Palma, la joya artística del Mediterráneo


Hay lugares que enamoran incluso antes de conocerlos, y Mallorca pertenece a esa categoría privilegiada.

No importa cuántas veces hayas aterrizado en Mallorca, desde el avión, la vista desde el cielo de la isla siempre conmueve: la Serra de Tramuntana, la bahía y el mar que refleja esa bendita luz mediterránea que anticipa que todo lo que viene va a ser extraordinario.

Todo gran viaje a la isla de la calma comienza y termina en Palma, su capital. La Madina Mayurqa árabe, transformada en Ciutat tras la conquista cristiana, se ha convertido hoy en una capital cosmopolita, elegante y en la que se respira ese lujo silencioso tan propio de Mallorca.

Pero la ambición de la ciudad va más allá: Palma aspira a ser Capital Europea de la Cultura en 2031, y no le faltan razones, lo hace con un proyecto transformador que combina arte, innovación y sostenibilidad, sin perder su esencia en calles y edificios históricos, comercios centenarios y rincones escondidos que invitan a recorrer la ciudad a pie y descubrir su auténtico carácter.  

El alma local de un patrimonio vivo

Palma no sería la misma sin sus comercios emblemáticos, espacios únicos que conservan la historia de generaciones enteras. Colmados, mimbrerías, pastelerías, chocolaterías, floristerías, cafeterías, bares, mercerías y tiendas de todo tipo destacan por su antigüedad, su valor patrimonial y por mantener viva una actividad con más de un siglo de historia. Hasta 114 establecimientos han sido reconocidos como emblemáticos por su carácter singular y por su vinculación con la identidad de la ciudad.

Explorar sus escaparates, a pie, por libre o siguiendo rutas guiadas, es descubrir la Palma más tradicional y auténtica. Entrar en estos comercios es hacer un verdadero viaje en el tiempo: degustar dulces y salados de recetas tradicionales mallorquinas en Fornet de la Soca, con su fachada modernista de 1916; admirar los juguetes históricos en Juguetes La Industrial, la juguetería más antigua de la ciudad; merendar ensaimadas con chocolate en Ca’n Joan de s’Aigo; perderse entre los productos de la bombonería La Pajarita, el colmado más antiguo de Palma; adquirir un capazo artesanal en Mimbrería Vidal, en la calle de La Cordería; o terminar tomando las famosas “llagostas” en el Bar Bosch, que desde 1936 sirve este clásico llonguet mallorquín tostado y restregado con tomate de ramallet, variedad autóctona de las Illes Balears.

Para seguir disfrutando de auténtica cocina mallorquina, nada comparable a vivir una experiencia gastronómica en el también emblemático Mercat de l’Olivar, de la mano de Déborah Piña, y descubrir la esencia de la tradición culinaria de la isla. Durante el recorrido, se eligen ingredientes frescos y de temporada, que luego se transforman en platos típicos en su espacio, Forn de sa Llotgeta, una histórica panadería que refleja la arquitectura medieval mallorquina y que atesora más de seis siglos de historia. En este lugar, Déborah ha creado diferentes experiencias que conectan a los visitantes con la gastronomía local y la sostenibilidad, apoyando a productores y pequeños negocios que preservan y transmiten la identidad gastronómica de Mallorca.

Una escapada con mucho arte  

Para sumergirse en la historia y en el arte en Palma, nada mejor que comenzar por la Catedral de Mallorca, la Seu, que se alza imponente frente al Mediterráneo desde hace más de 800 años. Su elegante estilo gótico, la majestuosidad de su nave central, que alcanza los 45 metros de altura, y su impresionante rosetón de 13 metros de diámetro, el más grande del mundo, han llevado a muchos a considerarla la catedral más bonita del mundo. Spoiler: subir a sus terrazas permite disfrutar del rosetón desde una perspectiva diferente, además de ofrecer unas vistas increíbles del Mediterráneo y de toda la ciudad.

