La esquina más occidental de Croacia es un seductor cruce de caminos donde el legendario Mediterráneo croata se tiñe de veneciano. ¡Bienvenidos a Istria!

La península de Istria es una perla encajada entre Italia y Eslovenia que se asoma al Adriático y en cuyos pintorescos puertos no es raro que los pescadores hablen en italiano, las colinas de olivos son pespunteadas por pueblos de campanarios venecianos, hay un trozo de Roma o de Venecia en casi cualquier lugar y, por supuesto, sus playas son un agua tan cristalina que se ha convertido en motivo de orgullo nacional. El león de San Marcos -el símbolo de la Serenísima República de Venecia- vigila en los chaflanes y las fachadas del racimo de calles que da forma a Rovinj -o Rovigno, que el italiano es lengua oficial en Istria-, un pueblo asentado en una península artificial que es una Venecia enfrascada en una islita conectada a la costa por un canal desecado hace más de dos siglos y que es, merecidamente, uno de los lugares más populares y decididamente bellos del país.

 

Rovinj, Croacia. Foto © Tu Gran Viaje
Un atardecer cualquiera en Rovinj. © Tu Gran Viaje

 

Subir al caer la tarde al campanario de la iglesia de Santa Eugenia, el punto más elevado de la ciudad, y uno de los edificios barrocos más altos del Mediterráneo, y contemplar cómo se rompen en mil tonos los colores de las calles apelotonadas unas contra las otras, es un fogonazo de placer viajero que reconcilia a quien lo siente con todo.. Otro punto ineludible es el Arco de Balbi, datado en el siglo XVII, que se encuentra el lugar donde se erigía la antigua puerta de la ciudad. Conduce a la calle Grisia. En un lado, se encuentra el busto tallado de un turco y, al otro, el de un veneciano.

 

Puerta con el león veneciano en Rovinj, Croacia
El Arco de Balbi, en Rovinj

 

James Joyce -bueno, una estatua que le representa- vigila a quienes hoy pasan por debajo del Arco del Triunfo de los Sergios, la principal puerta de entrada en Pula, la ciudad más importante de Istria y una población calma de apenas cincuenta mil habitantes que es la capital de la región desde tiempos de los romanos. Entonces, ya era uno de los principales puertos del Imperio -como lo fue del imperio austro-húngaro-, y hoy sigue conservando en casi cada esquina con orgullo su herencia romana. Su Anfiteatro, una elipsis con un aforo de 23.000 plazas, es uno de los seis que se conservan en todo el mundo; el templo de Augusto o el Fórum son otros dos recuerdos romanos de una ciudad donde también hay pinceladas ortodoxas, medievales, góticas y austro-húngaras.

 

Coliseo de Pula. Foto Armin Djuhic - Unsplash
Coliseo de Pula. Foto Armin Djuhic – Unsplash

 

La historia también se desparrama por el centro de la localidad de Porec en una lección de arquitectura -trazado romano, edificios góticos, renacentistas y bizantinos- en la que destaca La Eufrasiana, un complejo de edificios eclesiásticos del siglo VI formado por una basílica, una sacristía, un baptisterio y un palacio episcopal y que es Lugar Patrimonio de la Humanidad. Hay también una Istria eslava, que hace suyo el interior de la península, un territorio de pequeños pueblos donde la recolección de la trufa es la más famosa y lucrativa de sus tradiciones; pero no hay que irse de Istria sin seguir el consejo de los reyes, nobles y aristócratas del imperio austriaco que, a mediados del siglo XIX, dieron forma a la Riviera austriaca en torno a Opatija, una bucólica localidad cuyo paseo marítimo -el Lungomare– son doce kilómetros de mansiones, villas, balnearios y hoteles de puro y glamouroso joie de vivre mediterráneo nos aguarda mientras la estatua de la Madonna protege la vista de las aguas de la bahía de Kvarner.

 

La Madonna vigila el perfil de Opatija sobre las aguas de la bahía de Kvarner
La Madonna vigila el perfil de Opatija sobre las aguas de la bahía de Kvarner

Vive Tu Gran Viaje a Croacia