Varada entre el Atlántico y otra dimensión y esculpida a golpe de ola y volcán, Lanzarote te espera para que (re) descubras por qué es uno de los lugares más mágicos que vas a conocer jamás.

Playas desiertas y calas escondidas cuya belleza y tranquilidad te harán sentir como si fueras la única persona del mundo; una naturaleza diferente a lo que hayas visto jamás y que te hará sentir que estás muy, muy lejos de todo; una riqueza cultural labrada en la roca y pintada por el azul del cielo y el mar que se incrusta en el ADN de la isla; una gastronomía intensa, sincera y auténtica, que te hará descubrir sabores nuevos y otros que creías olvidados; y una gente cercana y abierta y para quienes eres el amigo que viene a querer su tierra tanto como ellos…

 

 

La colección de sensaciones que te aguarda cuando viajes a Lanzarote, la isla diferente, es algo que no te abandonará jamás. Y con los irresistibles planes y ofertas que te propone Logitravel, nunca has tenido más fácil comprobar por qué la isla es ese lugar en el mundo que llevas buscando desde siempre.

 

 

 

Los paisajes volcánicos de Lanzarote

La fuerza de la tierra ha moldeado durante millones de años a Lanzarote, pero fueron las erupciones de los siglos XVIII y XIX las que perfilaron la isla tal y como la conocemos hoy. Quebradas, picos, barrancos, volcanes extintos, valles e infinitas formaciones rocosas, de formas caprichosas, surcan la isla, adornándola de parajes de una belleza imposible. El síndrome de Stendhal aparece ante la infinita variedad de ocres, amarillos, marrones y negros, salpicados de algún verde intenso y rebelde, con los que se adorna Lanzarote.

 

 

Los paisajes volcánicos de Lanzarote atesoran una importante riqueza de fauna y flora, hasta tal punto que la UNESCO, en 1993, declaró a la isla, junto con el archipiélago Chinijo, Reserva de la Biosfera. El Parque Nacional de Timanfaya es el mejor ejemplo tanto de esta riqueza como de la belleza del paisajismo volcánico de Lanzarote. Enclavado en el sur de la isla, el Parque Nacional se extiende por más de cinco mil hectáreas de campos de lava y volcanes extintos. Entre 1730 y 1736, una serie de terribles erupciones volcánicas arrasaron esta zona, sepultando una docena de pueblos y dejando tras de sí el paisaje de otro mundo que contemplamos hoy.

 

 

Toda visita a Timanfaya se convierte en una colección de escenas que no se repiten en ningún otro lugar. Los géiseres expulsan agua caliente a través del suelo, y es que la actividad volcánica, aun débilmente, sigue presente. En el parque hay lugares donde la temperatura de la superficie supera los 100ºC. La mejor manera de conocer los secretos del parque es siguiendo la Ruta de los Volcanes, un itinerario que, en unos 14 kilómetros, recorre sus puntos más destacados.

 

 

 

Las playas de Lanzarote

Con más de cien kilómetros de costa, Lanzarote es un destino paradisíaco para los amantes del sol y el mar gracias a sus impresionantes playas, calas y piscinas naturales, acariciadas además por un clima perfecto durante todo el año.

 

 

En una ruta por las mejores playas de Lanzarote no pueden faltar las de Punta Papagayo,  en el sur de la isla. Se trata de una serie de calas de arena blanca y aguas tranquilas rodeadas de espectaculares acantilados. Es el lugar perfecto para relajarse y disfrutar del sol, y también ofrece oportunidades para practicar snorkel y explorar los arrecifes cercanos.

 

 

En el norte, ubicada a los pies del Risco, la playa de Famara es famosa por sus impresionantes vistas y su ambiente tranquilo,  además de por ser un enclave ideal para la práctica del surf. En Costa Teguise está la playa de las Cucharas, también muy popular entre los amantes del windsurf y el kitesurf. Playa Grande y Playa Chica son perfectas para todos los públicos. Ubicadas en la popular localidad turística de Puerto del Carmen, tienen aguas tranquilas y hay todo tipo de servicios y comodidades.

 

 

También en Puerto del Carmen está la estupenda Playa de Matagorda, ideal por su tranquilidad y belleza natural para relajarse y tomar el sol en un ambiente más apacible. La playa de Janubio, de arena negra, es una opción muy recomendable para quienes buscan algo diferente: las salinas y los volcanes circundantes crean un paisaje de gran belleza.