Construida entre los siglos XIV y XVI por orden de Jaime I sobre el solar de una antigua mezquita árabe, la Catedral de Mallorca vivió una importante transformación a principios del siglo XX. Entre 1903 y 1915, Gaudí dejó su huella en la Seu, convirtiendo un espacio dañado por un terremoto en un lugar más amplio, luminoso y adaptado a las necesidades de la liturgia moderna. Gracias a la iniciativa del obispo Pere Campins, el proyecto de Gaudí trasladó el coro al presbiterio, se adelantó el altar mayor y se reubicaron los púlpitos, mientras se decoraba el conjunto con cerámicas policromadas, lámparas votivas y delicadas piezas de hierro forjado. Aunque el proyecto no llegó a completarse, la intervención del genio modernista en la Seu dejó una huella profunda en la isla. Su influencia se extiende más allá de la catedral, inspirando numerosos edificios modernistas que aún hoy enriquecen la arquitectura de la ciudad.

En el interior, la Capilla del Santísimo, transformada a partir de 2001 por el artista mallorquín Miquel Barceló, reinterpreta el milagro bíblico de la multiplicación de los panes y los peces y la conversión del agua en vino en las bodas de Caná, ofreciendo un sorprendente diálogo entre historia y arte contemporáneo. Una piel cerámica de 300 metros cuadrados, cinco vitrales de gran formato y un mobiliario litúrgico en piedra de Binissalem convierten la capilla en un increíble espacio místico, fruto de seis años de dedicación y creatividad del artista.

La ruta modernista

El Modernismo llegó a Palma impulsado por la nueva burguesía mallorquina, y su legado todavía se disfruta en las calles de la ciudad. La fachada del Gran Hotel, con sus detalles refinados y su elegancia atemporal, refleja la opulencia y el esplendor de aquella época. Sede actual del CaixaForum de Palma, se trata de una de las primeras construcciones modernistas de la ciudad (1903), proyectada por Lluís Domènech i Montaner, padre del modernismo catalán

Bajo la influencia de los grandes maestros de este movimiento cultural nacido en Cataluña, los arquitectos locales adoptaron este lenguaje artístico en edificaciones como Can Casasayas o la Pensión Menorquina, destacados por sus fachadas impresionantes y su evidente estilo modernista. Can Forteza Rey, otra joya arquitectónica construida a principios del siglo XX, sobresale por el trabajo en hierro forjado y sus detalles decorativos únicos, siguiendo la corriente Art Nouveau del momento.

En el corazón de Palma, en la plaza de Cort, se encuentra uno de los edificios más singulares de la ciudad: Can Corbella. Diseñado por el arquitecto Nicolau Lliteres a finales del siglo XIX, combina elementos premodernistas y neomudéjares con detalles góticos y modernos. Dos elementos llaman especialmente la atención: la torre octogonal que corona el inmueble y las vidrieras de colores en la planta baja, enmarcadas por arcos de herradura.

El ambiente mediterráneo de la ciudad y su rica herencia cultural crean el escenario perfecto para seguir explorando el modernismo por sus calles. Entre los edificios más representativos destacan Can Canals, Can Roca, Almacenes El Águila o Forn des Teatre, actualmente Fornet de la Soca, parada imprescindible para degustar riquísima repostería tradicional mallorquina.

Lo mejor del arte contemporáneo

El recorrido cultural de esta escapada continúa visitando las galerías de arte contemporáneo de la calle San Feliu, muchas de ellas ubicadas en espléndidos edificios del siglo XVII. Espacios como la Galería Gerhardt Braun o Cansalas Gallery & Art House se han convertido en paradas imprescindibles para descubrir la creatividad más actual de la ciudad y su interesante escena artística.

Desde allí, la ruta conduce a Es Baluard, museo dedicado al arte moderno y contemporáneo, situado sobre el Baluarte de Sant Pere, parte del antiguo recinto amurallado renacentista que rodeaba Palma hasta principios del siglo XX. Desde sus terrazas, el museo ofrece vistas privilegiadas al Mediterráneo, mientras que en su interior se exhibe una selección de obras de artistas de la talla de Joan Miró, Miquel Barceló, María Blanchard, Ángela de la Cruz o Anselm Kiefer, entre otros.

Este año, Es Baluard ha participado en la ambiciosa muestra “Paysage Miró: La Cúpula Màgica”, que recorre los espacios culturales más emblemáticos de Palma. Actualmente, se pueden visitar exposiciones en la impresionante Sa Llonja, joya del gótico civil (hasta el 8 de febrero), y en la Fundació Pilar i Joan Miró (hasta el 11 de enero). La muestra reúne más de 100 obras de Miró, abarcando prácticamente toda su trayectoria, desde 1916 hasta 1981, y pone de relieve el profundo vínculo del artista con Mallorca, la isla que fue su hogar, su refugio creativo y fuente constante de inspiración.

