Es imposible que una sociedad tecnificada hasta la fábula como la japonesa quede sin retratar cuando es Jesús Gª Marín quien trotamundea por ella…
He estado últimamente haciendo dando vueltas por Japón y, la verdad, me ha llovido bastante. Sin embargo, es éste un país –lo contrario del nuestro– que no deja nada ni para el individuo, ni para la improvisación; además, todo está muy bien estudiado. En Japón se encuentran paraguas por todos lados, tras el chaparrón es normal incluso tirar el paraguas nuevo a la basura. Muchos establecimientos tienen paraguas que se pueden usar y se dejan para su aprovechamiento por otra persona en otro sitio.
El paraguas se coge aquí y se deja allí (se va pasando gratis, como un testigo en las carreras de relevos). En las tiendas tipo Lawson, Am Pm, 7 Eleven -en esas tiendas de conveniencia, que diría un anglosajón- venden unos paraguas de plástico transparente, que tienen su originalidad -no están nada vistos en España-, cuestan poquito -unos 470 yenes, cosas de 4€- y son casi de usar y tirar, aunque son bastante buenos y se pueden traer de souvenir. En los días de lluvia, los grandes hoteles dejan paraguas de calidad; eso sí hay, que poner un pequeño depósito.
Durante esas jornadas lluviosas, en las entradas a los edificios y grandes almacenes sacan unas máquinas con bolsas de plástico para meter el paraguas empapado y no ir chorreando el interior del espacio correspondiente. Desde luego, lo de ir por esos mundos goteando no está bien visto en Japón, el país del Sol Naciente. Bueno y si llueve mucho siempre podemos cobijarnos en alguno de los espectaculares centros comerciales nipones que pueblan casi todas las ciudades importantes del país, como por ejemplo el que vemos en la foto, que no es la sala del Reina Sofía donde está el Guernica, sino un centro comercial junto a la estación de tren de Tokio.