Lanzarote es una obra maestra a la que solo tu mirada hará justicia. Un lugar tan de otro mundo, que está en este. Y tú no puedes -ni debes- dejar de conocerlo, Gran Viajero. Viaja a Lanzarote y enamórate.
Seguro que te han hablado muchas veces de Lanzarote, pero nada es comparable a descubrirlo en primera persona. Su belleza es rotunda, diferente, arrebatadora, de otra dimensión; y todo en Lanzarote -el ritmo amable de su vida cotidiana, el azul puro que pinta la bóveda del cielo, el rumor del viento que baja de cualquier volcán de otro tiempo para acariciar las vides de La Geria, la espuma con que el océano rompe, cambiante, contra sus playas infinitas y sus acantilados secretos- se conjura para dejar en ti dos certezas: una, que Lanzarote es un lugar único en el mundo; y dos, que volverás a la isla una y otra vez, una y otra vez…
Reserva de la Biosfera, Lanzarote es una obra maestra a la que solo tu mirada hará justicia. La isla es diferente a cualquier otro lugar que conozcas, y da igual qué tipo de viajero seas: caerás enamorado con esa intensidad que solo provocan los grandes amores de la vida, y caerás, también, en la tentación de querer plasmarla y recordarla para siempre. Es lo que le pasó a Pedro Almodóvar en su película Los abrazos rotos, que rodó a finales de la década pasada en varios escenarios de Lanzarote, entre ellos la espectacular playa de Famara, y desde entonces nuestro oscarizado director vuelve, una y otra vez, a pasear bajo el sol de la isla, en busca de sus atardeceres y de sus sabores: el restaurante Casa Torano, en El Golfo, es uno de sus preferidos.
Pero, de todos los grandes artistas que se han quedado hechizados por los conjuros de Lanzarote, sobresale uno: César Manrique, cuyo nombre y obra están por siempre ligados a la isla. Este año se celebran cien años de su nacimiento en Arrecife, y el mejor lugar para comprender cuánto marcó la isla en su vida y en su obra -y viceversa- es la Fundación que lleva su nombre, un lugar mágico e imprescindible que no puede faltar en tu viaje a Lanzarote.
Tras viajar -y triunfar- por todo el mundo, Manrique, convencido del carácter único de la isla como un auténtico paraíso en la tierra que había que dar a conocer, se instaló en Teguise, donde diseñó su increíble casa-estudio. Lo hizo del modo tradicional -sobre una colada de lava, con materiales tradicionales-, sobre cinco burbujas volcánicas que unió entre sí con unos pasillos excavados en la lava, repletos de dibujos de Manrique; y en la planta alta, donde estaban sus habitaciones, asomadas a unas vistas espectaculares de la isla y comunicadas por pasillos curvos de arquitectura imposible, hay sorpresas como su increíble colección personal de arte, en la que brillan Picasso, Tàpies, Miró…
Puro talento, el de Manrique, que hizo de Lanzarote su mayor obra de arte, y que puedes incluso comer en las Montañas del Fuego. Allí, en en el corazón del Parque Nacional de Timanfaya, el reino de los volcanes, que es, de lejos, un lugar de otro mundo; de cerca, un sueño hecho realidad: compruébalo en primer persona realizando, a tu ritmo, la ruta de Tremesana, que te descubrirá muchos de sus más espectaculares parajes- está el Restaurante El Diablo, construido con planos de Manrique, y donde aprovechando las grandes temperaturas que se alcanzan a poca profundidad -más de 400ºC a unos pocos metros- se asan asan carnes y pescados aprovechando únicamente el calor que desprende la tierra.
Y es que aquí, en Timanfaya, fue donde la tierra rugió, entre 1730 y 1736, para tapar de lava la isla: la mitica tenacidad de los lanzaroteños se impuso a la catástrofe geológica que marcó el futuro de la isla, y la mejor -y más sabrosa- muestra de ello son sus vinos, que en la zona de La Geria, alcanzan la maestría: plantaron las cepas en hoyos para protegerlas de los vientos del Sáhara y buscar el suelo que quedó por debajo de esa lava centenaria… ¿El resultado? Algunos de los vinos con más carácter de España.
Y, desde luego, planes y más planes para subir y bajar por toda la isla… El verano sabe distinto -¡y de qué manera!- cuando lo disfrutas en Lanzarote. Echar la mirada al infinito y zambullirse en las aguas de las playas de Lanzarote -la de Famara, la de Papagayo, donde es imposible aburrirse, pero también la de Los Hervideros, o La Laguna Verde- tan diferentes y tan iguales: el océano siempre te arropa con su rotundidad y te hace sentir que eres la primera persona que lo contempla desde estas playas. O dar un paseo dominical por el mercadillo de Teguise, revolviendo entre sus puestos, repletos de artesanías, es un plan perfecto en el que puedes cruzarte con celebrities de todo el mundo, como el piloto de F-1 Jenson Button o la Princesa Alexia de Grecia…
Y, como viajar a Lanzarote es, también, buscar pasarlo bien y relajarse, toma nota de algunas sugerencias: las legendarias croquetas de plátano del Lilium Gastropub, en Tías (donde está la casa del premio Nobel José Saramago, que se puede visitar) o de una copa esperando al atardecer de película del chill-bar Cueva de LagOmar, la casa que César Manrique diseño para el actor Omar Shariff, y donde cualquiera de las cuevitas que lo forman son un lugar perfecto para perder la noción del tiempo y, simplemente, disfrutar del momento. Si viajas a Lanzarote en familia, un plan que no te puedes perder es pasar el día en el parque acuático Aquapark, o convertiros en exploradores y caminar a lomos de los camellos autóctonos de la isla, la única raza de camellos de Europa.
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Volcanes, arte, playas, vinos que son la suma de todo ello… y, también, tesoros ocultos bajos las aguas. En los últimos años, Lanzarote se ha hecho aún más irresistible gracias al increíble Museo Atlántico, con doce obras de arte que reposan a 12 metros de profundidad bajo las aguas de la Bahía de las Coloradas (Lanzarote), y que se han convertido en uno de los lugares más especiales -y famosos en la redes sociales, hay que decirlo- de una isla ya de por sí especial. Una isla de Lanzarote a la que, como todos, volverás una y otra vez.