Pilar Carrizosa nos cuenta su singladura a bordo del lujoso Celestyal Olympia, un crucero de lujo surcando las aguas del mar Egeo para (re) enamorarse de destinos de película.
Esta aventura de navegación comienza en el puerto de Lavrio, a 40 kilómetros de Atenas, y en ella vamos a visitar los destinos griegos de Mykonos, Patmos y Santorini, con un salto a Kusadasi (Turquía) que nos deja a las puertas de Éfeso. Lugares de película y refugio de celebrities, cada uno con su ADN y, todos ellos, repletos de momentos estelares que indican que cada minuto vivido es oro.
Los cruceros, más al alza que nunca
La tematización y evolución del sector de los cruceros nos demuestra que cada uno es un mundo para todas las edades y gustos. Esta es otra manera de viajar, surcando los mares y fondeando en tierras donde sus culturas son el verdadero lujo. Y esa es precisamente la filosofía de Celestyal Cruises, el principal operador de cruceros de origen griego, que navega por las islas griegas y el Mediterráneo Oriental.
Precisamente sus embarcaciones, de tamaño mediano (en este caso para 1.450 pasajeros) ofrecen un estilo clásico y una cercanía con el pasaje, donde se disfruta de una experiencia alejada del concepto de ciudad flotante con un leiv motiv: recrearse desde su lado más didáctico acercandose culturas milenarias y paisajes impresionantes.
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Tu Gran Viaje por el Mediterráneo más legendario
Pero antes de embarcarnos, unas localizaciones previas para conocer el terreno. Partimos de Lavrio, a 60 kilómetros al sudeste de Atenas. Se sitúa en una bahía que domina la isla de Makronisos y es la ciudad del sureste del Ática, famosa en la Antigüedad clásica por sus minas de plata y una de las principales fuentes de ingresos del estado ateniense.
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Impregnados de cultura clásica nos disponemos ya a subir a bordo. Mientras, la silueta del barco aguarda imperiosa sobre la mar a la espera de sorprender con sus atributos ocultos. Y llega el gran momento: 10:30h de la mañana, pasarela, foto y embarque. Recibe la familia Olympia y traslada al amplio camarote con balcón. Sobre la cama, una simpática figura animal formada con una toalla, bandeja de frutas y un diario abordo, define las actividades del día donde figura el gesto de bienvenida: ¡Kalimera! (buenos días) ¡Kalispera! (buenas tardes) y ¡Kalo Vradi! (buenas noches).
A partir de aquí, una pasarela de ideas para cada día, donde puedes optar a clases de Sirtaki, idioma Griego, de cha cha cha, Origami y deporte en cubierta: baloncesto y dardos. Eso, de entrada. Y a medida que el barco surca las aguas del Egeo con la banda Poseidón y el concepto “all include”, vas descubriendo opciones de entretenimiento que hacen que los momentos de ocio sean de lo más aprovechables.
De pronto, una sirena alerta a los navegantes. Es el simulacro de emergencia obligatorio. Perfectamente organizado, la tripulación maneja a los pasajeros, los cuales tomamos el chaleco salvavidas del camarote y nos encaminamos, según tu zona, al área exterior para seguir instrucciones en caso de evacuación.
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El Celestyal Olympia, un palacio flotante
Con todas las tareas realizadas, nuevo paseíto por el buque. No da la sensación de tumulto (pese a que hay otros mil y pico de viajeros dando vueltas por ahí), Eso es lo bueno de este concepto (y otro de sus lujos, junto al trato que recibes de la tripulación que sonríe constantemente pero de manera no invasiva).
Mientras caminas a tu aire trasteando todas las cubiertas (de la una a la octava) y su laberinto de tiendas y restaurantes como el Galileo (atienden con esmero; cocina griega, internacional y para intolerantes al gluten), de pronto un parón: el spa. Es inevitable dejarse llevar por la opción más deseable.
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Para retomar fuerzas, nada mejor que un café griego en la cubierta para sentir el viento desde la proa en una navegación tranquila y placentera ( te encantaría encapsular el momento). Siendo el “destino” la base de la filosofía de esta naviera, cada uno de sus cruceros se centra en una verdadera inmersión cultural, ofreciendo experiencias auténticas tanto a bordo como en tierra.
