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Desde tablas mesopotámicas a ánforas etruscas, pasando por momias egipcias, esculturas griegas y las más rotundas obras maestras del Renacimiento, ante cuya belleza sentirás que te falta el aliento; y, por encima de todo, literalmente, la Capilla Sixtina…Todo eso -y más, mucho más- te está esperando en tu visita a los Museos Vaticanos, un escenario que no puede faltar en tu pasaporte viajero.

Vamos a ser cautos y no pecar de exagerados al decir que hay pocos lugares en el mundo donde la belleza imperecedera del arte se muestre con tanta rotundidad como lo hace en los Museos Vaticanos. Y es que, ya seas un amante del arte o no, muy probablemente sentirás el síndrome de Stendhal al visitar los Museos Vaticanos, el corazón de la Ciudad del Vaticano. Se trata probablemente de la mejor colección de arte del mundo, repartida por diferentes edificios, jardines y galerías de la Ciudad del Vaticano, y cuya visita tiene como colofón la Capilla Sixtina.

Tu visita a los Museos Vaticanos

Este Gran Viaje por lo mejor del arte universal en salones, galerías, jardines y monumentos repartidos por la Ciudad del Vaticano es un recorrido de unos siete kilómetros en los que estarás acompañado de miles de viajeros venidos de todo el mundo. Por eso, cuando comiences tu visita a los Museos Vaticanos, tal vez te llame la atención la cantidad de gente que está guardando cola en su puerta. Eso es algo muy fácil de evitar, reservando online aquí una entrada VIP para visitar los Museos Vaticanos y la Capilla Sixtina sin tener que hacer cola… y así, disfrutar al máximo de tu visita.

 

Y es que, cuando el cardenal Giuliano della Rovere, un grandísimo amante de las artes, fue elegido Papa en 1503 con el nombre de Julio II, tal vez no sospechaba que su colección sería el origen de la que, probablemente, es la colección de arte más impresionante del mundo. Nada más ser elegido Papa, trasladó sus esculturas al Patio Octógono, que hoy conocemos como Patio de las Esculturas, un gran jardín del Patio de Beldevere de Inocencio VIII y en torno a cual, a partir de entonces, se construyeron edificios conectados entre sí por galerías y pasadizos, que se fueron ampliando con el paso de los siglos y los diferentes papados, para albergar las sucesivas colecciones de arte.

El Museo Pío Clementino y la Galería de los Mapas Geográficos

Hoy, este Patio de las Esculturas, repleto de obras maestras -el Apoxyomenos, el Laoconte, el Apolo del Belvedere, el Torso del Belvedere, el Braschi Antinous…- es el lugar más destacado del Museo Pío Clementino, la primera escala de tu visita a los Museos Vaticanos, y que fue el primero de todos ellos.

El Museo, dedicado al arte greco-romano, debe su nombre a dos papas del siglo XVIII -Clemente XIV y Pío VI- y alberga, además de la colección de esculturas de Julio II, obras sumadas durante los siglos posteriores gracias a adquisiciones y descubrimientos en yacimientos de los territorios papales: esculturas y bustos, obras funerarias -sarcófagos, altares, mosaicos…

Aquí, en el Museo Pío Clementino, está la escalera más famosa del mundo, la escalera de Bramante: una maravilla arquitectónica que es, a la vez, el mayor trampantojo que se ha realizando nunca. Un prodigio que pone a prueba nuestros sentidos: la escalera de caracol, de mármol e imponentes columnas dóricas, parece, simplemente, infinita. Fue diseñada por Donato d’Angelo Bramante de tal modo que el papa Julio II pudiera ascender en carruaje a sus aposentos privados. Hoy en día, la escalera está cerrada al público, y solo puede ser visitada reservando visitas guiadas como esta 

Las Galerías de los Museos Vaticanos

En el Museo Pío Clementino está también la famosa Galería de los Candelabros, construida en 1761 y techada a finales de ese siglo, y que alberga estatuas romanas que copian obras griegas y que fueron esculpidas entre los siglos III y I a.C., y en cuyos arcos destacan los enormes candelabros que le dan nombre y que están datados en el siglo II d.C.

A todo Gran Viajer@ le apasionan los mapas, así que te quedarás boquiabierto cuando pasees por la larga Galería de los Mapas Geográficos, una maravilla renacentista decorada con los frescos de cuarenta mapas de las diferentes regiones italianas que el artista Ignazio Danti pintó entre 1580 y 1585 y con la que pretendió que el visitante -¡y ese eres tú!-, al pasear por la Galería, lo hiciera, según decía, “como si estuviera paseando por los Apeninos, espina dorsal de la península itálica”. ¡Y lo consiguió!