Tesoros escondidos en las calles de Palma

Callejear por Palma es encontrarse, casi sin esperarlo, con los bellísimos patios señoriales del casco antiguo. En su apogeo llegaron a ser más de 500, y sus columnas, arcos y escaleras de piedra no solo organizaban el espacio, sino que también reflejaban el estatus y el poder de la nobleza local. 

Aunque muchos del los patios que quedan en la actualidad son privados, algunos pueden visitarse, como el de Can Vivot, una casa señorial prácticamente intacta desde 1711, o el de Casal Solleric, centro de arte contemporáneo en un palacio barroco del siglo XVIII. Can Balaguer, otro edificio emblemático visitable, hogar de Josep Balaguer, músico y mecenas que dinamizó la vida cultural de Palma e instaló un órgano de cámara inspirado en la Exposición Internacional de Barcelona de 1929.

Esa herencia histórica se vive también en los palacios y edificios convertidos en lujosos hoteles boutique, donde el alojamiento premium se combina con experiencias gastronómicas únicas. Destacan los establecimientos del Grupo It, que ha rehabilitado edificios estratégicamente ubicados en la ciudad para ofrecer un servicio exclusivo y personalizado. Can Alomar, un palacio del siglo XIX en el corazón de la milla de oro palmesana, alberga el espacio gastronómico De Tokio a Lima. Con vistas al emblemático Paseo del Borne, y bajo la dirección del chef Germán de Bernardi, fusiona cocina mediterránea, japonesa y peruana con productos de temporada y de origen local. Por su parte, Can Cera, un palacete del siglo XVII, mezcla la esencia artesanal mallorquina con diseño vanguardista. En  La Vermutería ofrece tapas y platos mediterráneos elaborados con ingredientes cuidadosamente seleccionados de productores y artesanos locales.

Y para experiencia gastronómica, la de Can Bordoy Grand House & Garden, un hotel 5* Gran Lujo con 24 suites que ocupa una antigua vivienda tradicional palmesana del siglo XVI, ofrece algo sencillamente excepcional. Su restaurante Botànic, el primer establecimiento Plant Forward de Mallorca, la tendencia culinaria que apuesta por platos de origen vegetal aunque sin renunciar a los de origen animal. Creaciones como el taco vegetal de lechuga con pulpo, causa limeña, mayonesa de ají amarillo y cebolla encurtida, o la pera confitada con especias chai, no dejan indiferente al paladar.

Palma Riad: el broche perfecto para una escapada inolvidable

La elección del hotel es fundamental para que una escapada se convierta en una experiencia realmente memorable, y en el caso de Palma Riad, es todo un acierto. Este hotel 5* solo para adultos sorprende desde el primer instante, ofreciendo una experiencia casi sensorial. El aroma exclusivo del establecimiento, inspirado en maderas orientales, envuelve el espacio y prepara los sentidos para lo que está por venir.

Tras la antigua puerta de una casa del siglo XVIII, en pleno corazón del casco antiguo de Palma, se encuentra un auténtico oasis de calma y diseño. Con solo 11 suites, cada una única y bautizada con nombres que evocan lugares exóticos, el hotel se inspira en la arquitectura de un riad tradicional marroquí, un guiño a la Palma árabe, la antigua Madina Mayurqa, que dominó la ciudad entre los años 902 y 1299.

Al acceder al patio central, se experimenta la sensación de entrar en un auténtico oasis de silencio y relajación. El murmullo del agua de la pileta llena el espacio de calma, que se vuelve aún más mágico al caer la noche, cuando la luz de las velas dibuja sombras suaves sobre los muros del espacio.

Cada detalle en Palma Riad está cuidadosamente diseñado para ofrecer una experiencia exclusiva. La iluminación suave, la decoración refinada de cada suite y los baños con bañeras-cueva inspiradas en los hammams marroquíes crean un ambiente único. Los televisores integrados en los espejos, los capazos mallorquines con toallas para quienes quieran disfrutar de la playa y los amenities de la prestigiosa marca Molton Brown completan el lujo y la comodidad.

Los desayunos, deliciosos y servidos en el patio central, se convierten en un momento especial del día. Por la noche, la coctelería del hotel ofrece un ambiente íntimo y exclusivo, el escenario perfecto para cerrar un día de lujo en Mallorca.