Escala en Mikonos
Y de pronto… llegamos a Mykonos, la isla de los vientos, la pequeña Venecia o la Ibiza Griega, escenario Cinemascope. La meltemia (azote ventoso) sólo desaparece 30 días al año. Rocosa y de 85 kilómetros cuadrados, nos recibe en el puerto de Turlos.
De ambiente cosmopolita, con sofisticadas tiendas y restaurantes, la ciudad principal de Myknos, Chora, es famosa por sus serpenteantes callejuelas de arquitectura tradicional cicládica bordeadas de relucientes casas cubiformes blancas y puertas pintadas de azul -edificios de 2 alturas de techos rectos y planos, con ángulos y esquinas redondeadas para evitar el desgaste del soplido de Eolo).
Precisamente el viento motivó en el siglo XVI la construcción de molinos con los que se elaboraban harinas hasta los años 80 para confeccionar los típicos paksimadi (rebanada de pan que en la antigüedad sirvió para dar de comer a los marineros en sus largas travesías). Hoy día, los molinos son un símbolo de Mykonos, unos reconvertidos en hoteles, otros en casas privadas.
La nota de glamour se la llevan ellos al ser parte de la última escena de Bourne Identity, la película de Matt Damon. Mykonos conserva, por otro lado, un refrescante ambiente bucólico. De hecho, Nikos Kazantzakis, autor de Zorba el Griego, escribió: “Mykonos es maravillosa… el aire, la tierra, la montaña seca, la gente sencilla, su dialecto, los higos, las uvas, el tomillo, la menta…”. Y podría haber añadido la locura -en el buen sentido-, porque desde los años 60 Mykonos ha sido un imán para bohemios y famosos de todo el mundo.
Escala en Kusadasi
Tras una noche de navegación, la singladura del segundo día nos lleva a Kusadasi. Aquí, el eco del gran atlas de la antigüedad mediterránea sitúa en Éfeso (provincia de Esmirna), la ciudad antigua de mayor importancia cultural y mejor conservada de Turquía.
Domina el golfo del mismo nombre a lo largo de este tramo de la costa egea y actualmente es uno de los destinos más vibrantes del país. Ha sido un importante puerto durante siglos, acogiendo a diversas civilizaciones y durante un tiempo a algunos de los piratas más infames del Mediterráneo. El caravasar de Öküz Mehmet Pasha se construyó en 1618, lo que confirma el papel de Kuşadası como destacado centro comercial otomano.
Efervescentes playas en sinuosas aguas azules, bares y un bullicioso Gran Bazar, se suman a los momentos emocionantes de esta ciudad turca, pero, sobre todo, es el principal punto de entrada a las magníficas ruinas de Éfeso, al sur, cerca de la desembocadura del legendario río Meandro, con las ruinas de la antigua ciudad griega de Mileto.
Un área arqueológica con los hallazgos de un 10% de las excavaciones como el Museo Arqueológico de Efeso en la ciudad de Selcuk, el yacimiento del Ágora, el Odeón, la biblioteca de Celso, la céntrica calle con pavimento de mármol de los Curetes, las termas de Escolástica, La Fuente de Trajano, las letrinas públicas, las viviendas de los Patricios, el Pritaneo, el templo de Adriano o El Gran Teatro, construido en el siglo IV a.C. para 24,000 espectadores, son en conjunto un diccionario vivo para disfrutar del eco de la historia.
Escala en Patmos
El tercer día de navegación nos lleva hasta Patmos, la Jerusalén del Mar Egeo. Con una poblaciónde 3.000 habitantes, en ella nos embriaga un espíritu de paz. Pertenece a un conjunto de 12 islas llamadas del Dodecaneso, Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, 1999. Es la isla donde el apóstol San Juan, el teólogo y discípulo “El bien amado”, tuvo una revelación y escribió el Apocalipsis, el último libro del Nuevo Testamento a sus 85 años en una gruta hoy convertida en ermita.
Este papel estelar en la Biblia impregna a la isla de una inconfundible calma espiritual en medio de una montaña salpicada de puestecitos de iconos religiosos y cruces ortodoxas, mientras acompaña un olor a incienso según caminas por sus callejuelas. El ambiente de recogimiento es aún más especial si se tiene en cuenta que las ceremonias y costumbres religiosas no han cambiado desde los primeros tiempos del cristianismo.
