En las medinas se concentra toda la intensidad que cabe en las ciudades de Túnez. Zocos, mezquitas, comercios, bullicio… Y, cuando se trata del país mediterráneo, se convierten en lugares imprescindibles para conocer una de sus caras más amables e interesantes.
La vida cotidiana de Túnez se muestra en todo su esplendor -probablemente más que en ningún otro lugar- en sus medinas (que es la adaptación castellanizada del término madina, que en árabe clásico significa ciudad vieja). La imagen mental que tenemos de ellas es la de un alambicado laberintos de callejuelas repleto de comercios y bullicio; y aunque en gran parte es así, no es menos cierto que las medinas de Túnez son, también, diferentes, ya sea por la arquitectura tradicional que las da forma -caso de la de Tozeur- o la historia que encierran -nunca mejor dicho cuando se trata de la de Susa, que es una medina amurallada.
La medina de Susa
Susa es uno de los destinos viajeros más populares de Túnez gracias, sobre todo, a Port El Kantaoui, que está a unos diez kilómetros del centro de la ciudad y que uno de los grandes polos turísticos del país, con hay una oferta turística de primer nivel -resorts, parques temáticos, campos de golf… Pero nosotros hemos venido aquí a perdernos sin prisa por las calles de la histórica Susa, Lugar Patrimonio de la Humanidad desde 1988. La ciudad está a 140 kilómetros al sur de la capital del país, y su medina, amurallada, está vigilada por la silueta de la Khalef, la torre de vigilancia que avisaba de los peligros que llegaban desde el mar -como Carlos V y sus tropas, que tomaron la ciudad a mediados del siglo XVII.
En el interior de la medina destacan construcciones como la Gran Mezquita de Susa, el Ribat, un excelentemente conservado “convento-fortificación” que construyeron los bizantinos en el siglo VIII para dar cobijo a los monjes, a los peregrinos a Tierra Santa o a la población en general, y que alberga hoy un interesantísimo museo arqueológico; y las catacumbas cristianas, que serpentean a lo largo de cinco kilómetros por el subsuelo de la ciudad. Hay, claro, comercios y lugares en los que detenerse a reponer fuerzas: el Café Kahouat el Koubba, en una edificación de más de mil años de historia, es la mejor opción.
La medina de Tozeur
La antiquísima ciudad de Tozeur, en el sudoeste del país, reclama a gritos -y merecidamente- un sobrenombre que a todo viajero hará que le cosquillee el estómago: esta ciudad de arenisca y ladrillo rojo enclavada en el corazón de uno de los oasis más grandes del continentes es “la puerta del desierto”, cruce de caminos desde los tiempos de los romanos y que ha visto, desde entonces, infinitas caravanas y convoyes por sus calles y avenidas. Hoy, Tozeur es una ciudad con todas las comodidades, muchas de las cuales se concentran en la medina de la ciudad, que es una de las mejor conservadas de todo el norte de África.
En estas callejuelas asoman excelentes hoteles boutique como Dar Tozeur (www.dartozeur.com), una infinidad de comercios idóneos para abastecerse de rosas del desierto, tejidos tradicionales o dátiles, de lo que la ciudad es capital mundial, el Mercado Central, con una sorprendente oferta diaria de excelente pescados y mariscos -el mar más cercano está a más doscientos kilómetros de distancia- cruzando desierto, un inmenso lago de agua salada y las tierras bereberes-.
La medina de Tozeur tiene una seña de identidad que la diferencia de otras medinas del mundo, el uso del ladrillo rojo en sus construcciones, lo que la viste de tonos ocres y rojizos, y que junto al despuntar de los minaretes de las mezquitas de Sidi Abib Lakhadar y la de Sidi Ben Galeb, visibles desde toda la ciudad, convierten su panorámica en uno de los perfiles urbanos más destacables de todo el país.
La medina de Túnez
Nada más y nada menos que setecientos monumentos -palacios, mezquitas, mausoleos, madrazas y fuentes de los períodos almohade y hafsí- pespuntean la medina de Túnez, el auténtico corazón de la capital del país -al que bombea vida el bulevar Burgiba– y que es Lugar Patrimonio de la Humanidad desde 1979. Su entrada principal es la “Puerta del Mar”, un portón de piedra que nos da paso a un caudal de colores, sonidos, olores… La medina de Túnez es la más popular del país, y eso se palpa a cada paso: Las escenas de regateo entre vendedores y compradores, comercios de todos los tamaños rebosantes de mercancías, teterías y casas de comidas, ciclomotores que sortean las riadas de paseantes…
Estructurada alrededor de los zocos de los diferentes gremios -perfumeros, latoneros, tejedores, etc-, la medina de Túnez tiene como sus mayores puntos de interés arquitectónico a la Gran Mezquita Zitouna -también conocida como la Mezquita del Olivo-, del siglo VIII, el Dar-el-Bey (el palacio del Bey), un palacio que se levantó sobre los restos de un teatro romano. Además, en la medina de Túnez se encuentra uno de los lugares obligados para conocer la mejor gastronomía tunecina, el restaurante Dar Belhadj (rue de Tunis, 17. www.darbelhadj.com).
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