El círculo de oro islandés


Cascada de Gullfoss, Islandia
Cascada de Gullfoss, Islandia

La cascada de Gullfoss, la zona de Geysir y Þingvellir: los tres puntos cardinales del Círculo de Oro, una ruta viajera por algunos de los escenarios más característicos de Islandia.

El “Círculo de Oro”, que incluye la cascada de Gullfoss, la zona de Geysir y Þingvellir, es  un triángulo formado tres monumentos naturales cuya visita se puede realizar empezando por cualquiera de los tres vértices. Optando por Þingvellir, a unos 50 kilómetros  al norte de Reykjavík, al poco tiempo de llegar se comprenderá porqué los vikingos eligieron este paraje para sus primeras asambleas: un altivo farallón de roca que sirve de telón de fondo a una explanada donde se celebraron a partir de principios del siglo X las primeras reuniones del que se supone primer gobierno islandés. Se dice que la contigua cascada de Öxaráfoss fue creada artificialmente por aquellos primeros parlamentarios con el fin de que el marco resultará más imponente y dramático. En este mismo lugar en 1262 se aprobaría la decisión de ponerse bajo el control de Dinamarca, poniendo fin a sus años de independencia. Ya en 1930 más de 30.000 personas se reunirían en estas “Llanuras del Parlamento” para celebrar el milenio de la fundación del Alþing y en 1944 congregaría a una festiva población que celebraba su nueva independencia.

Tan espectacular como esa pared de roca y la llanura es la Almanngja, una larga falla donde se observarán las balizas colocadas por los geólogos para estudiar la separación de las placas continentales. Efectivamente, en este punto se separan la placa americana y la euroasiática. Poniendo fin a la llanura, el lago Þingvallatan, el más grande de Islandia.

Geysir responde exactamente a lo que se puede esperar de él, concretamente el Gran Geysir, un surtidor que lanza su chorro de agua caliente cada cinco minutos más o menos a una altura de unos veinte metros y que congrega un montón de turistas que cámara en mano esperan inmortalizarse en el momento no siempre justo. Este geyser entró en actividad por primera vez en el siglo XIII, cuando se supone que alcanzaba los 60 m de altura. En el siglo XX ya era una de las grandes atracciones turísticas de la isla y su éxito estuvo a punto de causar su desaparición, ya que para provocar el fenómeno se arrojaban en su boca kilos de detergente. Afortunadamente, se prohibió esa práctica y gracias a ello los turistas hoy pueden seguir siendo espectadores de este espectáculo de la naturaleza. Una vez se ha sido testigo de su explosión, una visita al bar o restaurante y la tienda de recuerdos.

A apenas diez kilómetros de Geysir las aguas del río Hvita se precipitan al vacío desde una altura de 32 metros para componer la que posiblemente sea catarata más visitada de la isla: Gulfoss o Catarata Dorada. En la parte baja, donde hay otro aparcamiento, un monolito de granito con una efigie en bronce rinde homenaje a Sigridur Tomasdottir, una granjera local propietaria de los terrenos donde se encontraba la catarata, que a principios del XX se opuso a que fuera convertida en central hidroeléctrica por parte de una empresa extranjera que la había alquilado al gobierno islandés. Su hijo continuó la lucha por la conservación del paraje y finalmente, en 1975, otro miembro de la familia, Einar Gudmundsson, donó la granja al gobierno islandés con la condición de que la zona fuera declarada área protegida, lo que finalmente fue aceptado. Antes de emprender el regreso a la capital, se puede hacer una breve visita a Selfoss, una pequeña población que suele ser utilizada por muchos grupos organizados para pasar la noche. Por otro lado, no tiene gran cosa: un puente colgante de 1945 y una iglesia a orillas del río que compone una bonita postal. Sí es interesante, en cambio el museo de las sagas y vikingos (Sögusetrið Hvolsvelli) en el pueblo de Hvolsvöllur.