Según la mitología, fue Artemisa, diosa de la caza, quien encontró la isla sumergida bajo las olas y pidió a Selene, diosa de la luna, que la iluminara y la levantara. Zeus y Apolo se unieron al esfuerzo e izaron la isla desde el fondo del mar. Tal vez por coincidencia, Patmos tiene forma de caballito de mar y sus dos partes principales están unidas por un estrecho istmo en Skala. A sólo cinco kilómetros al sur se encuentra Chora, la capital de la isla, coronada por el Monasterio de San Juan el Teólogo.
Escala en Santorini
Tras una noche de navegación llegamos a Santorini, “Thera” o Santa Irene. Dejamos el barco fondeado sobre la boca del volcán activo (ya que el cráter está sumergido, y desprende un área de agua termal donde puedes nadar en el punto más calentito). Un barco-guía conduce a la isla (archipiélago de 5 Islas y76 km2. por 26 km largo).
Esta tierra es famosa sobre todo por las espectaculares vistas de su caldera volcánica, formada durante una enorme erupción hacia 1646 a.C. Esta erupción sacudió la isla haciendo que su centro se derrumbara, pero también creó algunos de los paisajes más espectaculares del mundo.
No en vano puede reivindicar también ser el origen de la leyenda de la Atlántida. Está formada por varios pueblos pintorescos de entre los que destacan tres: Oia, de suelo de mármol blanco y sus evocadoras puestas de sol; Fira, la capital de la isla y un destino turístico popular por su animada vida nocturna, tiendas y restaurantes; y Pyrgos (en Semana Santa colocan velas en todas las esquinas. Famoso en toda Grecia. Un espectáculo). Es Montaña del profeta Elías. La visita del Monasterio, un must.
La recorremos de sur a norte (30 min). Hay dos opciones para llegar a la cima de la montaña donde está construida: en funicular (en 3 minutos) o en bus por carretera serpenteante en 30 mintos (los burros se han quedado de souvenir, no conviene ascender en ellos, ya que puede ser peligroso por si resbalan).
En 1956, otra erupción magnitud 7,7 destrozo casi todo. Tras el terremoto se descubrió bajo la ceniza y la piedra pómez que la conforma en su mayoria (tras la escasez de agua en la isla es lo que mejor conserva la humedad) unos importantes restos arqueológicos, como la Ciudad prehistórica Akrotiris: de 4000 años y bien conservada.
Allí mismo está la playa de Akrotiri abarrotada de piedra pómez. Antes del terremoto, vivían del tomate (pequeño, parecido al cherry) y eran de economía escasa. Hoy día y tras la reconstrucción en 1967, Santorini ha ido tomando pulso al mundo del lujo, situándose quizá como la isla más exclusiva de Grecia. Sus playas negras de lava y fisonomía cool, destellean por su icónico aspecto recreado en la gran pantalla.
De calles encaladas en blanco nuclear, estrechas y sinuosas, encaramadas en lo alto de acantilados volcánicos rojizos y negros que descienden más de mil metros hasta la amplia caldera, los ojos ascienden a las cimas hasta topar con sus cúpulas azules, viva estampa desde donde uno se hace la “foto celebrity”.
Por su suelo volcánico, el terreno fértil rico en minerales, hace que existan 40 variedades de vino. El más famoso se llama “Vino santo” de uva asirtico. Y ahondando ya en esa nota gourmet, decir que todavía se puede encontrar azafrán y el helado más famoso es el “viagra griego” (nata, miel y frutos secos, una bomba).
Empapados de cultura clásica y moderna, regresamos de nuevo a bordo donde las olas del mar Egeo nos llevan deslizándose hasta Atenas. Una vez en Lavrio, la mejor despedida es visitar el Cabo Sounion, conocido por su templo de Poseidón, uno de los principales monumentos de la Edad de Oro de Atenas desde el cual, sentados entre las ruinas frente al mar, las gaviotas, las flores y el Mar Griego te dicen adiós con un abrazo de su esencia. No podía ser mejor.
Más información: https://celestyal.com/