 

 

El carácter volcánico de la isla da forma también a su colección de piscinas naturales. Muy cerca de Playa Blanca, Los Charcones se extienden por casi dos kilómetros de costa, creando piscinas naturales de todo tipo; y también merecen la visita las piscinas de Punta Mujeres, en el nordeste de la isla, flanqueadas por las preciosas casitas blancas del pueblo.

 

 

 

Lanzarote, para comérsela (y bebérsela)

La gastronomía de Lanzarote es una delicia para los amantes de la cocina tradicional más auténtica, y se destaca por su sencillez, autenticidad y sabores únicos. Excelentes pescados y carnes -de cabra, de cerdo, de conejo-, quesos, legumbres y hortalizas -batatas, tomates, cebollas…- y mojos dan forma a exquisitas especialidades tradicionales: papas arrugadas, pucheros, sancochos, potaje de berros, caldo de pescado o dulces como los panes de maní, los roscos de alma o el bienmesabe. Manjares que se riegan con los espectaculares vinos de Lanzarote, entre los que destacan los de La Geria, una de las principales zonas vitícolas de la isla, en las inmediaciones del Parque Nacional de Timanfaya.

 

 

Aquí las cepas se plantan en hoyos -llamados, precisamente, “gerias”- excavados en el suelo de hasta 2,5 de profundidad, protegidos del viento por muretes de piedra de 60-70 centímetros de altura. En el fondo se esconde el suelo fértil, ahora cubierto por la negra ceniza volcánica, responsable de retener la escasa humedad necesaria para que las vides crezcan y den su fruto. 

 

 

 

A este ecosistema tan duro, donde todas las labores de la viña deben realizarse a mano, se han adaptado varios tipos de uva, como la malvasía, —aquí malvasía volcánica—, pero hay también cepas de negramoll, el listán negro, moscatel o breval, entre otras. Todos estos factores hacen de los vinos de Lanzarote unos caldos muy originales, entre los que sobresalen los blancos (secos, dulces y semidulces), aunque no faltan los rosados y unos tintos fuertes, con un retrogusto mineral muy acusado.

La mejor manera de dejarse enamorar por estos es degustándolos en cualquiera de sus bodegas, especialmente las de La Geria. En las de El Grifo, fundadas en 1775, puede además visitarse su Museo del Vino, que ofrece un completo recorrido por la apasionante historia de la “viticultura heroica” de Lanzarote.

 

 

Además de sus vinos, otro de los tesoros de la despensa lanzaroteña es la sal, cultivada en salinas por toda la isla desde hace siglos, y que fue considerada durante décadas como el “oro blanco” de la economía isleña. Se puede contemplar su cultivo tradicional en las Salinas de Janubio, las más grandes del archipiélago canario, y que son una visita muy recomendable por su arquitectura salinera y por la presencia de numerosas aves migratorias. Contemplar cómo el atardecer cae sobre ellas y la luz juega con los reflejos de las charcas salineras es toda una experiencia viajera.

 

 

Y, cuando de comer en Lanzarote se trata, hay una dirección imprescindible: el restaurante El Diablo, en el corazón del Parque Nacional de Timanfaya. El lugar fue construido sobre diseños del propio Manrique, con una enorme cristalera abierta al Parque, y tiene una gran particularidad: los grandes protagonistas de la carta -carnes y pescados- se asan con el calor que desprende la tierra, nada menos que 400º C a unos pocos metros de profundidad.

 

 

Cultura con mayúsculas

El carácter de Lanzarote también seduce, y de qué manera, a artistas e intelectuales de todas las épocas. Desde Pedro Almodóvar, que rodó numerosas escenas de su película Los abrazos rotos en varios escenarios de Lanzarote, entre ellos el Charco de los Clicos, al escritor portugués José Saramago, Premio Nobel de Literatura, que vivió en Tías sus últimos 18 años de vida en lo que hoy es una preciosa casa-museo y escribió en ella varias de sus obras más imperecederas.

 

 

Pero si hay un nombre de artista ligado por siempre a Lanzarote ese es, sin duda, el de César Manrique, uno de los mayores creadores españoles del siglo XX. Nació en Arrecife y, tras triunfar en Nueva York, se instaló en la isla en 1968 para, decía, “convertir mi isla natal en uno de los lugares más hermosos del planeta”.

