Ruta al Paraíso es el viaje solidario en moto desde Barcelona a Bora-Bora con el que el empresario Josep Coll quiere recaudar 24.000 € para el el equipo de Paliativos del Hospital San Juan De Dios de Barcelona.

Una entrevista de Mar Gil Álvarez

El sueño de la madre de Josep Coll era viajar a Nueva Zelanda y la Polinesia Francesa, que consideraba que era lo más parecido al paraíso que había en el planeta. Sin embargo, el cáncer se lo impidió. Por eso, Josep Coll se propuso cumplir el sueño de su madre y de paso, recaudar dinero para la lucha contra el cáncer. El resultado fue Ruta al Paraíso, una aventura que se inició el 13 de julio en el cementerio de Sant Feliu de Guíxols y que concluirá en enero, cuando este emprendedor y músico catalán llegue con su moto hasta Bora-Bora, en la Polinesia Francesa.

 

 

El objetivo en esta ocasión es recaudar 24.000 € para el proyecto de musicoterapia a domicilio dentro del equipo de Paliativos pediátrico del Hospital San Juan De Dios de Barcelona y lograr así una mayor calidad de vida para aquellos niños que no superarán la enfermedad.

Entrevistamos a Josep Coll para que nos cuente las aventuras y desventuras de este viaje tan especial que puede servir como hoja de ruta para quienes quieran emprender una expedición en moto en solitario por distintos países.

 

 

¿Cómo te preparaste física y anímicamente para un viaje tan largo?

Físicamente lo intenté, aunque tras cruzar solo el desierto del Gobi, en Mongolia, me di cuenta de que me tenía que haber preparado mejor. También en el último tramo de Siberia lo pasé realmente mal, llevando mi cuerpo al límite. Nunca lo había pasado tan, tan mal. Comenzó una lluvia infinita, todo se inundó, y había momentos en los que no podía mover las piernas mientras conducía. A nivel mental me he hado cuenta de que soy un inconsciente, como emprendedor también, nunca pienso demasiado las cosas, prefiero entrar en la selva y solucionar las cosas caminando. En un viaje de este tipo, en un mismo día, puedes pasar del éxtasis total al decaimiento más absoluto. Por ejemplo, amaneces en Mongolia, cabalgando como nunca, disfrutando, pero de repente empieza a llover y todo cambia, o se acaba la carretera y empiezas a ir por el desierto, por la nada, solo… mi gran pregunta es si lo volvería a hacer solo… Creo que viajar solo es mágico, pero en ciertos momentos…

A nivel logístico, ¿llevabas las etapas bien delimitadas (y las has ido cumpliendo) o has tenido que ir improvisando algunas soluciones?

Nunca planifico nada. No reservé ni un hotel, prefiero hacerlo así; si un día veo que la carretera está bien y estoy a gusto cabalgo más y si no hago menos. Sí me he impuesto la regla de no conducir de noche, aunque alguna vez me ha pillado, ya que el dirigirme hacia el este, hay días que te comías una hora de luz. No me gusta planear nada, si estoy a gusto en un sitio me quedo, si una playa me gusta me quedo, si un valle me da mal rollo me subo y me voy; al buscar donde dormir cada día me espabilo; en Mongolia, por ejemplo, buscaba poblados para pedir cobijo. Más o menos he llevado una planificación de días en un país, que he ido rompiendo en todos los casos. En Malasia estuve solo un día y Tailandia me gustó tanto que he estado casi un mes.

 

 

Estás ahora en Australia, a punto de finalizar el viaje. ¿Cuáles han sido, mirando hacia atrás, las etapas más duras?

Sin duda, Mongolia y Siberia, aunque en Japón lo pasé mal, ya que durante 6 días no puede tener internet en el móvil, los navegadores no iban y lo pasé mal, ya que no entiendes nada. Lo pasé muy mal en Bangkok, las motos no pueden ir por autopista, y tuve que cruzar la ciudad a más de 40 grados, sudando muchísimo y teniendo que parar la moto ya que se sobrecalentaba.

Hay que decir que de los malos momentos los sufres mucho después; cuando estás en el momento solo trabajas para salir de allí y no piensas dónde estás metido. En Mongolia, en la frontera con Rusia, por ejemplo, estaba todo inundado y crucé charcos que eran como ríos, que hasta el tubo de escape entraba agua, con una moto de 350 kilos y en la que no llego al suelo. En ese momento, miraba al cielo y cruzaba los dedos.

Pero sin duda ha tenido compensación por paisajes, lugares… que habrás podido ver. ¿Qué lugares que no conocieras te han sorprendido y recomendarías a los viajeros?

Mongolia es un país que recomiendo, en coche 4×4 y acompañado. Si te gusta el paisajismo es tan, tan bonito. Es un país único, la gente es maravillosa. El 85% de la gente que no vive en la capital es nómada, dormir en sus casas es una gran experiencia. Me quedo también con una isla del mar de Tailandia, Kolipe, que es una maravilla. También contraté un guía e hice toda la frontera de China y Vietnam en moto, pasamos por unos lugares impresionantes. Es un viaje que recomiendo a todos los lectores, fácil y brutal, te alquilas una moto y durante 10 días bordeas la frontera de China. A mí me gusta la soledad, el Sildavia, como decía la canción del grupo musical La Unión. Cruzar Siberia, la nada, cabalgar y hacer toda la ruta del transiberiano en moto, horas y horas en la nada más absoluta fue brutal.

 

 

¿Qué te ha aportado a nivel personal esta aventura, qué has descubierto?

Primero que enlazar un trabajo con otro es un error, parar en la vida es necesario. Ha sido maravilloso tener horas para mí; como emprendedor mi cabeza va a 3.000 kilómetros por hora y necesitaba parar un poco. Salí del viaje tras 10 años trabajando en mi start-up, Red Points, totalmente vacío, con una necesitad vital de curarme después de tanta y tanta lucha. Levantar una start-up sin dinero es muy complejo y te has de comer muchos sapos. Salí mal, pero hoy estoy nuevo, y sobre todo asimilando lo que es cruzar el mundo solo. A nivel de viaje, me ha enseñado a tener paciencia; tienes muchas horas muertas, y no todos los días puedes hacer lo que quieres. Paciencia, paciencia. Sobre todo me fui vacío y he vuelto lleno; dispuesto y preparado para montar nuevas start-ups y proyectos.

Por último, qué consejo o recomendaciones darías a alguien que quiera llevar a cabo un viaje en moto como éste (seguro que hay cosas que no tenías previstas y que han surgido durante el viaje y si hubieras podido preverlas te habrían facilitado la ruta).

¡Que no escuche a nadie! como me dijo Víctor Sachi, persona que fui a ver para preparar el viaje y que cruzó en solitario el Atlántico y tiene el record de edad en dar la vuelta el mundo en moto; él me dijo: “no escuches a nadie” y es cierto, el 99% de la gente solo te habla de los peligros, de bichos que te pueden picar, te inculca sus miedos… cuidado que en tal país hay esto y cuidado que en Vietnam está tal cosa que… Que no lo planifique demasiado, en ello está la salsa del viaje: coge la moto y sal.

 

 

Aquellos que deseen colaborar con la aventura solidaria de Josep Coll, pueden hacer una donación a través de la página de Mi grano de arena, donde han abierto un reto: https://www.migranodearena.org/reto/20149/ruta-al-paraiso-en-moto

Grandes Viajeros