Ginsberg y Coppola, City Lights y la sombra del Sentinel: lugares donde todavía puedes aullar tu talento. Bienvenido a Frisco, la ciudad más beat del planeta.
En San Francisco, como en todas las grandes ciudades, hay caminos que se recorren sin saberlo. Uno de ellos está en North Beach, en pleno “Little Italy”, a poco más de un kilómetro del Fisherman’s Wharf, y muy cerca de Chinatown y del Financial District. Es un camino que conserva sus antiguas paradas y, por lo que se sabe, los miembros de la generación beat de los años 50, fueron los primeros en recorrerlo.
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Quizá porque eran poetas y escritores vagabundos, bebedores y radicales, impulsados por un ansia viajera y desilusionados de su época. El que vaya allí ahora encontrará libros, poemas e historias, porque en ese camino dejaron una librería, una leyenda, con la que han hecho un museo y algunos bares que todavía guardan la memoria de su agitada vida nocturna.
La Ruta beatnik en San Francisco
La primera parada del camino es la librería City Lights (www.citylights.com), inaugurada por el poeta Lawrence Ferlinguetti en 1953, como una librería barata que editaba y vendía libros en rustica y que se hizo famosa cuando publicó Aullido y otros poemas, de Allan Ginsberg, y desencadenó un proceso judicial por vender material obsceno. El veredicto, que dio la razón a Ferlinguetti, continua siendo un precedente desde entonces. La librería fue el punto de encuentro de los beats y todavía conserva un fondo de títulos abundante y bien escogido, además de promover lecturas poéticas y presentaciones de libros.
Sólo hay que cruzar la estrecha Jack Kerouac Lane para entrar en el café Vesuvio (www.vesuvio.com), el principal refugio nocturno de Cassady, Kerouac, y compañía. Es un bar agradable que sigue vivo y oliendo a alcohol y que ha resistido el paso del tiempo sin haberse convertido en un espacio de otra época. Es un buen sitio para tomar una copa entre los recuerdos y las fotos enmarcadas de los beats, repartidas por las paredes.Ofrecen un cóctel que lleva el nombre de Jack Kerouac: una combinación de ron, tequila, zumo de naranja, arándanos y lima y que está bastante bueno. Aunque la bebida favorita de Kerouac eran las Margaritas y tomaba tantas en el bar The White Horse de Nueva York, que alguien escribió en la pared un grafitti que decía: Jack go home.
Quien quiera visitar un museo de verdad lo encontrará al otro lado de la calle, en el 640 de Broadway Street, entre cines porno y sitios de striptease: es el Beat Museum (www.kerouac.com), un local a medio camino entre teatro, museo y tienda de recuerdos y que exhibe carteles, fotos y una camisa de cuadros de Neal Cassady.
Los cafés de los beats en San Francisco
La siguiente parada del camino está a sólo unos cinco minutos de allí, en dirección norte, en el 601 de Vallejo Street: es el Caffe Trieste (www.caffetrieste.com), un viejo local que conserva el aire de los años 50, con las paredes repletas de fotos de los famosos que pasaron por allí, entre ellos Francis Ford Coppola, que sentado en una de las mesas de la parte de atrás escribió gran parte del guión de El Padrino. Si fuera verdad todo lo que cuentan del Trieste, cualquiera podría escribir lo que quisiera, porque según dicen, el café de allí transforma las ideas en palabras escritas, y eso es lo que parece que buscan muchos de sus clientes, que escriben en sus portátiles ajenos al mundo y concentrados en aprovechar toda la inspiración del espresso.
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Y es que este camino de North Beach también lo recorrió Coppola a principios de 1970, y años después, en una de sus encrucijadas, instaló las oficinas de su productora American Zoetrope, en el Sentinel Building, en la esquina de Kearny Street con Columbus Avenue. Allí ha producido la película On the road, basada en la obra de Keruac, que acaba de estrenar. Así que lo que sólo pasaba en la ficción ocurrió en la realidad, y quien sabe si este camino de los beats en San Francisco fue el que le hizo comprender a Coppola que, cuando se llega a una encrucijada, el único camino que no lleva a ningún lado es el del termino medio.
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