Periódicos tan prestigiosos como “La Stampa” o “Il Corriere della Sera” han tenido en su elenco a Franco Mimmi (Bolonia, 1942), renombrado periodista italiano y también novelista y ensayista. Ulises, Jesús de Nazaret, el Mediterráno, Itaca… Son algunos de sus universales.
La obra de Franco Mimmi ha sido traducida a las lenguas más importantes. Ahora vive en Palma, en un sitio tan celiano como Son Armadans, rodeado también de Papeles. Mallorca es para Franco una especie de exilio dorado que le ha permitido —a la vez que reflexionaba sobre sí mismo y su entorno— reconstruir muchas veces con datos desconocidos la estancia mallorquina de numerosos escritores. Por su Mallorca, la isla de los escritores (Ed. Lampi di stampa), publicado en italiano y español, desfilan Italo Calvino, Borges, Camus, Agatha Christie, Cela y tantos otros aislados que no insulares…
¿Por qué ese interés suyo por los escritores que pasaron por Mallorca?
Por la gente que tienen el hambre del escritor y que en nuestra isla buscaban su propia aventura.
¿Es Mallorca la excusa perfecta para encontrarse?
Mallorca es un adorable microcosmos, que por varias razones ha ofrecido cobijo a escritores de todo el mundo. Algunos, como Sand con Chopin, vinieron por el clima, Robert Graves vino para escaparse de Inglaterra (Goodbye to all that…), Gertrude Stein para alejarse de la guerra, D.H.Lawrence por su amor al Mediterráneo y sus paisajes, otros por el asequible coste de la vida… ¿Banalidades indignas de grandes escritores? Cuando todos estos elementos se juntan crean una situación que deja de ser banal y se hace extraordinaria: un polo de atracción tan fuerte que he tenido que dejar fuera muchos autores: Bernanos, Cortázar…
“Mallorca, isla de escritores”, pero también un sitio donde aflora la corrupción con excesiva facilidad… ¿A qué cree que se debe ese contrapeso nada cultural? El escritor Guillem Frontera ha escrito un estupendo libro en el sostiene que Mallorca es como Sicilia, pero sin muertos…
La geografía tiene una importancia fundamental en la historia. La corrupción es universal, pero es evidente que en un lugar aislado, y una isla lo es por antonomasia, el nepotismo y el amiguismo son casi inevitables. Hoy, evidentemente, el aislamiento es menor, pero la sociedad ya está formada de una cierta manera y se resiste a renunciar a los privilegios de los siglos. Que esto se pase sin muertos ya me parece una ventaja no indiferente.
Primero fue la emigración peninsular, actualmente la hispanoamericana y africana, ¿languidecen las esencias de la Mallorca tradicional?
La palabra “tradición” parece conllevar necesariamente una interpretación positiva, pero las tradiciones, como todo lo que hay en el mundo de los hombres (no voy a añadir “y de las mujeres”, según la ridícula moda pseudo-igualitaria de los mítines políticos), en su mayoría son malas. Que una sociedad siga igual en el tiempo solo es una impresión, debida al hecho de que el tiempo de nuestras vidas es corto y nos falta perspectiva. Lo que importa no es “si” una sociedad cambia, es “cómo” cambia.
¿Qué hace un escritor y periodista como usted en un sitio como este? ¿Por qué Mallorca? Y ¿cómo es, sucintamente, un día normal de su vida en esta isla?
Se dice en el Eclesiastés: “El tiempo y el caso alcanzan a todos”. A mí me alcanzaron aquí, y me parece que he tenido mucha suerte. Mis días son muy tranquilos, la “isla de la calma” a veces me parece tener demasiada calma pero se junta a mi natural pereza, leer un poco, escribir un poco, un poco de mar y de sol, y poco tomarse demasiado en serio a sí mismo.
Lo de estar en Mallorca usted lo plantea como un exilio voluntario con Teresa…
La tercera edad siempre es un exilio, pero se le ha escapado la palabra más importante de la dedicatoria: ¡feliz! “Nuestro feliz exilio voluntario”.
En una de sus noveles el protagonista es Ulises, la Itaca que se encuentra a la vuelta es más próspera, abundan las vacas, es una isla rica e indiferente a lo que pasa en el mundo. Esa Itaca me suena mucho a Mallorca…
Mi Ulises, ya viejo, se quedará en Ítaca, pero empujará a los jóvenes a irse, a encontrar mundos diferentes, a probar nuevas experiencias, a entender que la patria de uno está hecha del tesoro que conquista y no de las cuatro perras que se ha encontrado en la cuna. Un tesoro donde están las grande operas de arte de todo el mundo, donde Cervantes sería un don nadie si no conviviera con Dante y con Shakespeare. Como enseña Kavafis en su espléndido poema, lo que Ítaca te da es el viaje.
Usted es un puntilloso especialista en literatura italiana y en Lampedusa,y se ha hablado mucho del paralelismo entre la novela de Villalonga Bearn y El gatopardo. ¿Qué opina?
En efecto hay paralelismo, son libros sobre dos sociedades cerradas —dos islas, tómese nota— que no quieren cambiar porque los intereses de los poderosos requieren que nada cambie. Pero tal vez en la frase del Gatopardo “Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie” hay ese “es necesario que todo cambie” que es una chispa más.
La exportación de cerdos es un hecho fundamental para que se mejoraran las comunicaciones entre Palma y Barcelona, gracias a eso, sostiene usted, pudieron llegar George Sand y Chopin a Mallorca…
Es la ironía de la Historia y del Arte…
Al Archiduque le gustó el paisaje mallorquín como a Sand pero, a diferencia de aquella, a Luis Salvador también le gustaron los mallorquines y sobre todo las mallorquinas…
Me parece que nadie se quejó, al revés.
Por lo visto el Archiduque tuvo una buena relación con Julio Verne y le habló bastante de Mallorca, ¿qué nos puede apuntar al respecto?
Que si Verne no pudo venir, él se lo perdió.
Gertrude Stein y Alice B. Toklas descansaban en Mallorca y luego se iban como poseídas a ver corridas de toros a Valencia. Lo de los toros parece que se terminan, ¿cómo lo ve usted?
Con los animales en España se hacen salvajadas impresionantes, y prohibir la corrida pero admitir el toro embolado, con dos bolas de fuego en sus astas, solo es hipocresía. Dicho esto, es difícil imaginar a España sin corridas, pero, ¿qué decíamos de las tradiciones? Solo espero que los antitaurinos no quemen los libros de Hemingway.
Leyendo su libro, da la impresión de que Graves buscaba una isla dentro de la Isla…
—Por mucho que intentemos hacernos daño los unos a los otros, ningún hombre es una isla y la campana de uno dobla por todos. Pero también es verdad que a veces es necesario aislarse un poco, escapar de la condena del lenguaje que a menudo hace de un dialogo un malentendido.
Su paisano Italo Calvino, cuando estuvo en Mallorca, no tragaba a Cela, sí su obra, pero no a don Camilo. Pienso que eran demasiado diferentes. Italo era un filósofo de la literatura; Cela lo contrario…
Muy diferentes. Mejor no comentar.
¿Cómo definiría usted a los mallorquines?
Conozco a mallorquines estupendos y a italianos nefastos, evito hacer de un lugar de residencia una categoría, y me gustaría que lo mismo hicieran los residentes de cualquier sitio.
En qué libro trabaja ahora…
En una idea que me dio un libro de Vladimir Nabokov, una idea tan disparatada que probablemente será un desastre comercial, pero que a mí me divierte muchísimo. Y de eso se trata, ¿no?