En República Dominicana, cada Gran Viajero puede crear su propia aventura: deslizarse sobre las olas practicando surf o kitesurf, sumergirse en un universo submarino lleno de vida entre arrecifes y naufragios, explorar paisajes naturales únicos, relajarse en playas de ensueño o dejarse seducir por una propuesta gastronómica rica en sabores y mezclas culturales. Todo esto puede hacerse realidad gracias a las ofertas de viaje a República Dominicana de Logitravel, que invitan a vivir exactamente la experiencia que se imagina.

 

 

Mucho más que playas… pero qué playas

Aunque la República Dominicana atesora un rico patrimonio histórico, legado de su época colonial e indígena, y posee un interior natural impresionante, es imposible olvidar que también alberga algunas de las playas más espectaculares del mundo. Entre ellas, un tesoro aún poco conocido espera en el suroeste: la Bahía de las Águilas, en el Parque Nacional Jaragua. A solo dos horas de Barahona, esta bahía ofrece siete kilómetros de playa vírgen y aguas tan transparentes que parecen de otro mundo.

 

 

La costa este del país deslumbra con 160 kilómetros de playas de arena blanca bordeadas de cocoteros y mar turquesa. Punta Cana es más que un destino de descanso: sus resorts de lujo, lagunas naturales y exclusivas experiencias permiten diseñar cada día a medida, desde la práctica de todo tipo de deportes acuáticos hasta exclusivas cenas frente al mar. En sus playas más emblemáticas –Juanillo, Bávaro, Macao, Uvero Alto o Cabeza de Toro– los grandes viajeros encuentran el Caribe de sus sueños.

 

 

En la República Dominicana, cada rincón tiene su propia historia. Bayahibe, con sus calles llenas de vida, ofrece playas paradisíacas como Dominicus y Bayahibe, y es la puerta de entrada a la deslumbrante Isla Saona, donde la playa vírgen de Canto de la Playa se encuentra entre las más destacadas a nivel mundial, consolidándose como una de las mejores playa del Caribe.

 

 

Si lo que se busca es refinamiento y lujo, en el sureste de la isla aguarda La Romana, hogar del exclusivo resort Casa de Campo y su legendario campo de golf  Teeth of the Dog, diseñado por Pete Dye y considerado uno de los mejores del mundo, un enclave que atrae a personalidades del ámbito empresarial, cultural y artístico que disfrutan de majestuosas propiedades en un entorno paradisíaco. Muy cerca, Altos de Chavón transporta a los visitantes a un pueblo mediterráneo del siglo XVI, con calles empedradas, galerías de arte y paisajes que fascinan, y para los amantes del mar, Isla Catalina, a solo 20 minutos en lancha desde La Romana, ofrece arrecifes de ensueño y “El Muro”, una espectacular pared submarina de más de 100 metros de profundidad, ideal para el snorkel y el buceo.

 

 

En la costa norte, Puerto Plata, conocida como “la novia del Atlántico”, combina historia, cultura y naturaleza a lo largo de 120 kilómetros de playas. Su centro histórico conserva calles empedradas y coloridas casas victorianas que reflejan su herencia colonial, fundada por Cristóbal Colón en 1493. Desde allí, el teleférico asciende hasta la cima de la montaña Isabel de Torres, que Cristóbal Colón llamó “Monte de Plata” por el brillo que reflejaban sus nubes y rocas, ofreciendo vistas panorámicas que conectan la historia de la ciudad con la belleza natural que la rodea.

 

 

Sus playas doradas invitan tanto al relax como a la práctica de deportes acuáticos en lugares como Cabarete, que con su brisa constante y condiciones ideales, se ha convertido en un referente mundial para la práctica del surf, el kitesurf y el windsurf. Mientras tanto, Sosúa combina la belleza natural de sus playas con una bonita historia: en la década de 1930, se convirtió en un refugio para cientos de judíos europeos que huían del régimen nazi. Hoy, sus aguas cristalinas y su arena fina y dorada atraen a amantes del buceo, el snorkel y a quienes buscan simplemente disfrutar del sol caribeño en un entorno seguro y tranquilo.

 

 

En la costa noreste, Las Terrenas, en la península de Samaná, combina la autenticidad de un pueblo tradicional con la belleza de playas vírgenes y paisajes idílicos. Rincones como Punta Popy, Portillo y Cosón invitan a disfrutar de arenas doradas, aguas tranquilas y un ambiente acogedor que se complementa con deliciosa gastronomía, animada vida nocturna y una atmósfera relajada que conquista a todo gran viajero.