Hasta su muerte en 1992, fue uno de los mayores defensores y valedores de Lanzarote y sus tradiciones; su legado podemos contemplarlo en lugares como la espectacular Fundación César Manrique, su antigua residencia, donde su talento arquitectónico se funde con la lava sobre la que se asienta la casa y en la que, además de obras propias, se expone su colección privada, compuesta por trabajos de Miró, Chillida, Tàpies o Picasso, entre otros grandes nombres del arte contemporáneo.

 

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La huella de Manrique en los Centros de Arte, Cultura y Turismo

El talento de Manrique está presente, de una u otra forma, en la red de Centros de Arte, Cultura y Turismo (CACT), una serie de intervenciones en espacios emblemáticos de la isla que revelan toda su identidad y que son esenciales para conocer Lanzarote.

Es el caso de los Jameos del Agua, la obra maestra de César Manrique, un espectacular jardín en el interior de un tubo volcánico abierto, distribuido en varios espacios que incluyen dos restaurantes y con varios espacios, entre ellos dos restaurante y un auditorio para 500 personas. Cabe destacar su laguna interior de agua salada, que alberga más de 70 especies endémicas.

 

 

Los otros espacios de la red son también de visita obligada. En el municipio de San Bartolomé está la Casa Museo del Campesino, también obra de Manrique, donde nos aguarda un recorrido por los modos de vida tradicionales de Lanzarote.

 

 

 

El Castillo de San José es una fortaleza del siglo XVIII en la bahía de Arrecife que Manrique acondicionó para albergar el Museo Internacional de Arte Contemporáneo (MIAC), el primer museo de arte contemporáneo de las islas Canarias.

 

 

En Haría, colgado sobre el mar a 474 metros de altura en lo alto de un acantilado, el Mirador del Río, una de las obras más reconocidas de Manrique, regala una vista panorámica espectacular de Lanzarote y el archipiélago Chinijo. Y el Jardín de Cactus, en Guatiza, es considerada la última gran obra de César Manrique en Lanzarote, una fascinante creación que acoge alrededor de 4.500 ejemplares de cactus de unas 500 especies procedentes de los cinco continentes.

 

 

Por último, la Cueva de los Verdes, en el Malpaís de la Corona, en el norte de la isla, es un complejo de galerías excavadas por la lava de casi 8 kilómetros de longitud, parte del mismo tubo en el que se encuentran los Jameos del Agua. Se puede visitar un tramo de un kilómetro de galerías superpuestas, que alcanzan hasta los cincuenta metros de altura y los quince de anchura.

 

 

Turismo activo en Lanzarote

Su naturaleza volcánica y sus privilegiadas playas hacen de Lanzarote un paraíso para la práctica del turismo activo. Los aficionados al trekking pueden disfrutar de más de cien senderos que recorren la isla de punta a cabo, entre los que destacan el de Caldera Blanca, el de los Achajes y el Camino de los Gracioseros. 

 

 

El sendero de Caldera Blanca, en el centro de la isla y de diez kilómetros de longitud, atraviesa una zona de malpaís volcánico y es accesible para todos los públicos. El sendero de Los Achajes, de seis kilómetros con gran desnivel, recorre una gran formación volcánica del sur de la isla, rica en patrimonio arqueológico. Y el Camino de los Gracioseros era la antigua ruta que recorrían los habitantes de isla de La Graciosa para ir y volver de Lanzarote. El itinerario, con unos 4’5 kilómetros de longitud y una dificultad media-alta, desciende el Risco de Famara, en el norte de Lanzarote, y termina al nivel del mar, en una espectacular playa desierta. 

 

 

Las aguas cálidas y cristalinas que bañan Lanzarote -la temperatura del agua oscila entre los 18ºC en invierno y los 24ºC en verano, y su visibilidad supera los 20 metros todo el año- hacen de la isla un destino idóneo para la práctica del buceo y el snorkel. Igualmente, gracias a la influencia de los vientos Alisios, la isla ofrece excelentes condiciones para la vela y otros deportes acuáticos 

 

 

Las playas de Costa Teguise están entre las más preferidas por los aficionados al windsurf, mientras que en Famara se dan citas los amantes del surf y el kiteboard, en un paraje tan bello que, al igual que el resto de la isla, nos acompañará por siempre en nuestra memoria viajera. Así es Lanzarote.