Sinaia, Sibiu, Sighisaora, Cluj-Napoca, Alba Iulia… La segunda etapa del viaje de Ángel Ingelmo por Transilvania le lleva a lugares escondidos en los mapas
Un reportaje de Ángel Ingelmo.
Sinaia es otro de los lugares imprescindibles del viaje por su monasterio, Mănăstirea Sinaia, y por su palacio, Castelul Peleş: tanto luce uno como relumbra el otro. Sinaia conserva una bonita arquitectura típica de montaña, pequeños chalecitos que nos evocan los tiempos en que la nobleza acudía para disfrutar de un aire puro, concretamente a partir de 1870 cuando el rey Carol I eligió la ciudad para levantar su palacio con el fin de que su hija tuviera un lugar donde mejorar su salud.
El palacio es todo un homenaje al gusto por lo recargado, boiseries que cubren paredes y paredes y donde no se ha dejado apenas un milímetro sin talla. Se puede decir que todo ello fue lo elegido por la reina Isabel, quien por cierto hizo sus pinitos en las letras en alemán y francés, bajo el seudónimo de Carmen Sylva. Las distintas salas se conservan bastante bien, especialmente la de armas, donde debajo de un bajorrelieve con la batalla de Nicópolis hay una espada que se utilizaba para decapitar a los nobles que eran condenados en el siglo XVI y la biblioteca, con su correspondiente puerta oculta.
Sibiu es otra de esas ciudades que sorprende por su sosegada belleza. El paseo se centra en la parte alta, en el entorno de Piaţa Mare (la Plaza Grande), rodeada de un homogéneo grupo de viviendas que presentan la particularidad de unas ventanas con forma de ojo (humano) en las buhardillas y con la Biserica Romano católica, presidiendo el conjunto. Una iglesia barroca de principios del XVIII. Pero lo más bonito es el ambiente de la plaza, un lugar donde todo el mundo parece darse cita y donde nadie tiene prisa.
Cruzando bajo un arco en la Torre del Ayuntamiento (Turnul Sfâtului) se accede a la Plaza Chica (Piaţa Mică), no tan espectacular en cuanto a monumentos, pero también animada. Muy cerca de esta plaza, en la Piaţa Huet, se levanta el principal monumento religioso de la ciudad, la Biserica evanghelică Biserica Sf. Maria, una catedral gótica de 1520 levantada sobre una iglesia románica y en cuyo interior hay un bonito fresco de Johannes von Rosenau. Por la calle Mitropoliei se llegará, después de pasar por la Casa de las Cariátides a la iglesia ortodoxa (1902-1906), que resulta bastante curioso pues su interior imita la famosa cúpula de Santa Sofía de Estambul.
No se puede hablar de Sibiu y no hacerlo del curioso Museo Astra de Civilización Tradicional Popular, un museo al aire libre donde se han colocado viviendas originales de toda la región. Pero lo cierto es que el conjunto que ocupa una superficie de 96 ha es algo más que un lugar cultural para los rumanos que acuden en plan festivo para disfrutar de sus instalaciones: hay bares, restaurantes y tiendas, todo ello dentro de un bosque en las afueras de Sibiu cuyos árboles talados para dejar espacio a las casas recolocadas han sido convertidos en modernas esculturas.
La Piaţa Mare de Sibiu es el centro neurálgico de la ciudad
Si la presencia del mítico Vlad Ţepeş, El Empalador, es una constante en Transilvania, en Sighisoara vamos a encontrar nada menos que su casa natal, o al menos la casa de su padre, en la Piaţa Cetătii hoy ocupada por un restaurante. Pero la ciudad es mucho más que un recuerdo, pues conserva un casco antiguo, en su parte alta, bastante bien conservado.
Entrando en detalle: la Torre del Reloj (Turnul cu Ceas) que hoy acoge el Museo de Historia y donde merece la pena entrar para contemplar una bonita panorámica desde su terraza (balconada) superior; la curiosísima Scara Şcolii o Scara acoperită, una escalinata de madera cubierta de 1642 creada para proteger a los niños de las inclemencias del tiempo cuando iban a la escuela que había en la colina, hoy el Liceul J. Haltrich. Y en la misma colina, la Iglesia de la Colina (Biserica din Deal), del XV y en cuyo interior se conservan unos curiosos arcones de madera utilizados para llevar las dotes en las bodas.
Panorámica de Sighisaora desde la Torre del Reloj
Cluj-Napoca, la ciudad más importante de Transilvania
La ciudad más grande e importante de Transilvania es Cluj-Napoca. Ciudad con una larga tradición cultural y un pasado que se remonta a la época romana cuando el emperador Adriano convirtió un poblado dacio en una colonia romana, más tarde pertenecería a Hungría (de hecho, el rey húngaro Matias Corvino (1440-1490) nació en esta ciudad, que hoy le dedica un monumento su Piaţa Unirii). En esta misma plaza, corazón del casco antiguo, están el Palacio Bánffy, obra barroca de finales del XVIII; la iglesia de San Miguel (Biserica Sfântul Mihail), de estilo gótico alemán (siglos XIV-XV), y el Museo Nacional de Arte (Muzeul Naţional de artă): Piaţa Unirii, 30 (Palatul Bánffy), con una importante colección de pintura rumana de los siglos XIX y XX. Luego una vuelta por el peatonal Bulevardul Eroilor, una de sus calles más animadas; la Piaţa Muzeului, también peatonal y en cuyo centro se levanta el Obelisco Karolina. Como ya se ha dicho, es una ciudad con una activa vida cultural y tiene suficientes alicientes como para atraer la atención de los más buscadores de cultura.
Turda tiene un cierto encanto, pero la mayor parte de las visitas se encaminan siempre a sus minas de sal, explotadas desde el periodo romano hasta 1932, y hoy convertidas en uno de los grandes reclamos turísticos gracias a un moderno montaje. La última ciudad de nuestro recorrido es Alba Iulia y que tiene en su ciudadela su plato fuerte. Se trata de una fortaleza construida a principios del XVIII por el italiano Giovanni Morando Visconti quien siguió el modelo fijado para este tipo de obras por el francés Vauban.
Tiene siete baluartes y cuatro puertas, la más espectacular de ella la segunda, que se remata con un gran grupo escultórico con el rey Carol I. En la cara interior de la puerta varios bajorrelieves y unos soldados haciendo guardia para los turistas con sus trajes de época. Por cierto todos los días realizan un espectacular relevo de guardia con la participación de un grupo a caballo. Dentro del recinto, aguardan el Academicum Collegium; la Sala Unirii -que alberga un museo, pero que es uno de los edificios más simbólicos para los rumanos ya que fue aquí donde se celebró el 1 de diciembre de 1918 la asamblea que aprobaba la unificación de Transilvania con Rumania; el Palacio Apor; la Biblioteca Batthyaneum; la Catedral Romano-Católica, de origen gótico pero con fachada renacentista y la Catedral Ortodoxa (Reântregirii), consagrada en 1922 con motivo de la coronación del rey Fernando I y la reina María.
Hay otros muchos lugares, especialmente monasterios, que merecen la pena en Transilvania. Pero eso, ya lo contaremos otro día. Este viaje no ha sido más que una puerta entreabierta que ha dejado entrever una parte de los muchos encantos de esta “Tierra más allá de la silva”.