Leyendas, mitos e historia se dan cita en uno de los lugares más enimágticos e impresionantes de Egipto: los Colosos de Memnón.

Próximos a Medinet Habu, en Luxor, se erigen los Colosos de Memnón, los únicos restos visibles del templo funerario de Amenhotep III. Tal como ordenó construir en vida, estas dos estatuas, de 18 metros de altura, presiden la entrada al monumento y representan al faraón en posición sedente, adorado como dios de la tierra. A ambos lados, le acompañan las representaciones de su madre Mutemuia y su esposa Tiyi.

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Ambas figuras fueron originalmente monolitos, hechas de una sola pieza de cuarcita roja, procedente de la cantera de Gebel el-Akhmar, cercana a El Cairo, a petición de su arquitecto, Amenhotep hijo de Hapu. El templo, que en su día fue el mayor y más espectacular de Egipto, fue un inmenso centro de culto.

 

Foto de ENDERjuh en Unsplash

 

La leyenda de los Colosos de Memnón

Sin embargo, estos Colosos son famosos desde la antigüedad, pero no a causa del faraón del Imperio Nuevo. Las estatuas fueron motivo de peregrinación por el mito que albergan, el del héroe troyano Memnón, hijo de la diosa Aurora, y que da nombre al monumento.

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Cuenta la leyenda que Aquiles lo mató en venganza por la muerte de su amigo Antíloco, y que su madre, al enterarse que el cuerpo de su hijo yacía sin vida, suplicó a Zeus entre lágrimas amargas que lo resucitara aunque sólo fuera una vez al día. Es por ello que todas las mañanas, cuando sale el sol, se puede oír un quejido agudo y prolongado que sale del interior de las estatuas. Este sonido se atribuye a Memnón, quien deja su llanto amargo como súplica por la ayuda de su madre.