Cada verano, esta ciudad de la costa oeste de Irlanda celebra una semana de carreras de caballos que reúne a los fanáticos del hipódromo con las fashion victims más delirantes

Ante la taquilla, una venerable y regia anciana de extravagante vestimenta rematada por un sombrero imposible rebusca calderilla en su bolso para apostar por su caballo favorito. Pocas bromas con la dama. Estamos en el hipódromo de Galway, capital del condado del mismo nombre, en la costa occidental de Irlanda, y aquí los caballos y las apuestas son una cosa tan seria como una buena pinta —o dos, o tres— después del trabajo.

Galway –asomada al Atlántico y la desolada belleza de las Islas de Arán, cercana a las soledades esmeralda de Connemara– es una (atentos al lugar común) ‘bulliciosa ciudad universitaria’ que cada año acoge (¡y ya van dos tópicos!) ‘una cita imprescindible’ del verano irlandés: las Galway Races, las carreras de Galway, una semana de carreras que atrae a miles de visitantes que se dejan lo que no tienen en las apuestas —el irlandés es un pueblo gastador— y en los muchos pubs que jalonan las calles de esta localidad que ha experimentado un crecimiento espectacular en las dos últimas décadas.

Un día en las carreras de Galway | Tu Gran Viaje a Irlanda

El espectáculo de las carreras de Galway reside tanto en las carreras de caballos como en el público, sobre todo si acudimos en el que llaman Ladies Day (el Día de las Damas), que suele tener lugar en jueves. En esa jornada las mujeres lucen sus mejores galas o, al menos, lo que entienden por ellas. Coger uno de los autobuses que llevan al hipódromo desde el centro de la animada y repleta ciudad —aconsejable, ya que los atascos son la norma— es como subirse al bus de una boda donde las invitadas compiten por exhibir el sombrero más chic, el tacón más vertiginoso y la falda más corta, a pesar de que el verano irlandés tiene mucho de otoño palentino.

 

 

Naturalmente, la gracia no está en las mujeres elegantes y bien vestidas, sino en aquellas que demuestran a cada paso que lo suyo es más el chándal que los tacones de veinte centímetros y los vestidos ajustados. Si añadimos el efecto de la bebida, que no puede faltar en ningún sarao irlandés, nos encontramos a medida que avanza la jornada con ladies que se desplazan tambaleantes como galeones en la tormenta (a menudo literalmente, por cortesía de esa ‘lluvia de lado’ tan irlandesa y que cala hasta los huesos).

Un día en las carreras de Galway | Tu Gran Viaje a Irlanda
Foto: Wikipedia

En cualquier caso, resulta entrañable la desinhibición de las irlandesas e irlandeses (¿a quién demonios le podría caer mal esta gente?), que hacen largas colas para conseguir una Guinness o algo para comer —que nadie se espere exquisiteces—, se entregan al placer universal de ver y ser vistos y vibran con las carreras con una pasión que sorprende al visitante. Son gente gustosa, y su franqueza en la diversión los hace muy simpáticos y acogedores para el forastero.

Por supuesto, en las carreras de Galway también hay sitio para los… caballos. Así, se ve a muchas personas (a menudo de cierta edad, un poco como en los toros en España) que acuden al paddock a estudiar a los estilizados equinos, aficionados reconcentrados que escudriñan los folletos que informan de las estadísticas de los animales con la seriedad de un astrónomo soviético, porque (sí, amigos) los caballos y las apuestas son una cosa muy seria en Irlanda.