Noruega es uno de los países que mejor -y más novedosamente- sabe cómo vivir en armonía de la naturaleza. Y otra de sus iniciativas es la construcción del Mjøstårnet, un edificio piloto que se convertirá en el rascacielos de madera más alto del mundo.
En Noruega saben, y predican con el ejemplo, de que el uso de materiales naturales para la construcción de edificios es una de las maneras más sabias y útiles de vivir en la mayor armonía posible con el medio ambiente que les rodea, y que es parte indisoluble del ADN noruego. Esta fusión de naturaleza y arquitectura, con la piedra y la madera como elementos prortagonistas, es una de las principales características de la arquitectura noruega, condicionada además por el clima y la luz.
Estos principios de la arquitectura se empiezan a ver en la edad media con la construcción de las iglesias de madera medievales, las Stavekirker. El interés de los vikingos por la construcción de barcos y viviendas en madera hizo que utilizaran este material para la construcción de sus Iglesias que tienen como elemento en común los postes angulares (stave), de ahí su singular nombre.
Los edificios representan cerca del 40% del uso energético en Noruega, por lo que cobra especial importancia tomar medidas de eficiencia energética, y esa es la razón que mueve la construcción en la ciudad de Brumunddal, a 150 kilómetros de Oslo, del rascacielos de madera más alto del mundo.
Mjøstårnet es un edificio piloto que trata de demostrar que es posible construir edificios de altura con materiales respetuosos y que supongan una reducción de emisión de gases efecto invernadero de hasta un 85% en la producción de los materiales. Este rascacielos, creado por Arthur Buchardt, ya ha recibido galardones como Norwegian Tech Award 2018 y The New York Design Awards 2018. Tendrá una altura de 80 metros y 18 plantas que integrarán apartamentos, oficinas, un hotel y restaurantes, y está previsto que abra sus puertas en marzo de 2019.
