Increíble, pero cierto: hay un cabaret en Tailandia apto para toda la familia. El Simon Cabaret de Phuket, uno de los más famosos del sudeste asiático, es un espectáculo tan kitsch y näif que, claro, está autorizado para todos los públicos.
Los términos “cabaret” y “Tailandia” en la misma frase pueden -con razón- alarmar a más de uno. No es un secreto, ni mucho menos, que Patong, la ciudad más grande de la isla tailandesa de Phuket, puede superar a la imaginación más desbordada: no basta para comprobarlo más que caminar tranquilamente por Bang La Road, su calle principal, durante cualquier momento de la noche y contemplar el trasiego de turistas, lady boys, prostitutas, puestos callejeros… Lo que uno espera encontrarse, en definitiva, de la que es capital del ocio del sudeste asiático. Los lady boys reparten folletos con anuncios de cabarets y shows eróticos a los que el término “alto voltaje” no hace justicia -por lo corto; pero, curiosamente, el cabaret más famoso de toda la ciudad, el que ha trascendido de los confines de la isla, no es un antro depravado: es un cabaret kitsch, naïf y -tal vez no pretendidamente, pero lo es- inocente: el Simon Cabaret.
El Simon Cabaret está a diez minutos paseando de Bang La Road, en una zona muy tranquila de la ciudad. La compañía, integrada por impresionantes lady boys -los célebres transexuales tailandeses-, desgrana en la hora y media de show una colección de números musicales coreografiados e interpretados con el nivel que un viajero esperaría de un concurso de talentos de una televisión local: playback mal sincronizado, vestuario gastado, alguna imprecisión y miradas de odio entre las divas del escenario. Las familias tailandesas y coreanas aplauden entusiasmadas, cantan las canciones que musican los números -tonadas tradicionales tailandesas y -ejem- grandes éxitos del pop internacional-, mientras otros viajeros, simplemente, encuentran más asombrosas las reacciones del público que las voluntariosas muestras de talento de la troupê. Nada de números procaces, antes al contrario: en el Simon Cabaret no hay pelotas de ping pong propulsadas de manera extraña ni cigarrillos extrañamente encendidos. Y a la salida, los artistas despiden entre sentidas lágrimas al público, pidiéndoles retratarse -a cambio de unos bath- con ellos. Viajar a Phuket y no ir a una función del Simon Cabaret es imperdonable, como bien saben todos los políticos tailandeses, desde . Si es bueno para los políticos nacionales -del Primer Ministro a la Presidenta del Consejo Nacional de la Mujer-, lo es para todos los viajeros.
Datos prácticos