En estos tiempos de turismo apresurado, quedan aún lugares que mantienen todo el encanto y el poder de seducción edificado a través de los siglos, y que son promesa de una experiencia inolvidable. Budapest es de esos lugares, una ciudad imposible de encerrar en una sola palabra…
Una tarde soleada cualquiera, las aguas del Danubio reflejan los tonos dorados de las agujas neo-góticas del Parlamento: matices de oro arrancados de la piedra por esa luz del atardecer tan típica de Europa Central. Mientras nosotros asistimos al espectáculo imponente desde el puente de las Cadenas, notamos cómo sentirse feliz de la vida y enamorado de Budapest es todo uno…
Y es que la capital húngara es un festín para cualquier viajero que se precie, un destino imprescindible que atesora merecidamente todos los adjetivos que esperamos de una gran capital europea: seductora, histórica, romántica, elegante, señorial…
Budapest es de esas ciudades que parecen haberse creado únicamente para el disfrute del viajero, ser glosada y cantada por los poetas; para que, en definitiva, todos los que la conocemos caigamos bajo el embrujo de la que es, como dice acertadamente el escritor y Premio Príncipe de Asturias, Claudio Magris, “la más hermosa capital del Danubio”.
Esplendor y tradición
Budapest es, por supuesto, una de las grandes capitales europeas, destino ineludible para viajeros de todo el mundo, que quedan maravillados del carácter poliédrico de la capital húngara: un alma que es a la vez oriental y occidental, moderna y tradicional, vitalista y relajada.
La ciudad no se entiende sin el protagonismo del río más grande de Europa. El Danubio y los puentes –auténticas maravillas arquitectónicas- que lo atraviesan son las arterias vitales que unen lo que eran dos ciudades que, juntas, crearon una de las más grandes capitales europeas: Buda (la antigua sede real, donde se encuentran los barrios residenciales más elegantes) y Pest (el centro comercial y económico de la ciudad).
Para apreciar de la mejor manera las perspectivas de las dos almas de la ciudad, hay que hacer caso a sus propios habitantes, que nos recomiendan admirar Buda desde el Parlamento, en Pest, y Pest, desde el Bastión de los Pescadores de la Colina del Castillo, en Buda.
Otro consejo que no hay que dejar de seguir es el que nos dice que, en ambas riberas, hay que caminar despreocupadamente, mirando hacia arriba: esa es la mejor manera de conocer de veras la belleza de la ciudad, pues es por encima de nosotros donde se encuentran algunos de los trazos más sobresalientes del ADN de la capital húngara: fachadas preciosas con estucos y ornamentos que nos cantan las glorias del barroco húngaro, un estilo impactante y retador que eclosionó en los época dorada del Imperio Austrohúngaro, las décadas finales del siglo XIX y las iniciales del XX.
Testigos dorados de aquellos años son las cariátides que vigilan el pasear del gentío por la Avenida Ambrassy o el Bulevar Körut. Cualquiera de las rutas que tomemos nos satisfarán: la ciudad está repleta de atractivos, como el Palacio Real, que alberga en su interior la Galería Nacional, el Museo de Historia de Budapest y la Colección Ludwing. El entorno del palacio es especialmente bello: desde delante, el viajero se extasía con la vista de Pest, el Danubio y los puentes que unen las dos ciudades.
El Hotel Gelert, la estación Oeste o el edificio de la Ópera son algunas de las edificaciones más queridas por los habitantes de la ciudad, orgullosos de vivir en una auténtico museo de arquitectura al aire libre. El sabor más auténtico de la ciudad también nos espera en rincones más íntimos, más domésticos: los portales de la calle Szobi, los patios interiores de las calles Jósika y Eötvös…
Cool Budapest
En la plaza Vörösmartyi, en el corazón de Pest, se congregan los artistas callejeros: pintores y músicos que hacen del bullicio un modo de vida. Hoy, Vaci Utca es el lugar donde estar a la última moda: la calle (utca, en húngaro) es la arteria más cool de la ciudad. Restaurantes, terrazas, tiendas exclusivas y animación callejera que hacen de ella un lugar imprescindible y tentador. Otra de las novedades con las que la ciudad ha saludado el nuevo siglo son los kertek, espacios –no son precisamente locales- a orillas del río y siempre al aire libre donde se reúne lo más granado de la ciudad, en los que se sirve alcohol hasta altas horas de la madrugada.
