: ahí está el ejemplo que es Vitoria, paradigma de smart city no sólo en España, gracias a una apuesta decidida y continuada por mejorar la calidad de vida de sus ciudadanos con propuestas reales, asumibles y sostenidas en el tiempo, y que abarcan prácticamente todas las esferas de la vida pública y social, desde el transporte colectivo a la gestión de residuos o las ordenanzas de nueva construcción.
En cuanto a los nuevos modelos en los que se está trabajando en nuestro país, destacan varios. Es el caso de Málaga, con su proyecto Smartcity Málaga -la mayor iniciativa europea de ciudad eco-eficiente, del que se benefician más de trescientas industrias y doce mil hogares-, con el que, a través de medidas como la implementación, en edificios públicos, de sistemas de almacenamiento energético en paneles solares para su consumo posterior en la climatización de edificios, el alumbrado público y el transporte eléctrico, se está incrementando la eficiencia energética, reduciendo las emisiones de CO2, y aumentando el consumo de las energías renovables y que ha supuesto al Consistorio malacitano, en 2013, un ahorro de ocho millones de euros en la factura eléctrica; además de ser uno de los proyectos de trasformación en smart city que más interés está concitando en todo el mundo.
Otro caso de ciudad “tradicional” que está dando los pasos necesarios para ser una smart city lo encontramos en Alcorcón, en Madrid, donde se están estableciendo, a través de una app, nuevos servicios de interacción ciudadana con la administración y reporte de incidencias en diferentes ámbitos como el mantenimiento urbano, la seguridad o la localización de desfibriladores, el aprovechamiento térmico o eléctrico de la energía solar en edificaciones… Muy novedoso es también el proyecto “Smart City Valladolid y Palencia”, que reúne a las dos ciudades castellanas, muy próximas en distancia y que comparten como pulmón económico el sector de la automoción, y bajo el que se quiere desarrollar un nuevo modelo de ciudad basada en el desarrollo tecnológico, con una movilidad más sostenible y una mayor eficiencia energética, empleando para ello una red inteligente de contadores, apoyando la implantación del coche eléctrico, además del desarrollo de planes relacionados con las comunicaciones en el hogar digital, la eficiencia energética en edificios singulares, el tratamiento de aguas residuales o la organización del tráfico para que sea más eficiente.
En definitiva, las medidas encaminadas a convertir nuestras ciudades en smart cities son tan variadas como lo son sus necesidades y sus caracteres. Pero todas ellas, con un objetivo común y final: mejorar al máximo la vida de sus habitantes. ¿Y la tuya, está dando los pasos adecuados para convertirse en una smart city?