Visitar los campos de lavanda de Brihuega es, como cada verano, una excelente idea.
Cada verano, Brihuega, colgada sobre el río Tajuña, se convierte en la estrella del verano alcarreño con la explosión carmesí de sus campos de lavanda. El pueblo, uno de los más bonitos de la provincia de Guadalajara y destino de excursión muy popular entre los madrileños -la capital de España se encuentra a poco más de cien kilómetros- tiene el merecido sobrenombre de “jardín de la Alcarria”.
Brihuega siempre ha sido un pueblo donde la agricultura y la naturaleza han ido de la mano, alimentadas por una ubicación excepcional -suelos ricos en nutrientes y el caudal del río Tajuña.
Visitar Brihuega -en la villa residió durante sus últimos años el gran viajero y maestro de periodistas que fue Manu Leguineche– es hacerlo por un trazado medieval de calles trazadas sobre balconadas naturales y protegidas por el Castillo de la Puerta Bermeja y las puertas que se abren en los cientos de metros de lienzos de su estupenda muralla, rodeadas de huertas que descienden buscando el río, y pespunteadas de construcciones renacentistas, templos góticos, y la bellísima Real Fabrica de Paños, es viajar en el tiempo.
Visitar campos de lavanda Brihuega
Y es que, aunque sus ya famosos campos de lavanda no comenzaron a cultivarse hasta la segunda mitad del siglo pasado -para convertirse, con más de mil hectáreas, en uno de los mayores campos de lavanda de Europa-, se ha convertido en una tradición veraniega el visitar los campos de lavanda de Brihuega, las interminables explanadas carmesíes que pueblan las tierras del municipio.
Los comercios ofrecen todo tipo de productos relacionados con la lavanda y los campos de lavanda de Brihuega siguen siendo visitables: basta con tomar nuestro coche y explorar las carreteras que salen y entran del pueblo (la CM-2005 es tal vez la más recomendable).
