El mejor vino espumoso del mundo, acompañado del buen queso y de la morcilla blanca, la catedral gótica más colosal de Francia, la tierra del genial Pierre Auguste Renoir, donde instaló su “atelier” y eligió su sepultura… Todo esto y mucho nos espera en la región de la Champagne, un hermoso y bucólico rincón del nordeste galo, a tiro de piedra de la capital parisina y que podemos descubrir del mejor modo con la ruta en coche por la Champagne que nos propone Logitravel.

 

 

No hay una bebida en la Tierra que represente mejor la felicidad que el champán, siempre presente en los momentos más importantes de la vida. Con un halo de romanticismo y un toque chic, no exentos de glamour, este vino espumoso procedente de la región de la Champagne se utiliza para las grandes celebraciones en todo el mundo, pero quizás no todos saben que su origen se localiza en el viñedo más septentrional de Francia. Un territorio de iglesias históricas, campos de batalla y crayères, las galerías de piedra caliza que constituyen auténticas catedrales subterráneas donde se puede descubrir y degustar el llamado “vino de los reyes”.

 

 

La Champagne ofrece al viajero una tierra de contrastes donde se mezclan los ricos cultivos de cereales y uvas con las leyendas y los secretos de las ciudades históricas, algunas de ellas vinculadas a la Orden del Temple en sus orígenes en el viejo continente, con un legado artístico de primera categoría.




Asombran sus edificios de madera bien conservados o las vidrieras de sus iglesias, realizadas entre los siglos XV y XVII, con espectaculares vidrieras de color que cautivan al viajero por su forma y su significado y, además, en el terreno gastronómico el gran champán deleita al lado de otros platos típicos como los caracoles, la morcilla blanca, los patés o el queso.

 

 

Troyes, la ciudad de los mil colores

A 178 kilómetros de París por la A-5, Troyes puede proponerse como un buen punto de partida para iniciar una ruta en coche por la Champagne. La Orden de los Templarios fue fundada en esta coqueta ciudad por Hugues de Payn en 1118, y hasta el siglo XIII los monjes-caballeros se instalaron en un conjunto de casas que ocupaban principalmente en las ferias. Hoy, solo queda el recuerdo de estos templarios en una ciudad de 60.000 habitantes que ha conservado su arquitectura medieval y que ha recibido el nombre de “la ciudad de los mil colores”.

 

 

Hay muchas buenas razones para dar un paseo por esta vieja villa, considerada también la capital del punto textil, que sorprende por su curiosa forma de tapón de champán para apreciar sus construcciones de madera del siglo XVI. La Casa del Panadero o la Torre del Orfebre constituyen dos buenos ejemplos de esa espléndida arquitectura, pero tampoco le van a la zaga sus diez iglesias que permiten admirar el trabajo de los maestros vidrieros, quienes crearon auténticas maravillas e hicieron de Troyes la llamada “ciudad santa de la vidriera”.



La Catedral de Saint Pierre y Saint-Paul, la Basílica de Saint-Urbain o la Iglesia de Sainte-Madeleine forman parte de la herencia más admirable de la Edad Media, pero en las dos primeras hay que fijarse especialmente en su rica variedad de gárgolas. Los temas animales son los más repetidos, pero hay excepciones y los vecinos bromean, por ejemplo con la figura de una mujer, la primera para ellos que aparentemente utilizó un teléfono móvil. Esta escultura puede distinguirse en la Basílica de Saint-Urbain, una joya del arte gótico muy similar a la Santa Capilla de París, sobre todo en sus vidrieras verticales. Y si pensamos en materia gastronómica, nada como introducirse en el Marché des Halles, donde 35 comerciantes ofrecen productos de calidad al mejor precio con manjares como el andouillette de Troyes -un embutido muy popular con salsa de mostaza- o el queso de Chaource.

 

 

Essoyes, el taller de Renoir

Continuando la ruta hacia el sur, sin abandonar el departamento de Aube, la villa de Essoyes merece una parada. En este pueblecito, rodeado de verdes campos, instaló Pierre Auguste Renoir (1841-1919) su taller en los últimos años de su vida y aquí residió junto a su esposa y también modelo favorita, Aline Victorine Chargot, hasta su 1915, año de su muerte. La residencia de los Renoir, adquirida en 1895, fue el lugar donde el matrimonio vivió con sus tres hijos: Pierre (1885), Jean (1894), el cineasta, y Claude (1901), y hoy sigue en pie junto a los jardines de la casa.