 

 

Un poco más al este, entre el mar y la montaña, se encuentra Miches, en la provincia de El Seibo. Este destino emergente apuesta por su biodiversidad y su riqueza natural para atraer visitantes, y gracias a su compromiso con la sostenibilidad se perfila como uno de los futuros tesoros exclusivos del Caribe. Sus paisajes sorprenden con lagos naturales, fértiles valles y el Parque Nacional Saltos de la Jalda, donde se alza la cascada más alta de las Antillas. Como broche final, la belleza intacta de Playa Esmeralda deslumbra con su arena vírgen, aguas cristalinas y un arrecife de coral que la protege como un secreto bien guardado.

 

 

Un paraíso para el turismo acuático

En República Dominicana, el mar no es solo un escenario de postal, es también el gran protagonista de experiencias inolvidables. Con más de 200 playas, el país ofrece un abanico de actividades para todos los gustos: desde nadar en aguas cristalinas, practicar deportes acuáticos, explorar arrecifes llenos de vida o adentrarse en la magia de los naufragios históricos que yacen bajo el mar Caribe.

 

El buceo de pecios es, sin duda, una de las joyas del turismo acuático dominicano. Cada naufragio esconde un relato de aventura y, al mismo tiempo, actúa como refugio marino al convertirse en arrecife artificial. Así ocurre con el Saint George en Bayahibe, hundido en 1999 para fomentar la biodiversidad, hoy uno de los puntos de inmersión más icónicos del país junto al Atlantic Princess, un pequeño crucero turístico que encalló en 2008 durante la Tormenta Tropical Fay. También destacan el Astron y el Mónica frente a las playas de Punta Cana, el misterioso Tanya V en Juan Dolio o el legendario Hickory en La Caleta, convertido en un verdadero museo submarino.

 

 

Pero la experiencia va mucho más allá de los naufragios, y es que los escenarios para el buceo en República Dominicana son tan diversos como asombrosos. Los arrecifes despliegan un universo de colores y especies que convierten cada inmersión en un espectáculo natural. Desde las aguas turquesa de Cayo Arena, las paredes submarinas de Cabo Cabrón en Samaná, pasando por las montañas sumergidas de Punto Tiburón, donde el Atlántico se encuentra con el Caribe, hasta la prístina barrera de coral de Montecristi.

 

 

Los más aventureros pueden adentrarse en el desafío fascinante del espeleobuceo. Cuevas como El Dudú en Cabrera o la Cueva Taina en Santo Domingo invitan a explorar túneles y galerías de agua dulce rodeadas de estalactitas, fósiles y un ecosistema insólito. Y si lo que se busca es un encuentro con los bellísimos gigantes del mar, el Santuario de Mamíferos Marinos del Banco de la Plata ofrece cada invierno la posibilidad de bucear junto a las ballenas jorobadas que eligen estas aguas para reproducirse.  

 

Surf en estado puro: un secreto dominicano

República Dominicana guarda un secreto que cada vez conquista a más viajeros: también es un destino de primera para los surfistas. Con más de 1.500 kilómetros de costa bañados por el Atlántico y el Caribe, el país ofrece desde playas de arena suave hasta arrecifes y bahías, siempre con el aliciente de tener más olas que surfistas, garantizando sesiones tranquilas en escenarios de ensueño.

 

En el norte, Cabarete y Sosúa se han convertido en referentes internacionales gracias a playas icónicas como Playa Encuentro, donde arrecifes potentes conviven con olas más suaves, ideales tanto para expertos como para principiantes. El ambiente cosmopolita de Cabarete, con su animada vida nocturna y sus magníficas olas, la ha consolidado como uno de los destinos del país preferido para los surfistas.

 

 

Más allá, las olas también esperan en la costa sur, donde Barahona sorprende con playas enmarcadas por montañas como Barranca o San Rafael, mientras que en Punta Cana, la playa Macao ofrece condiciones perfectas para quienes desean iniciarse en el surf. En el noreste, la península de Samaná sorprende con joyas vírgenes como Playa Cosón y Playa El Valle, ideales para quienes buscan naturaleza intacta. Y para los más atrevidos, Río San Juan y Playa Grande garantizan la adrenalina de enfrentarse al poder del Atlántico.