En el barrio de Ferencváros está el conocido como Soho de Budapest, que tiene su centro en la Rádai Utca, con bonitos cafés, restaurantes y pequeñas tiendas. Otra particularidad de Budapest son las conocidas como “tabernas en ruinas”, que no son sino establecimientos de ocio ubicados en los patios interiores de casas en ruinas, donde bajo una pérgola se puede tomar una cerveza, comer un sándwich y escuchar música. Una de las más famosas es Szimplakert (Jardín sencillo), en la calle Kazincy.
Otros puntos a destacar de la escena nocturna de Budapest son el Eklektika Café (local para la “nueva bohemia”: jazz en directo, exposiciones y recitales poéticos), en Semmelweis Utca, el Cotton Club (un remedo de los speak easy de los años de la Ley Seca de Chicago) en Jókai Utca y la Casa de la Música de la Hilandería (Sztregova Utca), una antigua nave industrial reconvertida en uno de los “templos” europeos de la world music.
De compras en Budapest
Budapest es también sinónimo de buenas compras, fruto de su herencia histórica como centro comercial y político del imperio austrohúngaro. La zona más tradicional del shopping sigue siendo la del centro de Pest: las tiendas más prestigiosas y las marcas más exclusivas se agolpan en Váci Utca. Merece mucho la pena la visita a a la llamada calle de las antiguedades, la calle Falk Miksa. El centro comercial West End Shopping Center es ahora mismo un escenario ineludible para las compras en la ciudad, y está cambiando los hábitos de compras de los budapestinos, que siguen acudiendo en masa a los celebrados mercados tradicionales. Ofrecen verdaderas emociones las visitas al “rastro” de Ecseri Utca y a los grandes mercados de alimentos.
El principal de ellos es el Gran Mercado (avda.Vámház), cerca de la orilla del Danubio, donde comprar las famosas muñecas tradicionales Herend, pintadas a mano, objetos de cerámica de terracota, mantelerías, bisutería, trajes o bordados tradicionales y también los más célebres manjares de la gastronomía húngara: salamis, foie de oca, Pálinka (el licor tradicional de cereza y albaricoque)… Otros mercados muy interesantes son el Mercado de la calle Hold (Hold Utca), cerca del Parlamento; Mercado de la plaza Rákóczi (plaza Rákóczi, no. 7-9), donde encontrar el Budapest más cotidiano, sin turistas; el Mercado de la plaza Klauzál, en el centro del antiguo barrio judío, o el Mercado de la plaza Batthyány, donde desde su café podremos disfrutar de una excelente vista sobre una de las plazas más bellas de Budapest y sobre el Parlamento.
Budapest para gourmets
La gastronomía húngara es fiel reflejo del carácter ecléctico del país: una acertadísima mezcla de campesina húngara, con influencias asiáticas y alguna procedente de Asia, junto con la cocina francesa. El gulash, excelentes pescados de agua dulce y el hígado de oca son las estrellas de su recetario. El restaurante más famoso de Budapest es Gundel, (Állatkerti út 2), que tiene un opulento salón adornado con pinturas del siglo XIX, en el que degustar platos tradicionales con un toque contemporáneo donde destacan el cordero y los platos de caza. Si queremos cenar en un palacio del siglo XIX al son de buena música tradicional húngara en directo, debemos ir al otro gran restaurante de la ciudad, el Kárpátia (Ferenciek tere, 7-8), donde se pueden degustar especialidades húngaras y transilvanas. En el Páva (Hotel Gresham Palace), disfrutaremos de buena cocina mediterránea y de unas espectaculares vistas de la plaza Roosvelt, el Puente de las Cadenas y el castillo de Buda.