La estrella del conjunto es el taller del maestro impresionista, donde se pueden ver objetos personales del pintor como su cama o el triciclo que utilizaba para desplazarse cuando estaba prácticamente inválido de las piernas. La visita se puede completar en el sencillo cementerio del pueblo viendo la tumba con los restos del “pintor feliz”, quien quiso estar enterrado al lado de su mujer fallecida. Un busto en piedra de Renoir preside esta sepultura.

 

 

De Reims a Épernay

En Essoyes viven 750 vecinos, la tercera parte de la población que tenía hacia 1850, pero antes como ahora se puede disfrutar en este área de la primera experiencia con el champán por una ruta turística que abarca 220 kilómetros, en torno a Côte des Bar, ya que unos 40 viticultores abren las puertas de sus viñedos y guían al viajero a través de bodegas abovedadas donde reposan centenares de botellas. Será un buen preámbulo antes de alcanzar Reims, la ciudad de las coronaciones reales, nada manos que 33, y del champán, con seis grandes casas reconocidas como Veuve-Clicquot, Taittinger o Vranken-Pommery.




Su patrimonio arquitectónico está calificado como único y lo encabezan la Catedral, el Palacio del Tau y la antigua Basílica de Saint-Remi, todos ellos reconocidos por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad en1991. No lo dudes y aprovecha tu visita a la catedral para admirar el gran rosetón de la fachada occidental, la estatua de Juana de Arco con armadura, la popular estatua del ángel sonriente, que se sitúa justo a la entrada de la catedral, y el espectáculo de luces y sonidos que ilumina el templo durante las noches.

 

 

De camino a Épernay, nuestra siguiente destino en el viaje, resulta inevitable realizar dos paradas. La primera en la Cité du Champagne, situada a los pies de las laderas del viñedo de Aÿ, declarado también Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, donde puedes disfrutar de un complejo enoturístico subterráneo con el Museo de Artesanía de Champagne y la Maison de la Coopérative Générale des Vignerons; la segunda, en el pueblo de Hautvillers, cuna del champán que se localiza en las soleadas laderas de la montaña de Reims, con pintorescos callejones y zonas gourmet que lucen sus letreros de hierro forjado con un encantador toque medieval.

 

 

Espera Épernay, ubicada en el corazón de 35.000 hectáreas de viñedos, y famosa por ser el hogar de las diez casas de champán más exclusivas del mundo –Moët & Chandon, Dom Perignon, Krug o Mercier entre ellas- que exhibe un gigantesco tonel creado para Exposición Universal de París de 1889. Algunas de estas casas se concentran en la Avenue de Champagne, también protegida por la UNESCO, con sus 110 kilómetros de longitud, donde se mezclan las históricas bodegas y las elegantes mansiones del siglo XIX. Se asegura que las mejores degustaciones de la región se dan en esta villa de 23.000 habitantes que luce otro título, el de poseer el ingreso per capita más elevado de Francia.

 

 

 
 
 
 
 
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Châlons-en-Champagne, “la Venecia chispeante”

A solo media hora de Épernay es recomendable la visita al Faro de Verzenay y su ecomuseo dedicado a la viña. Ya de por sí descubrir un faro en medio de un océano de viñedos resulta curioso, pero el tour que propone resulta muy didáctico y entretenido con una degustación final de los vinos espumosos de los viticultores locales. Otra opción se sitúa en el Parque Natural Regional Montagne de Reims, de unas 50.000 hectáreas, repleto de bosques, viñedos, zonas de cultivo y ríos con un tesoro inesperado: las más bellas orquídeas salvajes de Champagne.

 

 

Pero si quieres combinar de nuevo historia y viticultura lo mejor es acercarse a Châlons-en-Champagne, apodada “la Venecia chispeante”, con un entramado de canales que se entremezclan con sus principales monumentos e iglesias construidas a lo largo de los siglos, llamativas casas de entramado de madera, templos y casas renacentistas y palacetes de los siglos XVIII y XIX.




Puedes visitar esta hermosa villa en patinete eléctrico o en barco y, si te apetece algo original para comer, debes saborear la exquisita propuesta gastronómica del restaurante Jérôme FECK, galardonado con una estrella michelín. Algunos de sus platos más aplaudidos son el huevo orgánico cocinado a más de 60 grados con salsa carbonera y la suprema de codorniz con foie-gras frito. Un colofón perfecto para nuestra ruta en coche por la Champagne.