 

 

Si hablamos de kitesurf, República Dominicana cuenta con condiciones excepcionales casi todo el año. Desde las playas de Cabarete, reconocidas internacionalmente por sus vientos constantes, hasta las bahías tranquilas de Las Terrenas, con enclaves como El Portillo y Punta Popy que combinan viento lateral, aguas seguras y un entorno natural exuberante, el país ofrece escenarios inigualables para deslizarse sobre el mar.

 

Un tesoro natural del Caribe

La República Dominicana es sin dudarlo un país de naturaleza desbordante, donde conviven picos que en ocasiones se cubren de nieve, bosques de manglares, corales, valles y cascadas de fama mundial, como el Salto del Limón, una cascada de 50 metros de altura con una piscina natural en su base, donde es posible disfrutar de un baño refrescante y reparador.

 

No solo sus playas de arena blanca y aguas cristalinas sorprenden al viajero, más del 25 % del territorio está protegido mediante parques nacionales, reservas, monumentos naturales, santuarios y refugios, preservando ecosistemas vírgenes que incluyen desde bosques nubosos y montañas imponentes hasta extensos manglares, como los del Parque Nacional Los Haitises, en la bahía de Samaná, uno de los destinos más importantes del mundo para observar ballenas jorobadas.

 

 

El Parque Nacional Cotubanamá, en el sureste, combina playas paradisíacas con senderos que atraviesan bosques tropicales y cuevas antiguamente habitadas por los taínos, el pueblo indígena original de la isla La Española. Más hacia el interior, la Reserva Científica Ébano Verde y su sendero de 9 kilómetros conocido como el Baño de las Nubes destacan por su biodiversidad única, incluyendo especies endémicas como el ébano verde.

 

 

Para los amantes del senderismo más exigente, el Parque Nacional José Armando Bermúdez es un destino imprescindible. Aquí se encuentra el Pico Duarte, el punto más alto del Caribe con 3.098 metros. La región combina bosques de pinos y caobas con especies únicas, como el loro de La Hispaniola y la hutía, y sus rutas de varios días requieren la guía de expertos para disfrutar de manera segura.

 

 

En la península de Calderas, pasado el poblado de Las Salinas, se encuentran las Dunas de Baní, un conjunto de arena que supera en algunos puntos los treinta y cinco metros de altura. Este campo de dunas, único en el Caribe insular, constituye un auténtico monumento natural y evidencia la extraordinaria diversidad del país.

 

 

Tradición, sabor y un toque de ron

La gastronomía de la República Dominicana es un verdadero reflejo de su historia y diversidad cultural, donde se entrelazan raíces criollas, africanas y españolas. Más allá de los buffets internacionales que ofrecen los resorts, el país guarda un universo de sabores auténticos que sorprenden a quienes se atreven a explorar su cocina local. El plato más emblemático, conocido como la bandera, combina arroz blanco, habichuelas rojas y una porción de carne de res o pollo, acompañado de ensalada o tostones crujientes, un clásico que representa la esencia del paladar dominicano.

 

 

Los sabores tradicionales dominicanos se disfrutan en preparaciones como el sancocho, un guiso abundante de carnes y vegetales; el chivo guisado; o el mangú, plátano verde cocido y majado que se sirve con encurtidos y cebolla salteada. También destacan las catibías, empanadas rellenas de langosta, concha, pollo o carne. Y, ¡atención spoiler!, nada supera comer el típico pescado frito a orillas de una playa dominicana, crujiente por fuera, jugoso por dentro, acompañado de tostones y un toque de lima.

 

 

La repostería dominicana es un verdadero festín de sabores y creatividad que conquista a quien la prueba. El bizcocho dominicano, tan esponjoso como suave, está a menudo cubierto a menudo con glaseado de merengue y es un dulce muy presente en celebraciones; el flan cremoso y dulce; el majarete de maíz y leche de coco; y las habichuelas con dulce, especialidad de Semana Santa; o  los postres de frutas frescas como la piña, el mango y el coco, hacen de cada bocado un dulce pecado al corazón de la cocina dominicana.

 

 

Y para acompañar estos manjares, el ron se convierte en el protagonista indiscutible. La República Dominicana se distingue como uno de los grandes productores del Caribe, y marcas como Bermúdez, Brugal y Barceló avalan su reputación. Desde el ron blanco, joven y ligero, hasta el dorado, añejado o extra viejo, cada variante tiene su carácter y personalidad. Para quienes desean conocer la historia y el proceso detrás de esta bebida, la ciudad de Santo Domingo ofrece el Museo del Ron y la Caña, mientras que en Puerto Plata se puede visitar la destilería de Ron Brugal, uno de los nombres más reconocidos del país.

 

 

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