Nunca se han realizado tapices como los de los talleres flamencos del Renacimiento. Son auténticas obras de arte que, desde el momento en que salían de los telares de las ciudades flamencas, se convertían en codiciadas piezas de coleccionista que, naturalmente, no podían faltar en la colección de arte de los Museos Vaticanos. El papa Clemente VII encargó los tapices al taller del bruselense Pieter van Aelst, que siguió los diseños de los discípulos de Rafael. Fueron expuestos por primera vez en 1531 en la Capilla Sixtina, y desde 1838 pueden ser contemplados en esta Galería de los Tapices.

Rafael, artista vaticano por excelencia

El nombre de Rafael es indisoluble del de los Museos Vaticanos. En 1508, el papa Julio II confió a Rafael la decoración de parte de sus aposentos privados, en el que sería el primer encargo público que recibiría el jovencísimo pintor, y reciben desde entonces el nombre de las Estancias de Rafael -la Estancia de la Firma, la Estancia de Heliodoro, la Estancia del Incendio del Borgo y la Sala de Constantino-, que están decoradas por sus frescos, en los que trabajó entre 1508 y 1524, y entre los que se encuentran obras maestras del arte de todos los tiempos como La disputa del Santísimo Sacramento, La Escuela de Atenas, La liberación de San Pedro… Quinientos años más tarde, siguen despertando la admiración de quienes las contemplan.

El Renacimiento en estado puro

Si a estas alturas de tu visita a los Museos Vaticanos y, tras tanta y tanta belleza, aún no has sentido moverse el suelo bajo tus pies, lo harás al pasear por las salas de la Pinacoteca Vaticana. Sus paredes encierran tanto arte como historia: la colección fue creada por Pío VI a finales del siglo XVIII con 118 obras, y fue saqueada pocos años después por las tropas de Napoleón. Fueron recuperadas años después y, desde entonces, la colección no ha dejado de crecer, hasta alcanzar la cifra aproximada de 460 cuadros, expuestos en 18 salas, y entre los que destacan obras maestras como El poliptico Stefaneschi, de Giotto y sus discípulos, dos de RafaelLa transfiguración y La Madonna de Foligno– y El Descendimiento de Caravaggio; también hay obras de Tiziano, Fra Angelico

Pero, con todo, este viaje increíble por el Renacimiento no te ha preparado para lo que viene ahora. No hay nadie que, al visitar los Museos Vaticanos, no se conmueva hasta la médula al entrar en el último de sus escenarios: la Capilla Sixtina. Millones de personas -más de seis, en concreto- se lanzan cada año a viajar al Vaticano para, sobre todo, visitar la Capilla Sixtina, construida entre 1475 y 1481 durante el papado de Sixto IV, del que tomó el nombre.

No podría haber un colofón mejor para tu visita a los Museos Vaticanos que este: pasear despacio, saboreando este momento único en la vida, por uno de los escenarios más importantes de la historia (es aquí donde se desarrollan los cónclaves que, desde hace siglos, nombran al Papa) bajo la mirada de las obras de Botticelli, Rosselli y, sobre todo, Miguel Ángel, el gran artista renacentista -¡perdón, Rafael!-, que durante casi tres décadas trabajó en la Capilla Sixtina.

Detrás del altar aguarda el rotundo Juicio Final, una de las composiciones renacentistas más absolutas, para la que, mientras trabajó en la obra, Miguel Ángel miró y miró a su alrededor para robar caras y cuerpos y transportarlos al fresco.

Pero, sobre todo, en la Capilla Sixtina hay que mirar hacia arriba. Más de 460 metros cuadrados del arte más bello de la Humanidad se concentra en la bóveda de la Capilla, con La creación de Adán como faro al que todos los visitantes levantamos la mirada para no querer bajarla nunca: la emoción que se siente al ver en persona el encuentro entre Dios y Adan transciende de todo sentimiento religioso, y es el talento pictórico de Miguel Ángel el que nos habla al corazón y nos hace creer que, si parpadeamos, vamos a perdernos el chisporroteo que saltará en cuando se toquen Adán y Dios: porque es tal la inmersión que nos produce, que creeremos que se tocarán…

El escenario donde terminar de visitar los Museos Vaticanos es uno de los más icónicos: la escalera de doble hélice que, inspirada en el diseño tan rompedor y contemporáneo de la escalera de Bramante, construyó en 1932 el arquitecto Giuseppe Momo y que es la que utilizamos al salir y terminar nuestra visita a los Museos Vaticanos, con la retina repleta de arte y el corazón henchido por haber contemplado tanta y tanta belleza.