Remota, vitalista, moderna y apacible: Reykjavík, la capital de Islandia, es un destino idóneo para esos viajeros urbanos en busca de una escapada distinta a las demás.

Un reportaje de Ángel Ingelmo.

Reykjavík es una ciudad moderna que se ha desarrollado muy deprisa: baste decir que a finales del siglo XIX no era más que un pueblo con apenas 2.000 habitantes, para alcanzar los 45.000 al finalizar la Segunda Guerra Mundial y los 118.000 (201.000 el área metropolitana) en la actualidad. Este rápido crecimiento ha hecho que la capital de Islandia no cuente con un patrimonio cultural o histórico de relevancia, pero a cambio de esa falta de edificios con siglos de historia, propone unas calles muy animadas donde se distinguen perfectamente los visitantes de los residentes, los primeros con su prisa contagiosa y los segundos con la calma de aquel que tiene tiempo para todo.

Ruta para visitar Reykjavík

Se dice que en Islandia la vida no comienza hasta la diez de la mañana, y en Reykjavík eso es algo que queda aún más patente que en ninguna otra parte del país. La mejor manera de entrar en contacto con este ambiente es recorriendo sus calles principales: Laugavegur, la calle comercial y de restaurantes por antonomasia; su prolongación, Bankastræti, y Austurstræti, punto donde se encuentran la oficina de turismo y los dos edificios más antiguos de la capital (uno de ellos, una vivienda de madera ocupada por el restaurante Laekjarbrekka).

Al lado casi de este punto salen las calles Skolavördustigur y Hverfisga, otras dos referencias viajeras a las que se volverá más tarde porque, ahora, el paseo se encamina hacia el lago Tjörn, Tjörmin, la postal más conocida de la capital y en cuyas orillas se levantan la Galería Nacional de Islandia (Listasafn Íslands) y una iglesia con su arquitectura de madera, aunque lo más bonito del lago es su ambiente festivo: desocupados que caminan por sus orillas, madres que pasean a sus hijos en sus carritos y familias enteras que se entretienen dando de comer a las aves del estanque, gaviotas y varios tipos de patos (se dice que viven en el lago más de cuarenta especies). Los bancos a sus orillas son una tentación irresistible para no detenerse a respirar el ambiente de la capital. En el extremo de lago, hacia la parte del puerto, está el moderno ayuntamiento (Rádhusid), inaugurado en 1992 y en cuya planta baja se encontrará una oficina de turismo, una cafetería, varias salas de exposiciones y una gran maqueta de la isla.

La siguiente etapa es la plaza Austuröllur, en cuya parte central, en medio de una zona verde que los islandeses utilizan para tomar el sol, hay un monumento dedicado a Jon Sigurdsson, una de las personas que más lucharon en el siglo XIX por conseguir la independencia de Islandia. En esta misma plaza, haciendo frente al monumento, está el Parlamento o Asamblea Nacional (Alþingishúsiđ), un edificio construido con la típica piedra volcánica, casi negra, de la isla en 1881 para acoger a los parlamentarios que hasta entonces habían seguido celebrando sus reuniones en Þingvellir, y la iglesia Dómkirkjan, de finales del siglo XVIII y un estilo muy sencillo. La parte opuesta de la plaza es justo lo contrario: si una concentra la ley y la religión, aquí tienen cabida un buen número de bares, que colocan sus terrazas en la misma plaza, y que serán otro de los puntos de descanso en todo recorrido. Detrás queda la zona portuaria, donde llegan los cruceros y aún es posible ver algunas viviendas de antiguos amadores.

La calle Skólavördustígur, otra referencia comercial de la capital, conduce hasta la espectacular Hallgrímskirja, una moderna catedral cuya construcción se emprendió en 1941 para ser consagrada en octubre de 1986 y cuyo estilo responde a una actualizada versión del neogótico. La sobriedad de sus líneas en el interior y sus paredes desnudas nos recuerdan por otro lado el minimalismo. Solo el toque de madera y metal del gran órgano a los pies de la iglesia viene a romper esa uniformidad. Aquí cabe la posibilidad de subir al campanario para contemplar la panorámica. La estatua que hay justo delante de la puerta corresponde a Leifur Eriksson, hijo de Erik el Rojo, descubridor de Groenlandia, por el siglo X, y de quien se dice que incluso llegó a las costas americanas cinco siglos antes de que lo hiciera Cristóbal Colón. Antes de abandonar esta plaza, se puede dedicar un momento al museo de escultura Einar Jónsson (1874-1953), si no se entra en el edificio se pueden ver al menos las esculturas que hay en el jardín público de la parte posterior, el acceso es libre, y servirán para hacerse una idea de este artista que en algunos momentos parece estar esculpiendo un cuadro simbolista.

