Ya sea a la hora de servir un simple cucurucho de patatas fritas o de envolver una caja de bombones -qué decir de la liturgia de adquirir un diamante o una chaqueta de Van Noten-, los amberinos saben cómo hacer que cualquier cosa, por ínfima que sea, rebose del más auténtico disfrute de la vida. Un intenso joie de vivre que se esconde en lugares como los que te descubrimos en la Guía Secreta de Amberes de TuGranViaje.
Aquí ya te contamos que Amberes es, este año, más barroca que nunca. Los murales gigantes de inspiración barroca te saludan a cada paso que des en el centro, la estampa de Rubens decora casi cada esquina y parada de tranvía, el centro está tan relucientemente barroco y lleno de turistas como siempre -y el Ayuntamiento, tapado por andamios: gran oooh para tu foto de Instagram-, el túnel de Santa Ana -el único paso que conecta las dos orillas del Escalda, el río que atraviesa la ciudad- mantiene su encanto art-decò… pero, ahora, el buzz de Amberes se ha trasladado a dos barrios que, todavía, están algo fuera del foco: Eilandje y Groenkwartier.
Geoffry Nijsmans se mueve como un bailarín por Oger (Lange Gasthuisstraat, 7) la tienda que dirige. Aparece y desaparece, sube y baja, y sortea al empleado de la limpieza y al cámara de Tu Gran Viaje deslizándose raudo sobre sus mocasines sin calcetines. Cuando todo está en orden -la limpieza del local, terminada; el cliente de mirada feliz, atendido y cobrado; y la butaca en que se va a sentar, en el tiro de encuadre adecuado-, Geoffry tira hacia fuera de los puños de su camisa, se sienta en la butaca e inclina la cabeza mientras el cámara le coloca el micro, y arquea levemente la espalda como si hiciera esto con frecuencia.
“Esto” es atender a un medio de comunicación y, sí, Geoffry lo hace con frecuencia: además del manager de una de las tiendas multimarca más celebradas de Amberes, es uno de los influencers de moda más seguidos de la ciudad, un auténtico trendsetter cuyo feed de Instagram es una sucesión de -solo- cosas bellas: moda masculina, relojes, coches… ¿Quién mejor que él para asegurar que “Amberes es muy inspiradora. Basta con sentarse en cualquier esquina, disfrutar de un café y echar un vistazo alrededor. En Amberes, cualquier cosa, todas las cosas, pueden pasar”.
Y es cierto. Amberes no es solo la capital económica de Bélgica -y huelga decir que de Flandes-, y una de las más pujantes de Europa (algunas razones: es la capital mundial de los diamantes, una de las más importantes de la industria de la moda, y tiene el segundo mayor puerto del continente) si no, sobre todo, es una ciudad donde se disfruta de la vida. Come rain or come shine, que decía Irving y cantaron tantos, y sea cual sea la tentación en la que caiga el viajero, por más pío que sea.
Arquitectura de vanguardia en Eilandje
Cuando atardece, si hay sol, la arenisca roja del Rajastán que cubre las paredes del MAS brilla de un modo especial. Como un faro portuario, el MAS atrae cada día a miles de visitantes, al calor de sus exposiciones temporales, de su propuesta gastronómica -en la azotea está el restaurante Zilte, comandado por el célebre chef flamenco Viki Geunes, un Dos Estrellas Michelín y, en la planta baja, uno de los cafés más populares de la ciudad, el MAS Cafe Storm– y, claro, esa azotea, desde la que se tienen las mejores panorámicas de Amberes y donde se pueden contemplar las cinco esculturas gigantes que cuelgan en un edificio cercano y que forman la instalación De Fluisteraar.
