Un sinfín de historias, tradiciones y costumbres visten la Navidad en la República Checa. 
 

La Navidad ya está aquí. Nos lo recuerdan los calendarios de Adviento, el alumbrado de las calles, el turrón de las tiendas, y las películas de las plataformas televisivas. Y uno de los lugares donde esta época del año es aún más mágica es en la República Checa, que se disfruta de primeros desde primeros de mes y hasta el 26 de diciembre, y que está repleta de costumbres y tradiciones únicas, como comer carpa en Nochebuena y guardar una de sus escamas en la cartera, lanzar un zapato contra la puerta, hacer un barquito con una cáscara de nuez y colocarle una vela encendida, o colgar un abeto boca abajo sobre la mesa navideña. ¿Quién podría considerar estas tradiciones poco convencionales?

 

Así se vive la Navidad en la República Checa | Tu Gran Viaje
©Zuzana Reifová_JCCCR

 

Preparados, listos… llega el Adviento

El primer fin de semana de diciembre los hogares checos comienzan a engalanarse para las fiestas navideñas. Se recuperan los adornos del desván o se compran otros nuevos, y la esencia de la Navidad se cuela en las estancias a través de las luces, la música y los motivos navideños. Es también el momento de encender la primera vela de la corona de Adviento, en los domingos siguientes se irán prendiendo las siguientes hasta terminar el 24 de diciembre.

 

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Ese espíritu festivo que entra por la vista, se extiende también al paladar y al olfato, ya que las casas se impregnan de aroma a vainilla y canela. Las primeras tandas de galletas crujientes o de pastas salen del horno, y al remover el ponche caliente (punč) o el vino dulce (svařák), suben efluvios que te trasladan a muchos momentos felices. Preparar estas bebidas es muy sencillo: para el ponche sólo se necesita agua caliente, ron y azúcar, y para el vino, una mezcla de vino tinto, canela, clavo y corteza de limón.

 

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Con el mismo entusiasmo que los mayores reciben las galletas y el vino, los más pequeños acogen la figura de San Nicolás, un símbolo de bondad y generosidad que reparte, acompañado de ángeles y demonios, saquitos con sorpresas la mañana del 6 de diciembre. Ni Papá Noel ni los Reyes Magos, en la República Checa el ser mágico es San Nicolás. Este santo es el que decide si deja, junto a sus camas, un regalo o una bolsa de carbón.

 

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©Infocenter Český Krumlov

 

Antaño las jovencitas, además de recibir con alegría los regalos de San Nicolás, también se encomendaban a Santa Bárbara. El día 4 de diciembre, onomástica de la virgen, aquellas chicas casaderas cortaban ramitas de cerezo (baborka) y las colocaban en un jarrón. Si florecían antes de Nochebuena, ese año se desposarían. Y si no ocurría… eran pocas las probabilidades.




De los mercadillos navideños a los árboles con erizos

Este año los mercadillos navideños faltarán a su habitual cita en la República Checa. En un ejercicio de responsabilidad ante la actual situación sanitaria las autoridades lo han desaconsejado. No sólo los checos los echarán de menos, también los miles de visitantes que cada temporada acuden al país. En 2019 llegaron más de 700.000 turistas, deseosos de compartir alegría, villancicos y ponche caliente. En las próximas fiestas no habrá ese aroma a canela, a clavo y vainilla que envuelve los mercadillos, pero, al menos, se verá un abeto de Navidad de 19 metros en la Plaza de la Ciudad Vieja de Praga como símbolo de estas fechas.

 

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Se cree que la tradición de colocar un árbol en las casas fue importada a Chequia por Johann Carl Liebich, director del Teatro de los Estamentos de Praga, en el siglo XIX. Este alemán organizó una gran fiesta navideña, en el palacio de Šilboch, para su entorno aristocrático y colocó un abeto con multitud de adornos y regalos para sus invitados. Y, poco a poco, se fue convirtiendo en uno de los símbolos navideños, no sólo en Praga sino en todo el país.




Los adornos del árbol también han ido evolucionando con el tiempo, inicialmente fueron papeles brillantes y dulces o frutas exóticas –con las que se marcaba el estatus de cada hogar–, después se añadieron velas encendidas, y ahora lo que prima son las figuras artesanas de madera, paja o vidrio. Lógicamente, cada región checa aporta su tradición particular, así en la zona de Bohemia, siempre han sido muy populares los adornos realizados con vidrio.



Nochebuena y Navidad con sabor checo

Como en casi todos los países del mundo, en la República Checa la gastronomía forma parte de los actos festivos. El 24 de diciembre, uno de los días grandes, los checos preparan el estómago para el festín que se avecina por la noche. Ayunan casi todo el día o tratan, al menos, de que sean platos ligeros y sin carne, ya que es día de Cuaresma. Una receta vegetariana muy popular es el Kuba, que se prepara con granos de cebada y setas.

 

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La cena de Nochebuena, tras este semi ayuno, es acogida con alegría, y, por supuesto, tiene como protagonista a la carpa. Es habitual comprarla viva unos días antes y dejarla en la bañera hasta el momento de cocinarla, con el consiguiente riesgo de que los niños se encariñen con ella… Se suele preparar frita y acompañada de una ensalada de patatas. A la carpa no se le deben quitar las espinas, tiene unas 300, para que el tiempo compartido en la mesa sea mayor. Una vieja costumbre es colocar una escama debajo de cada plato para atraer la buena suerte durante el año, y otra en la cartera para que no falte el dinero.

 

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Otro elemento que no puede faltar en Navidad es la trenza navideña, un postre cargado de simbolismo. Al elaborarla, su masa se divide en nueve partes iguales que se colocan en tres filas que luego se trenzarán. Las cuatro partes de abajo representan los cuatro elementos, las tres del centro son el sentimiento, la razón y la voluntad; y las dos de arriba, el conocimiento y el amor, la parte más elevada del ser humano. La trenza lleva pasas en su interior y se decora con almendras, una auténtica delicia.




Tras la cena, las familias checas acuden a escuchar la ‘Misa checa de Navidad’, la misa más popular del compositor Jan Jakub Ryba. Este maestro, organista y director del coro de la iglesia de Rožmitál pod Třemšínem dejó centenares de melodía sacras y de misas.

 

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Villancicos y juegos para Nochebuena

 

Dejando a un lado el ambiente solemne de las iglesias, hay que mencionar que a los checos les gusta cantar villancicos, sin zambomba y con mucha solemnidad, como habréis comprobado en los mercadillos navideños de las pasadas ediciones. Y también son amigos de los juegos. Uno de los tradicionales en estas fiestas consiste en que las jóvenes solteras se coloquen de espaldas a la puerta y lancen un zapato hacia atrás. Si la punta al caer mira hacia la puerta, se casará en menos de un año, pero si apunta hacia ella, no conocerá al amor de su vida.




Para el siguiente juego necesitáis una cáscara de nuez donde hay que colocar una pequeña vela. Se prende y se deja flotando hasta que se apague; el artífice del barquito que tarde más en apagarse será el que tenga una vida más prolongada.

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Con San Esteban se acaba la fiesta

El 26 de diciembre, día de San Esteban, se terminan oficialmente las celebraciones navideñas y se dicen misas en honor al santo. Antes era habitual que en los pueblos los niños fuesen ese día de puerta en puerta cantando villancicos, pero ahora se hace menos. Lo que sí se mantiene es la tradición de comer un plato que lleve oca en dicha jornada festiva.

 

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Mercadillos de Navidad en Pilsen. © Shutterstock

 

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