De sagas islandesas y un drakkar

Bajando por Frakkastígur se llegará, después de cruzar Laugavegur, a la calle Hverfisgata, en este caso también referencia cultural ya que aquí se encuentra el Teatro Nacional y la Casa de la Cultura (Þjóđmenningarhúsiđ), donde se guardan alrededor de 1800 manuscritos originales de las famosas sagas islandesas que fueron devueltos entre 1971 y 1997 tras unas negociaciones con el gobierno danés que se habían iniciado en 1927. La calle paralela ya corresponde al frente marítimo, otro entretenido paseo que comienza donde hay un edificio que servirá para centro de convenciones y se continuará hasta la escultura del Barco Vikingo, del artista Jon Gunnar Árnarson, quien se ha inspirado en la estructura de los típicos drakkar escandinavos. Un poco más adelante, una vivienda construida en 1909, Höfđi, sin nada especial pero que se hizo famosa por ser escenario en 1986 de un encuentro sobre la paz entre Reagan y Gorbachev, que terminó sin mayor relevancia. Al final de todo el paseo, se halla el museo Ásgrimur Jónsson (1876-1958), creado en la que fuera su residencia y estudio en un pequeño promontorio y que tal vez pueda parecer algo apartado.

 

Exterior del Museo de escultura de Ásmundur Sveinsson. © www.visiticeland.com.

 

Museos en para todos los gustos

Continuando con los museos, hay que destacar el Museo de escultura de Ásmundur Sveinsson (1893-1982), un poco apartado pero bastante interesante; la Casa Nórdica (Norræna Húsid), inaugurada en 1961 y obra del arquitecto Alvar Aalto, quien se encargó igualmente de su decoración y del diseño del mobiliario, y el Museo de las Sagas, una especie de museo de cera creado en uno de los complejos, Perlan, más curiosos de la capital, ya que es el resultado de la adaptación de cuatro grandes depósitos que se utilizan para acumular agua caliente que luego se utilizará en las viviendas de la capital y su remate con una cúpula de cristal, dentro de la que se ha montado el restaurante con mejores vistas de la capital. Llegado el momento del ocio, aquellos que no han ido a la Laguna Azul o quieran disfrutar de una playa climatizada a orillas del mar lo mejor es que vayan a la Nauthólsvík, en la ladera de la colina Öskjulid, la misma donde está La Perla, una piscina termal que se aprovecha del agua sobrante de una estación geotérmica y que todas las tardes reúne un considerable público.

GUÍA PRÁCTICA DE REYKJAVIK

Restaurantes recomendados en Reykjavík: A la hora de la cena, se podrá optar por alguno de los restaurantes de cocina tradicional islandesa: Læjarbrekka (Bankastræti, 2. Tel. 551 44 30), posiblemente el clásico por excelencia de la capital y cuya carta gira en torno a los platos más tradicionales de la isla; Við Tjörnina (Templarasund, 3. Tel. 551 86 66), otro clásico en la primera planta de un edificio frente al Parlamento; Þrír Frakkar Hjá Úlfari (Baldursgata, 14. Tel. 552 39 39) con una carta que incluye los platos más célebres de la cocina isleña entre los que se incluyen pescados y carne de ballena. La otra opción es decantarse por alguno de los dirigidos por los nuevos chefs de Islandia y cuya cocina se define de tradicional revisada:Domo Restaurant (Þingholtsstræti, 5. Tel. 552 55 88), DILL (Sturlugötu, 5. Tel. 552 15 22. Dentro de la Nordic House) o Tveir Fiskar (Geirsgötu, 9. Tel. 511 34 74).

De copas por Reykjavík: Si llega el tiempo de las copas, y para no dar muchas vueltas, junto a la Plaza Austurstraeti hay un buen número de locales, entre ellos el Café París, de los más tradicionales. También en la misma zona la Casa Guiness, un edificio de dos plantas que siempre suele estar concurrido, o el Café Oliver (Laugavegur, 20 a), otra dirección que se mantiene a pesar del paso del tiempo. Si se busca el local que tenía la cantante Bjorn decir que ya hace tiempo cerró, pero que hay otros muchos que mantienen un estilo moderno y una gran animación como el Babalú (Skolavordustigur, 22 a. Tel. 552 22 78), un café pequeño y acogedor con terraza; Thorvaldsen Bar (Austurstræti, 8. Tel. 511 14 13), pub y restaurante muy animado en fin de semana; Players (Bæjarlind, 4. Tel. 544 55 14), en cuyas pantallas gigantes se pueden seguir los principales eventos deportivos; o Kaffibarinn (Bergstaðarstræti, 1), propiedad de un conocido cantante, Damon Albarn, del grupo Blur. En el Tapas Bar (Vesturgata, 3 b. Tel. 551 23 44), se alterna un cierto estilo español con tapas islandesas.

Sobre el autor

El periodista y escritor salmantino Ángel Ingelmo es uno de los autores de guías de viaje más destacados de España. Tras haber residido en Francia y Escocia, lugares en los que frecuentó los círculos artísticos e intelectuales, regresó a España, donde, desde comienzos de la década de los Ochenta hasta la actualidad, ha traducido obras literarias, colaborado en medios de comunicación y escrito más de un centenar de guías de viaje de todo el mundo.