El MAS es el penúltimo -ahora hablaremos del último- icono arquitectónico de la ciudad se ha establecido, pocos años después de su inauguración, en el polo sobre el que gravita Eilandje, “la pequeña isla”, este barrio rodeado de agua que es la parte más antigua del puerto de Amberes -recordemos, el segundo más importante de Europa-, y en el que los almacenes portuarios de todo tipo, faros y atracaderos coexisten con elegantes edificios residenciales convertidos en el punto caliente del mercado inmobiliario de la ciudad, museos como el de la naviera Red Star Line, que cubrió entre 1873 y 1934 la línea marítima entre Amberes y Nueva York, y una colección muy amplia de bares, cafeterías y restaurantes de lo más cool. Y Black & Yellow (Nassaustraat, 7), donde se sirve uno de los mejores cafés de la ciudad -mérito de Jeko, su espectacular barista.
El último icono de la ciudad al que hacíamos referencia lleva la firma de la magistral Zada Hadid, que no llegó a ver inaugurado el último proyecto arquitectónico en que trabajó, la espectacular Casa del Puerto, que se inauguró en 2016 y que acoge las oficinas centrales del puerto de Amberes. El diamante, que refleja la luz del sol en las aguas del Escalda, es un evidente guiño al carácter de la ciudad, y se construyó sobre la estructura, que fue reformada, de un cuartel de bomberos del siglo XIX. Una obra maestra -otra más- del perfil urbano amberino, que puede visitarse y cuya azotea rivaliza en vistas con la del MAS.
El Groen Kwartier, el barrio verde de Amberes
Centenares de edificios art-deco de principios del siglo pasado flanquean las tranquilas calles del Groen Kwartier, el -por ahora- barrio de moda de Amberes. El que ha sido históricamente el barrio judío de la ciudad -hoy la comunidad judía, mucha de ella de raíces sefardíes, es muy numerosa- ha recibido en los últimos años un flujo importantísimo de nuevos habitantes, que huyen de la masificación y precios elevados de otros barrios para encontrar aquí su propio Eldorado y llenarlo de cafeterías, restaurantes de cocina eco, librerías, boutiques…
Exacto: parafraseando a Juan José Millás, la gentrificación era esto, y nos encanta. ¿A qué viajero no lo haría el pasear una soleada tarde de un día cualquiera contemplando la vida diaria que sale de las preciosas viviendas de Cobdenstraat o Helenalei, las jardineras repletas de hortalizas del huerto urbano de Kruidkamer, o tomando un aperol en la terraza del Bar Vert?
Además, Amberes es -también- sinónimo de cerveza (no olvidemos que estemos en Flandes, hogar de las mejores cervezas del mundo), y en es en el Groen Kwartier donde De Koninck (Mechelsesteenweg, 291), la marca amberina por excelencia, tiene su fábrica y su degustación: además de saberlo todo sobre la historia de la marca y el proceso de fabricación de sus cervezas, la entrada incluye dos degustaciones.
Y hay también un hueco para satisfacer la pasión gastro en este barrio de Groen Kwartier; al menos, toda la que puede caber -que es muchísima- en las baldas de Only Cheese (Boomgaardstraat, 1-3), donde se venden más de los 300 mejores quesos flamencos y del resto del mundo.
Otros dos planes secretos en Amberes
No se acaban los planes secretos en Amberes: muy cerca del Groen Kwartier está uno de los mejores museos de escultura al aire libre del mundo, el Museo Middelheim (Middelheimlaan 61, entrada libre), con más de 200 obras de artistas como Henry Moore, Auguste Rodin o Ai Weiwei (su emocionante Puente sin nombre), repartidas por doce hectáreas del bucólico Middelheim Nachtegalen Park. Hacer picnic contemplando semejante colección de arte es toda una experiencia.
Y otra de las sorpresas de Amberes es el mercadillo que se celebra todos los viernes por la mañana y hasta mediodía en la Vrijdagmarkt, donde está el Museo de Plantin-Moretus. No es un mercadillo con muchos puestos -apenas un par de docenas- pero lo realmente curioso es cómo se adquieren las antigüedades y objetos vintage (otros lo llaman, magnánimamente, “trastos”): pujando en una subasta con los compradores interesados. Saber algo de flamenco ayuda, pero, si no, tampoco pasa nada: con cuatro o cinco signos y ganas de comprar, te llevarás a casa ese espejo mid-century. ¡Amberes es así!